domingo, 10 de junio de 2018

Maniquíes




            Hay que reconocer que al señor Sánchez le ha quedado un gobierno muy mono y muy aparente. Un gobierno de escaparate, pero no de un escaparate cutre cualquiera sino uno de esos con los que las grandes galerías comerciales presentan los cambios de estación. Un escaparate de los que concitan la expectación y hacen que la gente se agrupe a su alrededor, tanto los que van a comprar como los que solo van a mirar, tanto los que son socios del comercio en cuestión como los que jamás lo pisarían. Todos contemplan el escaparate, unos con la ilusión de formar de alguna manera parte de él, de considerarlo suyo, otros con el escepticismo de que se corresponda con la realidad. Todos miran los maniquíes, pero ninguno ve los alfileres que por detrás les sujetan la ropa para que les quede a la perfección, ni advierten la tramoya de madera y cartón que sustenta lo que se ofrece a sus ojos. Eso si, el precio de lo que venden sigue siendo el mismo, porque los que ponen los precios saben que en el fondo, por mucho que cambie el escaparate, la mercancía no varía, ni puede variar.
            Para que el gobierno del señor Sánchez saliera del escaparate tendría que demostrar al menos dos cosas. Que es un gobierno con recorrido, que va a durar algo más que la temporada y que los que lo componen no son maniquíes, sino gente competente que pueden ofrecer algo más desde su cargo que su cara bonita. Con respecto a lo primero, y a pesar del que el Señor Sánchez se ha quedado bizco haciendo guiños a diestro y siniestro – a las feministas, al PP, a Ciudadanos, a los catalanes, a los vascos, a los gais, al mundo de la cultura, a los que no les gusta el futbol, a los que les gusta el fútbol, a los que no les gustan los toros, a los que les gustan los toros y un largo etc.- mucho me temo que con tan solo 84 diputados detrás va  ser un gobierno de quita y pon –si no de pin y pon- por muy bonito que quede en la foto. Claro que ya hay alguna ministra, como la señora Batet, que ha dado con la solución para enjugar la escasez de escaños, algo totalmente novedoso y que se convertirá en la panacea de todo gobierno que se precie: pactar con los nacionalistas. Ah no, esperen, que eso es algo que se lleva haciendo en España desde el principio de los tiempos democráticos y  es lo que nos ha llevado a esta situación.
            Con respecto a lo segundo yo no tengo ninguna duda de la valía de todos y cada uno de los ministros y ministras que el señor Sánchez ha nombrado. Eso si, uno no es un buen Ministro por ser mujer u hombre, o por ser gay o escritor, o por ser juez o médico. Uno es un buen ministro porque es una persona competente que sabe desempeñar su cargo teniendo en cuenta únicamente el bien público. Así que, lamentándolo mucho, un gobierno no es un buen gobierno porque tenga once ministras. Un gobierno es un buen gobierno si esas once ministras cumplen con su deber y con los deberes de su cargo. A este respecto la señora Batet ya está empezando a dar muestras que el hecho de ser mujer no la convierte en buena ministra. Pero claro, en un gobierno con mayoría de mujeres que quién se equivoque o resulte incompetente sea una mujer es tan solo una cuestión de probabilidad.

domingo, 3 de junio de 2018

Presidente, Presidente


Nos hemos movido estos días pasados entre la dimisión de Zidane y la no dimisión de Rajoy. En este devenir del ser –el Real Madrid- al no ser –el Parlamento-, he podido sacar al menos tres conclusiones claras.
            La primera de ellas es que estaba equivocado cuando alguna vez he dicho que lo único que mueve a algunos miembros de la clase política es el interés electoral. El movimiento –maestro, por otra parte- del señor Pedro Sánchez me ha demostrado que en este caso ni siquiera es posible hablar de intereses partidistas, y por supuesto tampoco electorales: se trata lisa y llanamente de intereses personales. Pero atentos, no tan solo los intereses personales del nuevo presidente, sino de la gran mayoría de los actores de esta comedia bufa. Así, al señor Sánchez Castejón le ha importando un ardite que su recién estrenada presidencia del Gobierno sea un regalo envenenado para su partido. Que le va a resultar imposible gobernar con un mínimo de garantías y que más pronto que tarde va a tener que convocar unas elecciones en las que su partido, ya desgastado de por sí antes de su aventura presidencial, va a perder la poca credibilidad que aún le queda. Claro, todo esto a nuestro flamante Premier le da lo mismo, pues cuando ocurra ya habrá disfrutado de una temporada en la cima del poder. Ahora bien, tampoco el señor Rajoy se le queda a la zaga con su negativa a dimitir. Si así lo hubiera hecho, seguramente su grupo político habría mantenido el poder, el tiempo suficiente al menos como para preparar una campaña electoral con garantías. Al final ha salido por la puerta de atrás, ha dejado al partido en cuadro y se ha debido de gastar un pastón en una comida de ocho horas como la que se pegó –que no se diga que no sabe manejar los tiempos-. Intereses personales mueven también a los que, por un lado, empujaron al señor Sánchez a presentar una moción de censura que seguramente acabe con él o los que, por otro, aconsejaron encarecidamente al señor Rajoy que no dimitiera para poder quitárselo de en medio sin tanta parafernalia como a Cistina Cifuentes. Intereses personales, en fin, mueven al señor Torra, al que se le acaba de abrir la puerta de par en par para dejar a Puigdemont en Bélgica hasta el fin de los días y presentarse como el héroe nacional que logró arrancarle al Gobierno español la independencia de la patria catalana y sus aledaños. El único interés que no acabo de determinar es el que ha movido a los miembros del PNV, porque en su caso más que de interés habría que hablar de des-interés o directamente de masoquismo.
            La segunda de las cosa que he sacado en claro es que el señor Sánchez ha elegido muy bien la fecha para alzarse con la presidencia del gobierno. Justo unas semanas antes del comienzo del mundial de fútbol. Así, con tal evento, nadie prestará atención a lo que haga o deje de hacer y, si tiene suerte y España gana tan fasto acontecimiento, tiene asegurada la legislatura para rato.
            Y, por último, la tercera cosa que saco en claro es que si el señor Sánchez ha podido llegar a residente del Gobierno como lo ha hecho, cualquiera que pase por la puerta del parlamento en el momento adecuado puede llegar a serlo también. Así que a partir de ahora me voy a dedicar a dar paseos por la Carrera de San Jerónimo, a ver si suena la flauta.