sábado, 18 de noviembre de 2023

¿Dónde está García Page?

 ¿Dónde están las llaves? Matarilerilerile, en el fondo del mar matarilerilelón. ¿Dónde está García Page? Supongo -y espero- que no en el fondo del mar, pero si en el medio de la estepa castellano-manchega cual si fuera el rincón de pensar. El que iba a ser el héroe de la democracia española ni está ni se le espera así que voy a aprovechar su estancia en el limbo de los justos para hacer un esbozo del personaje a partir de algunos de los decires que ha pronunciado últimamente.

Le escuché decir al señor García Page -y esto sé que lo dijo porque lo oí- que si un político se traiciona a sí mismo es su problema, pero que si traiciona a su país entonces es un traidor. Yo pensaba, como todos los que lo escucharon, que se refería a su jefe el señor Sánchez Pérez-Castejón, pero no. Visto lo visto parece ser que se refería a él mismo. Si piensa lo que dijo, entonces se ha traicionado a sí mismo, ha traicionado a su país, ha traicionado a sus votantes que van a ser los que van a pagar el trasvase de fondos al País vasco y Cataluña, pero sobre todo ha traicionado, como su amo, a la izquierda y eso es lo que debería de preocupar a la izquierda -o al menos es lo que a mí me preocupa- y no las manifestaciones -legítimas por otro lado- de un montón de ciudadanos.

Por otra parte, leí en los periódicos -esto no lo oí, así que no puedo asegurar su verdad- que el señor García Page le había dicho al señor Feijoo que no buscara tránsfugas entre sus diputados porque eso era una inmoralidad -el transfuguismo, se entiende. Yo más bien considero que lo que es una inmoralidad de las gordas es dinamitar la Constitución y las bases del Estado de Derecho para comprar unos cuantos votos o pactar con corruptos y terroristas, de los de quemar contenedores y de los de tiro en la nuca, para perpetuarse en el poder, Lo cual, además, convierte a quien lo hace en un presidente ilegítimo, pues la legitimidad de un gobernante tiene que ver con la moralidad de sus actos, a ver si de una vez nos leemos bien a Maquiavelo. De todas formas esto solo afectaría a la conciencia moral del señor García Page, si es que la tiene que yo quiero creer que sí. Lo que afecta directamente a nuestro sistema político es confundir, una vez más, el voto en conciencia con el trasfuguismo político. Los parlamentarios se han convertido en un montón de robots que alzan la mano o le dan a un botón a las órdenes de sus jefes. Siendo así, sería mejor y nos saldría más barato despedir a todos los diputados y dejar tan solo a un representante por partido que contara con 150, 120 o 50 votos (y si alguno tuviera la mayoría absoluta pues sólo a él).  Nos ahorraríamos un montón de dinero. Además, siendo tan pocos, a lo sumo seis o siete, se podrían reunir en cualquier bar y se podría utilizar el edificio del Congreso para realizar espectáculos, que al fin y al cabo es para lo que ya sirve, solo que se podría cobrar entrada y también se ingresaría dinero en las arcas del Estado. Y ya puestos, puesto que ganar o perder las elecciones parece ser que tampoco tiene ninguna importancia y lo que cuenta es la aritmética parlamentaria que está ahora tan de moda, podríamos eliminarlas y dejárselo todo a las matemáticas: hacer unas prospecciones estadísticas y probabilísticas de los votos parlamentarios que va a tener cada partido  y luego en el bar que los representantes  se pongan de acuerdo en quién gobierna.

Cuando yo era niño remedábamos el famoso pasodoble “Manolete” cantando “Manolete, si no sabes torear pa´que te metes”. Remedando el remedo yo diría hoy “García Page, si no vas ni a torear, pa´que te metes”.


viernes, 17 de noviembre de 2023

Amnistía y lenguaje

 Leyendo ayer a un articulista en un periódico nacional, se me ocurrió que, siguiendo su parecer, a partir de hoy voy a empezar a designar a nuestro flamante presidente del Gobierno como Sr. Sánchez Pérez-Castejón, pues supongo que hay muchos señores Sánchez en España que son muy buenas personas y así se evitan confusiones y malos entendidos. En todo caso, aunque traído por los pelos y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, ahora que tan aficionados nos hemos vuelto todos a los refranes, quisiera comentar algo que, aunque ya he dicho otras veces, no por ello deja de tener su vigencia, y es cómo la perversión del lenguaje puede manipular la realidad.

Como supongo que muchos de ustedes saben, el significado de una palabra hacer referencia a la realidad que nombra esa palabra. El significado es la relación que existe entre el lenguaje y la realidad, de tal  forma que si se altera el significado de un término se altera, de alguna manera, la realidad. No otra cosa ocurre cuando “general” pasa a significar “particular”, “reaccionario” “progresista” -y su viceversa-, “convivencia” “enfrentamiento”, “autocracia” “democracia” “nosotros” “yo”, “Estado” “yo”, “País” “yo” y miles de ejemplos más acabados en “yo”

Pero podemos ir más allá del simple significado. Hubo en los años setenta una tesis lingüística -conocida como “tesis de Saphir-Worff”- que venía a decir algo así como que el lenguaje que uno utiliza condiciona su manera de percibir y entender el mundo. El señor Sánchez Pérez-Castejón y sus secuaces con cerebro de platelminto han llevado esta tesis mucho más allá y han hecho que el lenguaje cree o fabrique la realidad. De tal manera que esta tesis, la “tesis Sánchez-Puigdemont” -aunque lo más justo sería llamarla la “tesis Goebbels” por aquello de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad- ha conseguido que lo que ayer era inconstitucional, hoy sea constitucional, o que más de la mitad de los españoles se hayan -nos hayamos- convertido de un día para otro en fascistas, o que quien ha ganado las elecciones las haya perdido y quién las ha perdido las haya ganado y así se diga que el problema de la oposición, que ganó las elecciones, es que no acepta el resultado electoral, lo que en una realidad real, y no en una realidad paralela, significaría que la oposición no acepta que ha ganado las elecciones, lo cual resulta ya un absurdo digno de una obra de Ionesco. En esta realidad paralela en la que nos hacen vivir los viejos-nuevos gobernantes, todo es de color de rosa, todo funciona muy bien, tenemos cubiertos todos los derechos y servicios sociales y atamos a los perros con longanizas (otro refrancito). Lo que los platelmintos anteriormente citados parece que desconocen es que es muy fácil crear esa realidad, y que, aunque la mona se vista de seda mona se queda. Que en España quien introdujo la seguridad social y las pagas extraordinarias, quien hizo que todos los españoles tuvieran trabajo, un pisito y un seiscientos fue Franco, y eso no hace que Franco sea otra cosa que un dictador y un asesino de masas.  Así, que el señor Sánchez Pérez-Castejón diga -y por lo tanto convierta en realidad, puesto que, como Dios que es, su palabra crea realidad “dijo hágase la luz, y la luz se hizo”- que vamos a vivir en el mejor de los mundos posibles gracias a su gobierno no excluye que sea un dictador.


viernes, 3 de noviembre de 2023

Nombres

 Cantaba Bob Dylan que el hombre puso nombre a los animales, y por estos lares solemos decir que aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Ya he dicho alguna vez que eso de la posverdad es muy antiguo, se lo inventaron los sofistas allá por el siglo V a.c. y El nuevo invento de los llamados “relatos” es caso tan antiguo como la posverdad, pues ya los sofistas se fabricaban su propio “relato” sobre la realidad”. Centrándonos en el asunto del título podemos considerar que, si bien el nombre de algo no es más que un signo arbitrario que se pone a ese algo para poder identificarlo entre el resto de los algos, también es cierto que con el tiempo nombre y algo acaban teniendo una relación tan estrecha que puede llegar a pensarse que la esencia de lo nombrado se encuentra en el nombre, es decir, que hay más que una simple relación de significante y significado o que el significado pertenece de forma natural al significante. Estamos ni más ni menos que ante el problema medieval de los Universales, el que sale en  “El nombre de la rosa”, y de hecho, si somos platónicos, podemos llegar a pensar que es la existencia de la esencia lo que permite darle nombre a ésta. Si esencias no hay nombres, diría Platón.

Viene todo esto a cuento, no ya de la famosa amnistía que el señor Pedro Sánchez va a conceder a los condenados catalanes por el 1-O, puesto que de amnistía se trata al fin y al cabo, sino de la expectación que se ha creado en los círculos políticos y mediáticos acerca de cómo se la va a llamar. Como decía al principio, aunque la mona se vista de seda mona se queda y se llame como se llame la amnistía lo que cuenta es la esencia a la que se refiere el nombre, y esa esencia será la de una amnistía. Aun así parece ser que la van a llamar algo así como “Ley por la convivencia política”. Es decir, van a hacer equivaler el hecho de olvidar unos delitos con la convivencia o, como decía antes, sobre este cimiento es sobre el que van a construir su relato. Lo que no nos dice el relato, y a lo mejor por eso es un relato y no una realidad, es de qué manera se puede hacer encajar un delito, es decir la ruptura de la convivencia social, precisamente con aquello que ha roto, que es la convivencia. De la misma manera que al principio decía que los nombres son signos arbitrarios que se asignan a objetos, las leyes son consensos sociales que tienen como objeto mantener el orden y la armonía sociales. Si uno incumple la ley lo que está haciendo, entonces, es romper la convivencia entre los ciudadanos. No se entiende muy bien, así, cómo es posible que una ley que tiene por objeto perdonar a los que han cometido un delito, y por lo tanto han roto la convivencia, sirva para recuperar la convivencia. Es como si nos dijeran que una ley que sacara a todos los asesinos de la cárcel, serviría para devolver la vida a sus víctimas. Y lo más epatante del caso es que todo esto que he dicho es, al fin y al cabo, baladí, al lado de la posverdad verdadera de que se hace por el interés general del país. Como se decía cuando yo era pequeño: claro, y yo soy tonto y me lo creo.