viernes, 27 de noviembre de 2009

Alakrana II

Resulta difícil encontrar un asunto público donde tantos hayan dicho tantas necedades como el reciente secuestro del atunero vasco Alakrana. Y la cuestión es que bien mirado el asunto resulta bastante sencillo: unos delincuentes han cometido un delito y hay que tratar de detener a éstos y proteger a los secuestrados. Más o menos como si se tratara de un atraco a un banco con rehenes. Pues resulta que no, que se han hecho tantas estupideces y se han dicho tantas barbaridades que al final a uno le quedaba la impresión de que la gran mayoría de los opinadores en este caso no sabía dónde tenía la mano derecha.
Para empezar, el Gobierno ha realizado una gestión nefasta del asunto. O bien se trata de un asunto de Estado, y entonces hay que utilizar al Ejército, a las fuerzas de la diplomacia y poner en el asador todos los medios que aquél tiene a su alcance, o bien se trata de un asunto privado, y entonces las Fuerzas de Seguridad no tienen que intervenir más de lo que lo harían en cualquier delito del cual fuera víctima un ciudadano cualquiera, ya se cometa éste en Cuenca o en Somalia. Pero mezclar, como se ha hecho, el interés del Estado con los intereses de un armador particular da pie a que al final nadie sepa lo que tiene que hacer. Y para rematarlo el señor Caamaño afirma muy ufano que “España, como país, no ha pagado ningún rescate”. Señor mío, eso se da por hecho. Faltaría más que el rescate de un buque privado se hubiera pagado con los impuestos públicos. La cuestión no es si España “como país” pagó o no el rescate, sino si intervino de alguna manera en la negociación de éste. Y esto, mi querido señor, es algo que ni usted ni nadie puede negar sin que le crezca la nariz.
En segundo lugar el armador del buque secuestrado, como todos los armadores de todos los barcos que faenan en esas aguas, es un señor privado con un negocio privado. Y de la misma forma que no se manda al Ejército a proteger a los joyeros, tampoco hay por qué mandarlo a proteger a un barco pesquero, máxime cuando parece que el barco hizo caso omiso de los avisos de las fragatas de la Armada que le advirtieron que estaba traspasando la línea de seguridad. No creo que ningún marinero se juegue la vida por pescar un atún más o menos, así que la orden de cruzar esas líneas tuvo que partir directamente del armador, y los trabajadores del barco no tuvieron más remedio que acatarla su querían conservar sus trabajos.
En tercer lugar la izquierda folclórica y “progresista” ha sacado a la luz todas sus armas dialécticas para denunciar que los piratas somalíes en el fondo no son más que unos pobrecitos pescadores a los que la voracidad capitalista ha arrebatado los pocos recursos que tenían para ganarse la vida y no han tenido más remedio que echarse al monte para poder subsistir. Esto es muy bonito, pero un pirata es un delincuente, da igual que sea somalí o el de Espronceda. Y en todo caso es un ser humano que puede elegir lo que debe de hacer y ha de ser responsable de sus elecciones. Como no toda la población de Somalia son piratas entiendo que el que ha elegido este camino es porque ha querido, seguramente porque se vive mejor así que labrando la tierra o pescando en la playa. Un rescate de 2,7 millones de euros para repartir entre 60 piratas más o menos da para vivir muy bien, así que mejor dejamos de compadecernos de los que en el fondo no son más que una banda de secuestradores y asesinos. Sea como sea, no creo yo que los trabajadores del Alakrana, como las familias ucranianas embarcadas en el “Ariana”, sean precisamente explotadores capitalistas.
Luego están los exaltados tertulianos de todas las cadenas de televisión que han puesto el grito en el cielo en este asunto. De las muchas opiniones peregrinas que se han alcanzado a escuchar llama poderosamente la atención la de aquellos que afirmaban que puesto que el barco navegaba bajo pabellón vasco (según parece) el Estado español no tenía por qué intervenir. Esto ya es mezclar las churras con las merinas hasta límites inauditos. Porque que yo sepa el País Vasco es parte del territorio español y la “Ikurriuña” es una bandera reconocida por la Constitución. Así, que si un barco que navega con la Ikurriña es asaltado a 650 millas de la costa –en aguas internacionales por lo tanto- el delito se está cometiendo en territorio español –para quien no lo sepa les diré que un barco en aguas internacionales o un avión en el aire son territorio de su país de bandera- y por lo tanto es al gobierno español al que le corresponde intervenir si se da el caso. Es lo mismo que si dijéramos que atracar a una anciana en Barcelona o en Bilbao no es competencia de la Policía española. Pero esto no es nada comparado con algunos opinadores de “Intereconomía” que llegaron a afirmar que había que arrasar Somalia. Supongo que su dictamen hubiera sido bastante mas moderado en el caso de que se tratara de piratas ingleses, holandeses o franceses, es decir, blancos.
Y para terminar, la primera página cargada de moralina casposa del diario “El Mundo” que afirmaba escandalizado que los piratas se habían gastado el dinero del rescate en putas y drogas. Pues miren ustedes, que quieren que les diga, mejor que se lo gasten en eso que no en metralletas y bombas. Vamos, creo yo.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Alakrana I

Si el criterio que el Estado ha aplicado en el caso del atunero “Alakrana” se hubiera aplicado también en el secuestro de Miguel Ángel Blanco, éste seguiría vivo. Esta es una idea que no me puedo quitar de la cabeza desde hace tres días. Y nótese bien que digo Estado. Gobierno, oposición, jueces, policías, servicios de información, todos los que alguna manera han intervenido en el cambio de criterio. Lo que hay que analizar entonces es porqué en el caso de Miguel Ángel Blanco la consigna fue no pactar con delincuentes –aunque eso le costara la vida a un inocente- y en el caso del atunero vasco ha sido la contraria. Lógicamente estas preguntas no tenían sentido en 1997. Tampoco lo tendrían hoy si no se hubieran producido los acontecimientos de 1997. ES la coincidencia de dos hechos tan similares con resultados tan distintos lo que me hace plantearme esta cuestión.
En 1997, se estableció una línea dura de lucha contra el terrorismo por parte del Gobierno –del PP- que fue apoyada sin fisuras por parte de la oposición –del PSOE- que incluía “no ceder ante el chantaje de los terroristas”. Esta fue la excusa que se utilizó para no aceptar las presiones de los asesinos que al final acabaron matando al concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco. Insisto, esa fue la excusa y los acontecimientos actuales aclaran todavía más esta cuestión. El asesinato del concejal supuso una movilización sin precedentes de la sociedad española frente al terrorismo de ETA. Una catarsis popular que aglutinó a las masas junto a los poderes del Estado. Un baño de multitudes para los dirigentes políticos que tan valientemente habían actuado ante los asesinos etarras y que encabezaron las manifestaciones de repulsa que se produjeron después de la ejecución del concejal. Cualquiera que sepa un poco de teoría política sabe que el poder necesita de estas adhesiones incondicionales de los gobernados. Cualquiera que además haya reflexionada un poco sobre la vida política española durante los últimos años se habrá dado cuenta de que el PP siempre ha necesitado atentados parra ganar unas elecciones. Los necesitó en 1996, cuando José María Aznar ganó unas lecciones después de un atentado frustrado contra su persona el 19 de abril de 1995. Los necesitó en el 2000, cuando ETA cometió ocho asesinatos –incluidos los de los socialistas Fernando Buesa y Ernest Lluch- aunque todos los medios dieron especial relevancia al del concejal del PP en Málaga José María Martín Carpena, muerto de seis tiros en la cabeza en presencia de su mujer y una de sus hijas. Y los necesitaba en 2004, de ahí las mentiras reiteradas –mentiras que todavía algunos se empeñan en mantener- acerca de la autoría de las masacres del 11 de marzo. En resumen, en 1997 Miguel Ángel Blanco fue un mártir porque el hecho de no negociar con terroristas podía dar votos.
En el caso del Alakrana las reacciones han sido las contrarias. La opinión pública ha presionado al gobierno para que consiguiera la liberación de los marineros secuestrados. La catarsis se ha dado en la dirección de la solución negociada. La oposición del PP se ha puesto a disposición del gobierno para conseguir una salida pacífica al secuestro que no pusiera en peligro la vida de los rehenes, y nadie hubiera perdonado que hubiera muerto uno sólo de los pescadores retenidos por los piratas. Conclusión, en 2009 lo que da votos es negociar con los delincuentes.
Estos son los hechos. Si se me pregunta mi opinión, considero que el primer deber del Estado es salvaguardar con todos los medios a su alcance la vida de sus ciudadanos. En estos días hemos visto a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado escoltando al barco liberado después de 47 días de secuestro, hace doce años los vimos escoltando el féretro de Miguel Ángel Blanco; en ningún momento los hemos visto protegiendo la vida de estos ciudadanos. Por eso en 1997 tuve mis dudas acerca de la responsabilidad subsidiaria el Estado en la muerte de Miguel Ángel Blanco, dudas que, en vista de la actuación de ese mismo Estado en la crisis del Índico me han quedado completamente aclaradas. Si en 2009 se puede negociar con asesinos, en 1997 también. El Estado fue responsable del asesinato de Miguel Ángel Blanco, como lo hubiera sido de la muerte de cualquiera de los embarcados en el Alakrana.
Y la próxima semana les contaré porqué nadie de los que han intervenido en este caso, o de los que han hablado de él, tiene razón.

viernes, 13 de noviembre de 2009

2012

Las profecías tienen una cualidad cuando menos curiosa: siempre son verdaderas. Desde el momento en que toda expresión profética requiere esencialmente de una interpretación, cualquiera puede interpretarla como le parezca más conveniente. De esta forma, si la profecía no se cumple –lo que suele ser lo habitual- siempre se puede acudir al socorrido remedio de que estaba mal interpretada: el fallo, pues, estaría en las interpretaciones y no en la profecía misma. Otro modo de hacer verdadera una profecía es no enunciarla, mantenerla en el secreto y, una vez que se haya producido un acontecimiento lo suficientemente importante como para ser digno de haber sido profetizado, desvelar el misterio y anunciar que dicho hecho ya había sido predicho por alguien en algún sitio. Este es el caso archiconocido de los dos últimos misterios de Fátima, que al parecer predecían la caída de la Unión Soviética y el asesinato de Juan Pablo I. Eso si, sólo se dieron a conocer una vez se hubieron producido dichos acontecimientos –para algo eran misterios –y, voilá, acertaron plenamente.
Viene esto al caso de las predicciones –puestas estos días de moda por haber sido llevadas al cine- acerca del anuncio que al parecer hace el calendario maya sobre la proximidad del fin del mundo: exactamente en el año 2012. Uno ha visto ya tantos fines del mundo –más o menos uno por año- que me permitirán que me muestre un poco escéptico ante dichos avisos. Para empezar, la profecía del fin del mundo de los mayas ya se ha cumplido para ellos. El mundo que los mayas conocieron, que para ellos, como para cualquiera, era el único mundo real –el mejor de los mundos posibles- tocó a su fin con el descubrimiento de América y la posterior colonización española. En este sentido podríamos decir que la profecía maya acerca del fin del mundo ya ha sido realizada, el problema es que ya no quedan mayas que puedan corroborarlo. Pero hay otra cosa que llama poderosamente la atención en este tipo de profecías, y es el hecho de que aquellos que las interpretan caen de forma inconsciente en el etnocentrismo en el que han sido educados. De tal forma que se anuncia el fin del mundo para el año 2012, olvidando que dicho año se fecha a partir del nacimiento de Cristo –es el año 20012 de la era cristiana- y que se cuenta según del calendario gregoriano. Ya es dudoso que los mayas conocieran a Cristo, pero mucho más dudoso es que supieran de la existencia de un emperador romano que decidió de forma arbitraria instaurar un calendario que tiene que ver con conocimientos propios de la cultura occidental, es este caso de la cultura greco-latina.
Es decir, que según la profecía maya, y de cumplirse ésta, el único mundo que desaparecerá será aquel que se rige por el calendario gregoriano: el mundo occidental-crsitiano. Pueden, pues, estar tranquilos los musulmanes, pues ellos viven en el año 1429, más o menos, así que todavía les quedan unos cuantos para llegar al 2012. Mucho más tranquilos pueden estar los chinos, que viven en el año del búfalo –hasta donde yo se no existe el año de los 2012 búfalos-, y mucho más todos aquellos pueblos primitivos que carecen de calendario. Eso sí, cuando en el año 2012 no se acabe ningún mundo, entonces los que de verdad se han creído estas profecías –que seguro que son muchos más de los que ustedes y yo nos podemos imaginar- dirán que el problema es que se han interpretado mal. Así que seguirán siendo verdaderas. ¡Viva la Ilustración!.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Afganistán y la democracia occidental

Me había prometido a mi mismo no hablar del Premio Nóbel de la Paz concedido a mister Obama. Al fin y al cabo sujetos como Henry Kissinger, El Dalai Lama, Frederick Le Clerk o Menahem Beguin también se han visto agraciados con el susodicho galardón, así que a su lado el actual presidente de los Estados Unidos de América es un premiado más que digno. Pero los recientes sucesos ocurridos en Afganistán hacen que se revuelva todo tanto que al final uno tiene que acabar hablando de lo que no quiere, empezando por el Premio Nóbel de la Paz y terminando por nuestra Ministra Carme Chacón.
Para centrar el tema, en las últimas (yo diría que en todas las acepciones semánticas del término) elecciones celebradas en Afganistán, el actual presidente Karzai, apoyado por los Estados Unidos y la UE se alzó con la victoria haciendo, como ya dije en una ocasión “más trampas que un tahúr del Mississippí”. Tan descarado fue aquello que al final sus valedores internacionales no tuvieron más remedio que aceptar la evidencia y obligar -bien que con la boca pequeña- a un nuevo recuento, en el que volvió a resultar ganador el ya citado señor Karzai, eso si con una diferencia más reducida frente a su principal rival Abdulá Abdulá, lo que a su vez obligaba a celebrar una segunda vuelta. Resulta que de pronto el señor Abdulá, no se sabe aún muy bien por qué, (uno ya está un poco harto de esos líderes renovadores y revolucionarios que se esconden debajo de la tierra mientras sus acólitos son los que pagan el pato con su propia sangre, véase el caso de Irán) decide no presentarse a esta segunda ronda electoral. Conclusión, que como no hay rival se anula la segunda vuelta, se da por ganador al señor Karzai –el mismo que había hechos las trampas la vez anterior- que al final ve recompensados sus fraudulentos esfuerzos y los líderes internacionales empezando por el honorable Nóbel de la Paz se apresuran a reconocer un régimen bastardo, salido de unas elecciones bastardas. Teniendo en cuenta que esos líderes internacionales son los adalides de la democracia occidental a uno no le queda más remedio que pensar que la bastardez forma parte esencial de la misma, y que lo que intentan vendernos como Democracia no es más que un compadreo entre unos cuantos tipos ansiosos de poder y manejados por los grandes intereses económicos. Lo lógico y lo democrático hubiera sido que se hubiera celebrado la segunda vuelta con el Presidente Karzai como único candidato, y comprobar el grado real de apoyo popular que tiene. El problema habría sido que la abstención como muestra de rechazo al candidato hubiera sido superior a los votos recogidos por éste. Eso no sólo le habría deslegitimado: también habría forzado a los líderes internacionales a tener en cuenta la abstención es sus elecciones internas como una opción política. Y si eso ocurre a lo mejor nos encontramos con que ni uno solo de los gobiernos occidentales está legitimado.
Así que ahora mismo Afganistán se mueve entre unos talibanes fanáticos y unos gobernantes corruptos apoyados por Occidente. Una guerra que gane quien gane va a tener un perdedor claro: el pueblo afgano, que ya ahora mismo cuando no se ve masacrado por las bombas de los aviones de la OTAN se ve aniquilado por las grabadas de mortero de los talibán. En Afganistán, con Karzai o sin Karzai, con talibán y sin talibán, las mujeres siguen siendo trozos de carne inexistentes ocultas debajo de un burka. Afganistán, con Karzai o con los talibán, sigue siendo el primer exportador mundial de opio. Lo que nos lleva a la conclusión de que la única vez que en Afganistán se han dado unas condiciones mínimas de progreso fue bajo el gobierno auspiciado por la Unión Soviética. Ese gobierno que la CIA se encargó de eliminar armando a los mismos talibanes a los que ahora se pretende desarmar. Por mucho que se empeñe la señora Chacón, la misión del Ejército en Afganistán no es una misión de paz, ni tampoco una misión de guerra: es una misión que tiene como objetivo mantener en el poder a un gobierno ilegítimo mientras la gente –que al fin y al cabo, no le interesa a nadie- sigue viendo como entre unos y otros le destrozan cada día un poco más la vida. Esa debería ser la razón exclusiva para retirar las tropas de Afganistán y no el hecho de que mueran algunos militares, algo que –por triste que resulte- al fin y al cabo no deja de ser su oficio.
La única solución posible para arreglar el problema afgano pasa por destituir al señor Karzai y dejar el gobierno del país en manos de la ONU. Como esto no se va a producir la solución menos mala es que se retiren todas las fuerzas internacionales. Así al menos los afganos sabrán de dónde les vienen las balas