martes, 12 de junio de 2012

Rescate a la evidencia

 Si hay algo que me indigna de verdad, más que cualquier medida política concreta, es que me tomen por tonto. Da igual el signo del gobierno de turno, ya es tradición que nos traten como a niños pequeños que no saben cuidarse solos o como a enanos mentales que se tragan cualquier patraña sin pestañear. Aunque uno esté viendo con sus propios ojos que la nieve es blanca siempre habrá alguien –un político, un periodista o un “enterao”- que se empeñe en hacerle creer que es negra. Como no podía ser menos, en todo este asunto del llamado rescate a las entidades financieras, insisten una y otra vez en que las cosas no son como son. Y eso que existen unas cuantas evidencias que resultan, como decía el amigo Alex en “La Naranja Mecánica”, claras como el sol radiante de una mañana de verano, a saber: que esto no es un rescate, que el Gobierno ha intentado evitarlo hasta el último momento, que no va servir para nada, que implica exigencias y contraprestaciones políticas y que al final vamos a pagarlo todos los españoles.
 Esto no es un rescate porque ni se trata ni de “recobrar por precio o por fuerza lo que el enemigo ha cogido, y, por ext., cualquier cosa que pasó a mano ajena” ni de “liberar de un peligro, daño, trabajo, molestia, opresión, etc.” que es como define el Diccionario de la RAE el término “rescatar”. Ni el enemigo nos había cogido nada, más bien es el enemigo el que nos ha supuestamente rescatado, ni estábamos en ningún peligro más allá del que nos pudieran causar los que nos han rescatado. Yo diría que es ahora cuando necesitamos un rescate, pero de esos de Batman o el Capitán Trueno, porque ahora si que nos han secuestrado la soberanía nacional y estamos en peligro de acabar todos como en China.
 Por mucho que digan el señor Rajoy, el señor Guindos y el señor Rey de España, el gobierno ha intentado hasta el último momento evitar la intervención de la UE, porque sabían que era una estocada mortal a su legislatura. Esto no lo digo yo, lo dice el presidente de la Comisión Europea y todos los organismos internacionales. Y lo dice el señor Rajoy, que en su discurso de investidura acusó al gobierno saliente de poner a España al borde del rescate y alardeó de que el objetivo de su Gobierno era evitarlo.
 La intervención de España no va a servir para nada. Y aquí si que las evidencias son concluyentes: la prima de riesgo sigue subiendo, la Bolsa sigue bajando, los mercados nos siguen atacando, se habla de que probablemente sea necesario otro rescate y hasta los mismos banqueros comentan la inutilidad de la medida. Preguntarnos por qué, entonces, se ha producido la intervención, es situarse en un plano que para los que nos gobiernan es poco menos que metafísico.
 Que se van a exigir contraprestaciones políticas también resulta evidente. Quizás lo más evidente porque lo han dicho los que nos han prestado el dinero. Se va a vigilar la política fiscal del país, vamos a tener interventores del FMI y del BCE paseando por nuestras calles y, como medidas más concretas, se va exigir una subida del IVA y un control del gasto de las Administraciones Públicas –otro más-. Insisto, esto lo han dicho la señora Merkel y los dirigentes de la UE, así que no hay más argumentación posible, ni a favor ni en contra.
 Y que el préstamo con sus correspondientes intereses lo vamos a pagar entre todos es algo que salta a la vista con tan sólo ver lo que ha pasado en el caso de Bankia. Ni se van a desarrollar comisiones de control para los bancos, ni se va a vigilar qué hacen éstos con el dinero ni nada de nada. Los bancos invertirán  una parte de ese capital en activos de riesgo y otra se la repartirán sus directivos. Como siempre. Y a la hora de devolverlo habrá que sacarlo de la sanidad, de la educación y del sueldo de los trabajadores públicos. Y si todavía queda alguna duda escéptica no hay más que mirar dónde han ido a parar todos los millones que, desde hace ya tiempo, el Estado español ha dado a la banca y para lo qué han servido. Y me parece que es bastante evidente quién los ha pagado.

lunes, 11 de junio de 2012

¿Y qué tal unas elecciones?

 Puesto que según el gobierno el rescate de la Unión Europea al sistema financiero español soluciona todos los problemas de este país –algo con lo que, por cierto, los mercados no parecen estar muy de acuerdo, y a estas horas la prima de riesgo española está ya por los 520 puntos- quizás sea hora de intentar solucionar también la cuestión de la democracia. Una vez arreglada la cuestión económica, habrá que arreglar, digo yo, la cuestión política y puesto que el sistema así lo exige, la única manera de hacerlo es convocar unas elecciones.
 Resulta sorprendente que nadie haya planteado aún esta alternativa. Supongo que los partidos de la oposición tienen una razón muy poderosa: a ver quién es el guapo que torea el morlaco que dejarían el señor Rajoy y sus Ministros. Aunque también podrían pensar que es probable que el partido en el Gobierno volviera a ganar las elecciones y, al menos, se habría lavado la cara al sistema político. Los sesudos analistas que acostumbran a escribir y a “tertuliar” en los medios de comunicación supongo que se inclinarán por razones más supuestamente objetivas, como que unas elecciones acabarían de desestabilizar el país y su economía acabaría de hundirse. El caso es que a mi, que ni soy un político ni un sesudo analista, lo primero que se me vino a la cabeza cuando conocí la noticia del rescate famoso es que había que convocar elecciones, así que supongo que los dos grupos citados no han lanzado esta idea porque ni siquiera se les ha ocurrido.
 A poco que se piense la convocatoria de elecciones es la salida más lógica, y más democrática, a la situación creada. En primer lugar desde un punto de vista político. Los cien mil millones que Europa va a prestar a los bancos españoles se canalizan a través del Estado, que es en última instancia el que ha de devolverlos si, finalmente, esos bancos no pueden hacerlo. Por otra parte, puesto que ese dinero se ha prestado al Estado y no, nótese bien, directamente a los bancos, los prestamistas van a exigir condiciones al Estado para asegurarse la devolución del préstamo, condiciones que no pueden ser otra cosa que políticas, puesto que del Estado hablamos. Eso hace que todo el programa electoral que el PP presentó en los pasados comicios quede en papel mojado ante las nuevas exigencias. El gobierno se ha quedado sin margen de maniobra para llevar a cabo aquello por lo cual ascendió al poder. La legislatura ha quedado suspendida y puesto que la situación es nueva todo lo anterior ya no sirve y hay que partir de cero.
 En segundo lugar el señor Rajoy debe convocar elecciones desde el punto de vista de la responsabilidad. Y debe hacerlo primero porque en todo este asunto el Gobierno ha mentido, miente y mentirá –tampoco es que sea algo nuevo para ellos-. Ha mentido cuando la señora Cospedal afirmó tajantemente que no iba a haber rescate un par de días antes de que se produjese. Miente cuando dice que no es un rescate, que no va a haber condiciones políticas que afecten a los ciudadanos –de momento, el Eurogrupo ya le exige subir el IVA-, que esto es lo mejor que le ha pasado a España o que fue el Gobierno el que pidió el rescate –cuando hoy nos enteramos de que no se trató de una jugada maestra del héroe Guindos, sino que fue el propio Eurogrupo el que presionó a España a aceptarlo-. Y mentirá cuando, llegada la hora de devolver el préstamo, los bancos no lo hagan –porque nadie los habrá controlado ni les obligará a ello- y lo tengamos que pagar todos los ciudadanos. Y en segundo lugar porque el señor Rajoy es un presidente ya dimitido de hecho. No de otra forma se puede explicar que haya desaparecido en un momento crítico para el país –aunque esto tampoco es el fin del mundo- que no haya dicho esta boca es mía, que no piense comparecer ante el Parlamento –es decir, ante todos los españoles- hasta julio y que ayer estuviera tranquilamente en Polonia viendo un partido de fútbol. Y ya de paso, también debería dimitir el Rey que ha felicitado al señor Rajoy y al señor Guindos por su nefasta gestión del problema.
 Así que mi opinión –en vista de que aquí todo es una cuestión de opinión- es que se deberían convocar elecciones. Aunque por supuesto yo ejerceré mi legítimo derecho a no votar.

jueves, 7 de junio de 2012

Cuando vinieron a por mí.

 Se suele decir que la Política es el arte de lo posible, aunque más bien, como ha demostardo el Gobierno de la Comunidad de Madrid, habría que decir que es el arte de hacer posible lo imposible. Yo siempre he dudado de la supuesta astucia, inteligencia y visión política que desde tantos medios se le atribuyen a la Presidenta Esperanza Aguirre, aunque nunca lo he hecho de las de sus asesores, que por eso son tantos y cobran el sueldo que cobran. Sueldo que, visto lo visto, tienen muy bien ganado. Porque en la puesta en escena del anuncio de los nuevos Presupuestos de la Comunidad de Madrid, han conseguido hacer posible lo que parecía imposible: liar tanto la madeja que ahora nadie sabe si aplaudir la responsabilidad política y el buen hacer de su jefa o tirarla al pilón.
 Y es que esta puesta en escena a la que me refiero ha sido una obra maestra de manipulación. En primer lugar nuestra Presidenta, con tono afligido pero muy castizo –que no se diga que no es de “Madrí”- nos dice que han “tomado” el criterio –yo lo siento mucho, pero los criterios no se “toman”: se siguen; lo que se suele tomar son las decisiones o los vinos- de que es mejor bajar el sueldo a los funcionarios que despedir a 40.000 trabajadores interinos. Y claro, aquí los funcionarios y los sindicatos que los representan se ven entre la espada de denunciar esa bajada de sueldo y la pared de aparecer como los culpables del despido de 40.000 trabajadores. Pero como no hay mal que por bien no venga, a renglón seguido –o dos o tres más abajo- nos comunica una medida aparentemente revolucionaria, pero que en realidad es una muestra del populismo más rancio, aunque hay que reconocer que como cortina de humo no tiene parangón: la rebaja a la mitad de los diputados del Parlamento Madrileño. Digo yo que un Parlamento debe tener los parlamentarios necesarios para garantizar la representatividad social y política, sean éstos 129 o dos millones. Porque si 129 diputados son muchos ahora también lo eran hace veinte años y aquí nadie ha dicho esta boca es mía al respecto. En realidad, lo de menos es si sobran o no sobran diputados. De lo que se trata es de que la tan cacareada medida sólo se llevará a cabo en el año 2015, previa modificación del Estatuto de Autonomía, modificación ésta que ha de contar con una mayoría de dos tercios de la Cámara y después ser ratificada por el Parlamento Nacional. En resumen, que la Señora Esperanza Aguirre sabe perfectamente que la reducción parlamentaria no se llevará a cabo nunca, o bien porque el parlamento madrileño no la autorice, o bien porque el nacional no la ratifique, o bien porque, llegada la hora de la verdad, se le ocurra algo para echarla atrás. En todo caso yo me apuesto lo que sea con quien sea a que en el año 2015 tendremos nuestros 129 diputados autonómicos, si no alguno más.
 ¿Y qué ha querido tapar la señora Aguirre?. Que esta vez los palos no van sólo contra los funcionarios, sino contra todos los que tengan la desgracia de vivir en Madrid. Así que se suben tasas –las que todos pagamos- como la que se abona por las escuelas infantiles dependientes de la Comunidad y se inventan otras nuevas, como imponer peajes en las autovías madrileñas, pero no se suben impuestos. Los que tanto aplaudían a la Presidenta por poner en su sitio a los trabajadores públicos, ahora se ven liados en la misma madeja que se citaba al principio. Como ya dijo Brecht, “cuando al final vinieron a por mí ya era demasiado tarde”