domingo, 28 de junio de 2009

Tontos felices

Los niños españoles son los segundos más felices de Europa, por detrás de los holandeses, y los que más fracaso escolar cosechan, tan sólo por delante de los de Malta y Portugal, que no son tan felices como los de aquí. Lo que se desprende de estos datos es que los críos de este país están tremendamente mimados (algo que cualquiera puede comprobar echando un simple vistazo a su alrededor), que nadie les enseña a esforzarse lo más mínimo para conseguir lo que quieren y que, da igual lo que hagan, se les premia. Si el niño suspende todo da lo mismo porque su papá le comprará la “wii”, para que no se deprima el pobrecillo. Es fácil darse cuenta de que los menores españoles están sobreprotegidos y eso necesariamente conduce al desastre social. A una sociedad sin proyectos de futuro a la que sólo mueve la satisfacción inmediata del día a día. La filosofía del “Gran Hermano” y de “Operación Triunfo”:conseguir lo máximo con el mínimo esfuerzo. Una generación de tontos felices.
Como es lógico hay un interés político en todo esto. Para los detentadores del poder son preferibles estos tontos felices a los individuos preparados que en cualquier momento pueden pone en un brete la actuación de los que mandan. Así, que nadie espere que esto cambie -por mucho que la clase política se tire de los pelos y prometa todas las mejoras que se les ocurran- aunque en el mundo altamente tecnificado en el que ya vivimos esto nos lleve a la competitividad cero y al colapso económico.
Todo esto tiene que ver con la vieja idea cristiano-burguesa de que el objetivo último del hombre es alcanzar la felicidad. No el conocimiento, ni la autonomía, ni la libertad, ni el desarrollo humano. Quizás esta búsqueda de la felicidad podía tener algún sentido en el contexto en el que la enuncia Aristóteles, pero ya Kant la sustituyó por el deber como centro alrededor del cual gira todo el comportamiento moral, aduciendo algo tan de sentido común como que alguien podría no querer ser feliz. Hoy en día, sin embargo, esta felicidad a la que se apela como horizonte supremo tiene un componente paradójico, precisamente por su doble vertiente cristiana y burguesa. Por un lado, la psicología oficial recoge la consideración cristiana y nos dice que la felicidad tiene que ver con el conformismo, con no desear más de lo que se tiene, con el viejo pensamiento estoíco del que se nutre la moral cristiana. Por otro, las instancias económicas se ciñen a la consideración burguesa y nos animan a endeudarnos cada vez más para tener una casa más grande, un coche más potente, un cuerpo más esbelto o irnos más lejos de vacaciones, y así ser más felices.
En todo caso, y a nivel social, las concepciones cristiana y burguesa coinciden, y así parece que todo el mundo está de acuerdo en que la felicidad es contentarse con lo que uno tiene. Aceptar la posición que te ha tocado, ocupar tu lugar en el ciclo de la vida o no desear a la mujer de tu prójimo. Cuantas menos aspiraciones se tengan más fácil será alcanzar la felicidad: casarse, tener hijos y comprar un piso en el extrarradio. No más. El prototipo de la vida buena. No cabe duda de que políticamente hablando es altamente recomendable que los ciudadanos intenten ser felices por todos los medios a su alcance. Y ese es el mensaje que continuamente se lanza: a pesar de todo hay que ser feliz. Un desgraciado que no aspire a escapar de su desgracia será feliz, aunque siga siendo un desgraciado. Un tonto que se conforme con serlo y no intente salir de su estulticia será feliz, aunque siga siendo tonto. Un tonto feliz: un ciudadano modelo.

viernes, 19 de junio de 2009

La justicia de Judas

A nadie debería extrañar que los obispos españoles consideren injusto el derecho al aborto, que consideren, en suma, que existen derechos que son injustos. Dejando a un lado el cinismo personal de cada uno de ellos, cualidad que es más que seguro que fue muy tenida en cuenta a la hora de obtener sus cargos, la Iglesia Católica se edifica sobre un concepto bastardo y pervertido de justicia. Ahí está para demostrarlo el caso del pobre Judas Iscariote
La figura de Judas es de las que más llaman la atención de todas las que componen la mitología cristiana. En primer lugar porque él es el verdadero creador del cristianismo. Si Judas hubiera decidido no denunciar a Jesús, éste no habría sido ejecutado y, teniendo en cuenta que esta ejecución es el verdadero motor del surgimiento del cristianismo y su auténtico leit motiv, éste último no hubiera existido. Y en segundo lugar porque en él se reúne y personifica todo el absurdo de la religión cristiana.
Una de las ideas claves del cristianismo es que el ser humano es libre de pecar o no pecar. La propia humanidad se sustenta sobre esta capacidad de decisión: Adán pudo escoger entre Dios y una mujer y escogió a la mujer –lo que de paso explica la concepción machista y misógina del cristianismo en general y del catolicismo en particular-. El pecado es el constituyente último del ser humano. Ahora bien, si éste no fuese libre aquél no tendría sentido –no se puede acusar a nadie por hacer algo que no está en sus manos no hacer, que está obligado a realizar de forma necesaria- y todo el cristianismo se hundiría en su propio absurdo. Si no hay pecado la muerte de Cristo –que supuestamente se produce para lavar la culpa de los hombres- no es necesaria.
Puesto que el cristianismo se establece sobre la muerte de Jesús y el hecho causal de ésta es la denuncia de Judas, la cuestión a plantear es si éste era libre de delatarlo o no. Si hubiera sido realmente libre podría tanto haber besado a Jesús como no hacerlo. Si no lo hubiera hecho, y siguiendo el relato mitológico del cristianismo, Jesús no hubiera sido crucificado y hubiera muerto de viejo, la humanidad no se habría salvado, el Plan de Dios no se hubiera cumplido y el cristianismo no existiría. De hecho, la propia pregunta sobre la capacidad de decisión de Judas se torna absurda, pues falta el contexto desde el cual se lanza y le da sentido. Si Judas hubiera sido libre el cristianismo se vuelve contradictorio en sí mismo o, en el mejor de los casos, en una casualidad. Con lo cual cabe pensar que Judas no era libre de no denunciar a Jesús.
Si Judas no era libre, entonces no puede ser condenado. Judas habría denunciado a Jesús no por su voluntad, que no es una voluntad libre, sino por la voluntad de Dios, porque Dios así lo habría decidido. De esta forma el que denuncia a Jesús es Dios –su propio padre, no lo olvidemos- a través de Judas, que no es más que una correa de transmisión de los designios divinos. Dios condena a dos inocentes (Judas y Jesús) sabiendo que lo son, para salvarse a sí mismo, en un acto de suprema injusticia. Si Judas no es libre la humanidad tampoco lo es, no puede elegir no pecar y no necesita ser redimida. La muerte de Cristo es entonces inútil para su propósito inicial, la redención del ser humano, y al único que beneficia es a Dios, pues sobre ella asienta su dominio sobre éste.
Aún es posible ir más allá. Según la religión católica Dios y Jesucristo son la misma persona. Siendo esto así, y teniendo en cuenta las argumentaciones anteriores, lo que se concluye es que es Cristo el que se denuncia a sí mismo y acusa a Judas para salvarse. Cristo se condena y no se condena a muerte, con lo cual el cristianismo se revela como contradictorio y esencialmente injusto.
El Tribunal Supremo, a instancias de la Conferencia Episcopal, prohibió apostatar a los católicos forzados que lo desearan. Esperemos que esto sirva como modesta aportación para iluminar a nuestros obispos y ayudarles a cambiar de opinión. Es de esperar que no hablen por hablar y lleven a cabo de manera efectiva su amenaza de excomunión, pues estas líneas si se han escrito desde la más absoluta y responsable libertad.

viernes, 12 de junio de 2009

Modernos

El señor Rajoy es un demagogo y un irresponsable que después de las elecciones europeas sigue jugando a dos barajas: por un lado no se atreve a presentar una moción de censura en el Parlamento y por otro sigue permitiendo que los jefes de su partido azucen a la masa para que ésta propicie la caída del Gobierno. A pesar de todo hay veces que tiene razón, y cuando eso ocurre es de justicia dársela.
Tiene razón el señor Rajoy cuando afirma que eso del bautismo civil es un ridículo interplanetario. Más que interplanetario se diría que intergaláctico. Por supuesto que cada cual es muy libre de hacer el ridículo como le parezca conveniente, y puede comportarse como un pijo redomado si ese es su deseo. Pero también es cierto que a un cargo público no se le ha elegido para que lo haga –ni el ridículo ni lo que le pida el cuerpo-. Si la señorita Cayetana Guillén quiere bautizar laicamente a su hijo, o por el rito venusiano, o darle una bienvenida social, o como quiera que esto póngidos albinos de la “super-nueva-ola-progre-guay” quieran llamarlo, pues que lo haga. Está en su perfecto derecho como lo estamos todos los demás de partirnos de risa ante semejante disparate. No debería pues ofenderse por ello, aunque lo que esté buscando sea vender el reportaje a las revistas del corazón para ganarse los garbanzos.
Ahora bien, que el señor Pedro Zerolo, -un cargo electo de PSOE- ejerza de maestro de ceremonias de semejante absurdez demuestra que, o bien ha perdido el seso, o bien que la oposición política al PP en Madrid ya no sabe qué hacer para llamar la atención. Y aún se preguntan por qué pierden unas elecciones, crean comisiones internas y sesudos analistas políticos gastan tinta y papel intentando desentrañar las razones de la abstención de los votantes de izquierda. En todo caso, con semejante oposición –y si lo único que se les ocurre hacer son saraos como éste- tenemos Esperanza Aguirre para rato.
Un bautizo laico es un contrasentido y una contradicción manifiesta como pocas. En tres palabras, el bautismo es católico. Todo lo demás, como muy bien dice el señor Rajoy, es hacer el ridículo. Lo que les pasa a todos estos progres de cartón y de colegio de curas –o monjas- es que echan de menos las ceremonias religiosas de su infancia, en las que se formaron y en las que todavía creen. Pero, como son tan de izquierdas, tienen que inventarse memeces como el bautismo civil o el supuesto interés turístico de las procesiones de Semana Santa para poder disfrutar de ellas sin correr el riesgo de que les confundan con carcas casposos. En este caso el señor Bono es mucho más consecuente cuando pretende homenajear en el Congreso a una monja fundamentalista. Al fin y al cabo él nunca ha ocultado su catolicismo de golpe de pecho y misa diaria.
En realidad esto no es más que otra moda de esa supuesta nueva izquierda que, no se sabe si será nueva –más bien insensata- pero desde luego no es izquierda ni nada que se le parezca y hace ya mucho que ha perdido el norte. Más bien es izquierda folclórica en la línea de los “okupas” superconcienciados con la problemática social que no dejan vivir al vecindario con su música estridente, sus borracheras, sus vómitos y sus meadas, o los nuevos antifascistas niños de papá. Algo más que añadir al multiculturalismo tonto, la cocina deconstructiva, el ecologismo de escaparate, la vida sana por decreto o la Santa Cruzada contra el tabaco. Una trivialización de la vida social que vacía de contenido cualquier pensamiento serio de izquierda y una demonización de la libertad individual.

viernes, 5 de junio de 2009

Aquí huele mal y todos tan tranquilos

Este país apesta cada día más. Y apesta no cómo el reino de Dinamarca, dónde aún se podía captar un aroma más o menos romántico, sino como un corral donde durante mucho tiempo han fermentado los restos de una dictadura que se encargó de dejarlo todo atado y bien atado. Como no es cuestión vomitar más de lo necesario, porque ni los estómagos más fuertes podrían aguantar una descripción pormenorizada de los acontecimientos de las ultimas semanas, se va a ofrecer tan sólo una relación somera de algunas –tan sólo algunas- de las perlas con las que nos han regalado nuestros prohombres y promujeres. Y no se diga que lo que viene a continuación es una muestra de la baja calidad de nuestra clase política. Cada pueblo tiene la clase política que se merece –a la que vota y a la que sigue el juego- y cualquiera con dos dedos de frente podría elaborar una lista similar, incluso mayor. Si no se hace es simplemente porque no se tienen esos dos dedos de frente. Todo el mundo se queda tan tranquilo preocupándose tan sólo por lo mal que lo debe estar pasando la pobre Belén Esteban. Lo del franquismo sociológico es mucho más que una frase oportuna de D. Manuel (Fraga). Es una realidad que todos los que cogen el metro o un autobús pueden comprobar de manera sangrante. Pero dejemos las disquisiciones y echemos un vistazo a las hazañas de los próceres de la patria.
1.- El Tribunal Supremo admite una querella de un grupo de ultraderecha contra el juez Garzón por abrir un proceso contra Franco y los asesinos del régimen. Los asesinos siguen impunes y el que intenta juzgarlos es el delincuente. Y todos tan tranquilos.
2.- Mariano Rajoy no tiene reparos en anunciar que si ganan las elecciones europeas el Tribunal Superior de Justicia de Valencia archivará el caso contra Francisco Camps, porque el Presidente de la Sala que lo juzga es su amigo. Y todos tan tranquilos.
3.- El Tribunal Constitucional rectifica una sentencia del Supremo que ilegalizaba una candidatura compuesta por Terroristas tan peligrosos como Alfonso Sastre (Premio Nacional de Literatura Dramática en 1993), Doris Benegas y Nines Maestro, dando una lección de democracia y “constitucionalismo” al Gobierno, a la Ley de Partidos y a todos sus adalides. Y todos tan tranquilos.
4.- Rosa Díez, la Luchadora por la Libertad de los Pueblos, se apunta a la teoría de la conspiración del 11-M pidiendo la reapertura del caso. Hasta cierto punto es lógico: las deudas hay que pagarlas. Y todos tan tranquilos.
5.- Un cardenal de cuyo nombre no quiero ni acordarme espeta que el aborto es mucho más grave que los abusos cometidos contra los alumnos en “unos cuantos” colegios católicos. Y nadie le mete en prisión por hacer apología de la pedofilia. Todos tan tranquilos.
6.- Al PP sólo le preocupa que Zapatero vaya a los mítines en un avión militar. Al PSOE sólo le preocupa lo que hacía Aznar. Los nacionalistas van a lo suyo. Algunos como el BNG piden que el gallego sea idioma oficial en Europa. IU anda a ver lo que cae proponiendo la paralización del Plan Bolonia. Todo es una inmensa y premeditada ceremonia de la confusión. Y todos tan tranquilos.
7.- Una niña de dieciséis años no está capacitada para tomar por si sola la decisión de abortar, pero sí para ser madre. Parménides y Aristóteles arrancándose la barba. Y todos tan tranquilos.
8.- El Betis baja a segunda y se monta una revolución. Ahí sí que no están todos tan tranquilos.
El próximo día 7 de junio los españoles están convocados a las urnas. La gran mayoría de ellos no saben lo que van a votar ni para qué. Unos votarán para echar a Zapatero, otros para que metan en la cárcel a Camps, algunos para poner en su sitio a Chaves y algún ingenuo para que dimita Esperanza Aguirre. Se nos dirá que hay que ir a votar con la nariz tapada, que hay que votar para que todo cambie, para darle una lección a los políticos, para demostrar la madurez y la responsabilidad del pueblo o quién sabe para qué zarandajas más. Cabe otra posibilidad más: la de no votar. La de demostrar a nuestros malhadados y malhadadas salvapatrias que lo mejor que pueden hacer es coger el portante y marcharse por donde ha venido. Y empezar de nuevo.