viernes, 24 de diciembre de 2010

Cultura y propiedad

 En todo este asunto de la tan traída y llevada “propiedad intelectual” hay dos cosas que me chirrían, que no acaban de encajar dentro de mis estructuras conceptuales. La primera es el concepto mismo de “propiedad”. Entiendo que cuando se hace referencia a la “propiedad intelectual” no se está aludiendo a la autoría de una obra. Cervantes es el autor del Quijote y Beethoven de la Heroica, aunque jamás cobraran ni un euro en concepto de derechos de autor. Robar la autoría de una obra tiene un nombre: se llama plagio, y existen mecanismos legales que lo persiguen y lo castigan. Así, que en este contexto, el término “propiedad” sólo puede entenderse desde una organización social capitalista. Es decir, como aquella propiedad que genera beneficios y capital: propiedad privada. En este sentido, el supuesto robo de la propiedad intelectual no lo sería del trabajo de un autor, de su obra –no sería un plagio- sino sólo de los beneficios que genera, beneficios que no redundan en beneficio de la sociedad, cosa que sólo haría –en su caso- la obra que, como ha quedado demostrado, no es robada en ningún caso. Entiéndase bien: en un orden capitalista cada uno se gana la vida como mejor le parece –de ahí que la ley que supuestamente defiende la propiedad intelectual se encuadre dentro una ley de Economía Sostenible, y algún día comentaré como la Economía Sostenible no es nada progresista, sino más bien una necesidad del capitalismo-. Que no se diga, entonces, que defender un beneficio económico es defender la Cultura.
 Y aquí entro en el segundo concepto que no me acaba de encajar: la idea de “cultura” que se está manejando. En primer lugar, y como lo más evidente, sería muy discutible que ciertos discos que se editan, ciertos libros que se publican o ciertas películas que se proyectan pudieran ser calificadas como Cultura en ninguna de las acepciones del término. En segundo lugar, yo les recomendaría a nuestros “creadores” que fueran un poquito más modestos y no se crean la personificación de la Cultura. Les puedo asegurar que ésta no se va a ver afectada porque dejen de escribir o de tocar la guitarra. En el fondo, todo está inventado ya. En tercer lugar, y fundamentalmente, la Cultura, para que sea tal, tiene que permeabilizar toda la sociedad, tiene que llegar a todos los ciudadanos para cumplir su función definitoria de dignificación y desarrollo humanos. Mucho me temo que esto es lo que pasaba por la cabeza de Kant cuando escribió la Crítica de la Razón Pura o por la de Goya cuando pintó Los fusilamientos de la Montaña de Príncipe Pío, y no el hecho de obtener un beneficio económico. Si se le pone precio a la Cultura se está cercenado esta posibilidad de universalización, se la está “desculturizando”. Sería interesante que nuestros autores, que son tan “cultos”, releyeran a Tomás de Aquino, que en el siglo XIII comprendió que la Cultura, para que fuera tal, tenía que salir de los claustros de los conventos y llegar a las Universidades –de “Universal”-. Resulta curioso como todos los que hablan de la “propiedad intelectual” como defensa de la “cultura” no se han pronunciado al respecto de la anunciada privatización del ISBN, lo que sin duda aumentará el precio de los libros y hará que la Cultura llegue a menos gente pero, eso sí, engordará sus bolsillos. En este sentido hace mucho más por la Cultura una editorial virtual que permite descargar gratuitamente –que las hay- una obra que todos los defensores de la “propiedad intelectual” juntos. Con respecto a los herederos que no son capaces de juntar dos palabras seguidas pero viven a lo grande gracias al talento de sus bisabuelos o a los artistas que se consideran atracados mientras disfrutan de sus mansiones en Miami para no pagar impuestos, mejor no hablar.
 En suma, que todo esto no es más que una protesta gremial -apoyada por una Ministra de “cultura” que pertenece al gremio y por un Gobierno que tiene que devolver favores- para defender sus garbanzos. Están en su perfecto derecho de hacerlo, pero, por favor, que no engañen a nadie hablando de Cultura.

martes, 14 de diciembre de 2010

Democracia e información

 La base de la democracia es la existencia de una ciudadanía informada. Este es un axioma político que en este sistema secuestrado por los mercados y los intereses económicos no sólo se olvida, sino que incluso se intenta tergiversar. La idea que se lanza es que cuanto más desinformados estén los individuos más democrático es el sistema, y, de hecho, cualquier intento por proporcionar esa información es considerado un ataque contra la democracia, democracia que se identifica con los estamentos de poder político y económico. Se subvierten así sus mismas bases y se cae de lleno en un sistema totalitario que difícilmente puede revestirse de una máscara democrática.
 Como se imaginarán esta farragosa introducción viene a cuento de los documentos “secretos” del Departamento de Estado de los Estados Unidos revelados por Wikileaks y del destino, no por esperado menos indignante, de su creador.
 Los norteamericanos tienen muchas virtudes, pero también algún defecto. Quizás el más acusado sea creer que sus pautas morales deben ser compartidas por toda la humanidad. Resulta sintomático que el supuesto delito por el que finalmente se ha encarcelado a Julian Assange haya sido de carácter sexual. Quizás el puritanismo de origen de la sociedad estadounidense no le permita verlo –yo, sinceramente, confío en que sí- pero que todo esto es un montaje es algo que podría ver el más ciego de los ciegos. No voy a entrar en detalles porque sería algo así como tener que justificar que el cielo es azul.
  Internet es la más poderosa herramienta de comunicación jamás inventada. Y desde que se inventó, tanto los poderes políticos, por medio de la censura directa, como los económicos, a través del control de los servidores, han intentado neutralizar sus efectos. No hay más que ver como los medios de comunicación que han tenido acceso a los famosos documentos los están publicando con cuentagotas y en una sutil manipulación o, como expreso el diario El País, de forma responsable. El caso es impedir, de una manera o de otra, que los ciudadanos accedan directa y libremente al sitio de Wikileaks y decidan por sí mismos qué es relevante y qué no. Y el caso es que lo que aparece en esos documentos no debería de resultar extraño para cualquiera que tenga ojos en la cara. Si dejamos aparte la morralla de los cotilleos acerca de la salud mental de la Presidenta de Argentina o la operación de nariz del Presidente boliviano, todo lo que aparece en ellos era algo sabido, o al menos sospechado: que los Estados Unidos pagaron por trasladar a los presos de Guantánamo, que en la defenestración del juez Garzón intervinieron poderes que no eran los de la Falange o Manos Limpias, que el fiscal general del Estado no decidió por su cuenta no procesar a los asesinos de José Couso o que España apoya a Marruecos en el conflicto saharaui. Lo que resulta relevante es que todos los gobiernos y algunos periodistas hayan coincidido en que sacar a la luz estos documentos supone un peligro, no sólo para la seguridad de los Estados, sino para la labor de la diplomacia internacional. Eso supone admitir que el sistema global se fundamenta en la mentira, el engaño y la extorsión, cuando no en algo más grave como el asesinato. Algo que, por otra parte, ya sabíamos.
 Y con esto vuelvo al principio. Cualquier intento de acallar, controlar o desvirtuar un flujo de información es un ataque directo contra los fundamentos de la democracia. Pero ya se sabe que la información, el conocimiento, es poder, y cuantos menos la tengan mejor.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Privilegiados

 Que el lenguaje configura la realidad es una idea tan antigua como la Filosofía. Las perversiones del lenguaje, entonces, suponen una perversión de la realidad. En los estamentos de poder esto es algo que se tiene muy en cuenta y Orwell ya lo dejó ver cuando introdujo en su obra 1984 el concepto de “neolengua”. Hoy en día estamos asistiendo, de nuevo y una vez más, a la subversión de la semántica de un término, cuando ya se han subvertido otros como “libertad” y “democracia”. La palabra “privilegio” siempre se ha asociado con el estatus social de una clase dominante que vivía a costa de todos aquellos que no poseían sus privilegios (ya fueran de sangre o de fortuna) y que se veía obligada a ganarse su pan –y el de los privilegiados- con el sudor de su frente. Estos privilegios normalmente tenían un origen divino –el gobernante lo era por la gracia de Dios- hasta que a partir del desarrollo del capitalismo pasaron a asociarse a la capacidad de un individuo para generar capital en su propio beneficio –la hoy llamada “iniciativa emprendedora”-. Lo que está ocurriendo actualmente es que se está tendiendo –y no por casualidad- a confundir el término “privilegio” con el término “derecho”. Así, los derechos laborales conseguidos a costa de tanto esfuerzo y tanta sangre son considerados -por parte incluso de gobiernos supuestamente socialistas, que deberían saber, si es que realmente lo son, la diferencia entre ambos términos- como privilegios. Derechos que incluso figuran en la Constitución como tales, como el derecho a un trabajo estable, a una vivienda digna o a un salario que cubra las necesidades básicas, son considerados privilegios por el gobierno del PSOE, que no duda en utilizar todas las herramientas a su alance para neutralizarlos.
 Aun así, en España se pueden encontrar varias castas privilegiadas que, curiosamente, no coinciden con los parámetros que usa el Gobierno. Para empezar, y por definición, los primeros privilegiados que existen en nuestro país son el Rey y toda su familia -insisto, por definición un Rey tiene privilegios por el hecho de ser Rey y éstos son los que le permiten serlo-. Después tenemos a los cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes de toda laya que viven –estupendamente- a costa del dinero que este Gobierno tan empeñado en eliminar los privilegios tiene a bien regalarles. Qué decir, siguiendo con nuestra enumeración de las casta privilegiadas, de los políticos, individuos e individuas sin ninguna preparación cuyo único mérito ha sido saber medrar, que no han trabajado en su vida y que se lo llevan muerto –hasta que ellos mismos se mueran- sólo porque el jefecillo de turno les ha hecho el favor de incluirles en una lista cerrada que la población se ve obligada a votar. Y en cuanto a su supuesta vocación de servicio a la sociedad, el ejemplo más reciente lo tenemos en el señor Montilla, que en cuanto ve que se aleja del poder, y de los privilegios que supone, dimite de todos sus cargos, incluido el de Diputado que, uno piensa, es un mandato popular. Privilegiados son los empresarios y los banqueros que, cuando las cosas van un poco mal, exigen al Estado que sufrague sus bonus y sus jubilaciones millonarias a costa del dinero de todos los que tienen el “privilegio” de trabajar. Privilegiados, en fin, son todos aquellos –pseudo periodistas, famosetes y caraduras en general- que viven del cuento y de su cara bonita y, eso si, son los primeros en acusar de privilegiados a los que se parten la espalda para pagar una hipoteca. Así que si el señor Rubalcaba quiere de vedad acabar con los privilegios, ya tiene por donde empezar.

viernes, 10 de diciembre de 2010

El fascismo del PSOE (y 2)

 Si hay algo que el Gobierno del PSOE (que no socialista) ha planeado bien y le ha resultado mejor ha sido todo este asunto del Estado de Alarma a raíz de la protesta de los controladores aéreos. Todos los pasos han sido milimétricamente estudiados. Aprobó el Decreto que regulaba sus funciones en el momento oportuno, conociendo más que de sobra cómo reaccionarían los afectados y las consecuencias que esto traería. Y estoy casi seguro que la orden para pasar al Estado de Alarma estaba firmada antes de que se aprobara dicho Decreto (ahí están las palabras de la Ministra de Defensa: “se han puesto las condiciones para que el caos no vuelva a repetirse”): los controladores aéreos cayeron en la trampa como conejitos. En realidad lo que buscaba el Gobierno no tenía nada que ver con ellos. El objetivo oculto de todo este follón no es otro que mostrar a la población que en cualquier momento, ante cualquier protesta social de cualquier colectivo que ellos consideren privilegiado (y no olvidemos que no hace mucho Leire Pajín nos recordó que cualquiera que conservara su puesto de trabajo era un privilegiado) el Ejecutivo puede ponerla bajo mando militar.
 Existen dos indicios claros de lo anterior. El primero es que ningún controlador ha sido despedido, cuando la reacción más lógica, democrática y ajustada a Derecho hubiera sido despedir a todos aquellos que abandonaron su puesto de trabajo, en vez de declarar un Estado de Alarma cuando no existía ninguna razón objetiva para ello. Esto nos lleva al segundo indicio. Nada justificaba la declaración de dicho Estado de Alarma en el conflicto de los controladores. El espacio aéreo se cierra total o parcialmente cada vez que el Rey, el Papa o algún dignatario nacional o extranjero sobrevuela nuestro territorio, lo que provoca retrasos y cancelaciones de vuelos. En el año 2004, en medio de un ataque contra la población civil y con 193 muertos de por medio no se decretó la alarma. No conocemos –y este plural no es mayestático- los criterios que ha seguido el Gobierno para ordenar la alarma, lo que me lleva a pensar que la única razón era demostrar que puede hacerlo cuando le venga en gana si con ello puede desactivar una protesta social.
 El Gobierno ha tomado una medida demagógica y populista que tenía como meta –entre otras cosas como se ha podido ver- desviar la atención. Los controladores aéreos no son mis enemigos de clase ni los de la clase trabajadora –lo diga quien lo diga- sino el FMI, el BCE, los banqueros, los empresarios y la UE. Mi problema como trabajador no es que los controladores cobren mucho o tengan más derechos –no privilegios- que yo, sino que yo cobro muy poco y cada vez se recortan más mis derechos. A todo esto los partidos supuestamente de izquierda no dicen esta boca es mía – no es conveniente enfrentarse a las masas- mientras que la derecha aplaude la medida y se frota las manos –Mariano Rajoy dijo el otro día que apoyaba al Gobierno en este asunto, pero le recordaba que su solución había sentado un precedente-. Dentro de unos meses, cuando gobierne el PP y decida militarizar una fábrica que se declare en huelga toda la izquierda (autoproclamada) tendrá que cerrar el pico, porque han sido ellos los que han dado el pie forzado. Eso, si no pasa algo más gordo. Porque en 1934 el Gobierno mandó al Ejército a sofocar las revueltas mineras en Asturias y en 1936 ese mismo Ejército dio un golpe de estado que supuso tres años de Guerra Civil y cuarenta de dictadura. El pueblo que olvida su historia –y no conozco ninguno como el español empeñado en hacerlo- está condenado a repetirla.

sábado, 4 de diciembre de 2010

El fascismo del PSOE

 Este escrito se estructura sobre dos premisas que deben quedar claras desde el principio: 1) los controladores aéreos son trabajadores desde el momento en que venden su fuerza de trabajo a cambio de un salario, independientemente del sueldo que cobren. Eso es lo de menos para el caso que nos ocupa y quizás, sólo quizás, el problema no es que sus emolumentos sean muy altos, sino que los del resto de la población son muy bajos; 2) el asunto va mucho más allá del problema concreto de dicho colectivo, y se sitúa en unas esferas que afectan a toda la sociedad y son altamente preocupantes.
 La tendencia al totalitarismo del actual Gobierno se ha quitado la máscara. Ya no se trata de decirnos qué debemos hacer o pensar. Su última decisión con respecto al conflicto de los controladores aéreos cae directamente dentro de la definición de fascismo. Según la premisa 1) los controladores han defendido sus condiciones laborales frente a un decreto que no sólo privatiza la gestión de los aeropuertos españoles –algo que ya de por sí debería de haber sido objeto de una respuesta política- sino que además les obliga a recuperar las horas por baja médica o los permisos. La respuesta del Gobierno ha sido poner un sector civil bajo control militar, de tal manera que todos aquellos trabajadores que no acudan a sus puestos de trabajo pueden ser imputados por desobediencia a la autoridad militar y sedición. Esto es lo que hizo Franco en 1936: acusar de rebelión militar a todos aquellos civiles que no acataron su golpe de Estado. El señor Rubalcaba ha dicho que a los sediciosos les esperan graves penas de cárcel. Supongo que la Policía Militar irá a buscarlos a sus casas –preferiblemente por la noche para que no se arme mucho ruido- y serán juzgados y encarcelados. Un trabajador preso por defender sus derechos laborales es un preso de conciencia, un preso político, propio de los estados totalitarios. El señor Ministro de Fomento –que no sabe hacer la o con un canuto, literalmente, y además se jacta de ello- debería de saber que la población civil no está obligada a obedecer las órdenes de un militar. Y si algo parecido está recogido en la Constitución, entonces la Constitución es fascista. Dentro de la manipulación informativa a la que nos hemos visto sometidos en este asunto –escasamente dos minutos para dar la versión de los controladores frente a más de una hora contándonos lo mal que lo están pasando los que no han podido salir de vacaciones, cuestión importante dónde las haya- hemos podido escuchar como algunos trabajadores han sido obligados por las fuerzas militares a permanecer en su puesto de trabajo a punta de pistola. Esto debería ser suficiente para que cualquier miembro honesto de este Gobierno presentara su dimisión inmediata: si así no ocurre habrá que asumir que ninguno es honesto. Y por si a alguien le cabe alguna duda de que esta medida es una medida fascista baste como prueba que es la única de las que ha tomado este Gobierno que han aplaudido todos los medios de la ultraderecha.
 Pero según la premisa 2) el problema va más allá. Que nadie se llame a engaño: esto es un aviso para navegantes. A partir de ahora cualquiera que inicie una protesta contra las políticas antisociales del Gobierno sabe que corre el riesgo de ser militarizado y enviado a prisión. Médicos, profesores o cualquier otro colectivo de los que están viendo seriamente dañados sus derechos laborales por la política regresiva y, ahora lo sabemos, fascista de este Gobierno, pueden ser encarcelados si se atreven a abrir la boca. De hecho, yo mismo corro el riesgo de acabar en prisión según la nueva normativa que se prepara que prevé penas de cárcel para aquellos que insulten a los políticos en Internet –aunque que el señor Blanco no sabe hacer la o con un canuto no es un insulto, es la realidad-. Uno se pregunta por qué estas medidas tan contundentes no se tomaron hace unos años, nacionalizando los bancos y las empresas que estaban, supuestamente, en quiebra. En la República de Weimar el gobierno socialdemócrata mandaba a la policía a apalear a los trabajadores. Y todos sabemos como acabó aquello –por si el señor Blanco no lo sabe le diré que fue lo que dio pie al régimen de Hitler-. El Gobierno del PSOE sólo sabe tomar medidas contra los trabajadores. Esto se querrá entender o no. Pero, como dijo Brecht, cuando vengan a por los demás será demasiado tarde

martes, 30 de noviembre de 2010

Qué es una amenaza

 Corea del Norte ha lanzado unas cuantas bombas contra una pequeña isla del Mar Amarillo, propiedad de Corea del Sur. Es lo que suele pasar cuando las heridas no se curan como dios manda. Y cuando nos olvidamos de la Historia; de cómo la dictadura militar surcoreana, con la ayuda inestimable de las tropas de los Estados Unidos de América, empujó al Partido Comunista de Corea hasta la frontera de China, allá por los años 50 del siglo pasado; y cómo China ayudó a su vez al Partido Comunista de Corea a empujar a los norteamericanos hacia el sur, hasta que la ONU decidió dividir el país por el paralelo 38: el norte, para los comunistas, el sur, para los Estados Unidos. Como decía, y salvada la digresión, el caso es que Corea del Norte ha bombardeado una isla de Corea del Sur. No digo yo que esté bien tirarle bombas a nadie, pero de ahí a la campaña mediática que se ha formado en torno al acontecimiento, considerado como una amenaza gravísima para la estabilidad mundial por todos los medios occidentales, y poco menos que como el preludio de la III Guerra Mundial media un abismo: qué necesario es el miedo para controlar a la población.
 Lo más evidente aquí sería preguntar por qué bombardear Trípoli o Belgrado o Bagdad con bastantes más bombas de las que ha lanzado Corea del Norte no es una amenaza para la paz mundial, sino al contrario, su salvaguarda. O por qué es tan terrible que los norcoreanos posean armas nucleares y no lo es que las tengan Israel o Pakistán. Esto, insisto, es lo más evidente. Pero existe otra amenaza menos evidente, no tanto porque no lo sea como porque ya se están encargando de velarla. A poco que uno sea capaz de leer las noticias que aparecen en los periódicos se dará cuenta que actualmente está en marcha otra guerra y ésta si que debería preocuparnos: la guerra de los mercados contra los Estados, cuya última víctima ha sido Irlanda. El resumen de todas las noticias es el mismo: los mercados han atacado a Irlanda y la UE se ha visto obligada a rescatarla. Si esto no es un lenguaje bélico que me digan lo que es. Lo que supone esta guerra, y esto si que pone los pelos de punta, no es otra cosa que la destrucción del Estado y, con él, de la idea de ciudadanía surgida en la antigua Grecia y apuntalada en la Ilustración. Estamos viendo cómo el interés general que representa la política está siendo sustituido por el interés particular de unos pocos. Porque tampoco hace falta ser un lince para darse cuenta de que esta guerra está a punto de ser ganada, si no lo ha sido ya, por los mercados. Los representantes políticos ya se han rendido con armas y bagajes ante el ataque de los especuladores y todas las medidas que toman han sido decididas e impuestas previamente por éstos. Tan sólo queda la sociedad civil pero esta está demasiado ocupada con otros temas más importantes, como el partidito entre el Barcelona y el Madrid.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Sahara

 La Señora Ministra de Asuntos Exteriores del Gobierno español se ha enterado de lo que está pasando en El Aaiún después de hablar con Mister Obama. Antes de eso, y según sus propias y reiteradas declaraciones, no tenía conocimiento de lo que ocurría. La Señora Ministra de Asuntos Exteriores del Gobierno español debía de ser la única persona que no sabía lo que ocurría en el Sahara. Esto nos hace pensar que, o bien es rematadamente tonta, o bien es rematadamente cínica. Más bien me inclino por lo segundo. Lo primero que hace un Estado que quiere cometer un genocidio es quitarse de en medio a los testigos, expulsar a todos los medios de comunicación. Y luego declarar que hay una campaña mediática en su contra –aunque aquí hay que reconocer que los contenidos de ciertos programas de la ultraderecha llamando a la cruzada antimarroquí al final les acaban dando la razón- . Esto es lo que hizo Franco en Badajoz, no dejando entrar a los periodistas mientras exterminaba a media ciudad, o en Gernika, y es lo que ha hecho su aventajado alumno Mohamed VI en el Sahara. Por eso la Señora Ministra de Asuntos Exteriores del Gobierno español no tiene información, y me cuesta creer que alguien supuestamente tan preparado no conozca un axioma político tan simple.
 ¿Por qué dice entonces la Señora Ministra que no se puede intervenir en el Sahara porque no se posee información de lo que pasa?. Quizás porque hay que proteger las relaciones comerciales con Marruecos. Esas relaciones comerciales que se centran casi exclusivamente en la venta de armamento, el mismo con el que se está exterminando al pueblo saharaui –los marroquíes ya tienen experiencia en el uso de armas españolas: las usaron contra el ejército español en Annual y las volvieron a usar para exterminar a la población española entre 1936 y 1939-. O quizás, como ha dicho el Señor Presidente del Gobierno de España, porque Marruecos es un colaborador activo en amenazas serias. Como se supone que al decir esto se refiere al terrorismo islámico, y no al tráfico de hachís, por ejemplo, a lo mejor habría que recodarle que actitudes como las de Rabat lo único que hacen es crear un nido de odio y miseria que fácilmente desemboca en el extremismo violento. O que el talante expresado con sus palabras es el mismo que tomaron las potencias democráticas durante la Guerra Civil y la posterior dictadura, considerando a Franco, al fin y al cabo, un muro contra el comunismo. O también puede ocurrir, como se dice ahora, que hay que mantener una postura neutral para poder ayudar, olvidando que la toma de distancia frente a las violaciones de los Derechos Humanos es en sí misma inmoral.
 En todo caso lo que el Señor Presidente y la Señora Ministra deberían saber –y parece que no saben- es que el Sahara es responsabilidad española, que lo abandonó en manos de Marruecos siendo Jefe de Estado en funciones Su Majestad el Rey Don Juan Carlos I, íntimo amigo de Hassan II, el papá de Mohamed VI y del que este último aprendió, como demuestra, muchas cosas. Como está claro que el Estado español va a seguir haciendo dejación de sus responsabilidades en este asunto per secula seculorum, tal vez lo que deberían de hacer los saharahuis es vender sus reservas de petróleo y sus yacimientos de fosfatos a las empresas multinacionales norteamericanas y británicas, y no tardaríamos mucho en ver como Rabat era bombardeado por las fuerzas de la OTAN, incluida, ahora sí, España.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

La zorra en el gallinero

 Que un Jefe de Estado no puede imponer leyes en un estado que no es el suyo es algo que se da por hecho. Mucho más si se trata del presidente de una sociedad privada o particular. Así que cuando el señor Rodríguez Zapatero dice que el Papa no va a imponer leyes en España en realidad no está diciendo nada, ni demostrando nada, ni haciendo ninguna revolución: se mueve, como siempre, en el terreno de la vacuidad. Pero como ahora resulta que nos hemos vuelto de izquierdas tan de golpe y hay que recuperar votos a toda costa, nos ponemos la careta del laico impenitente y con un poco de suerte tiramos para adelante cuatro añitos más, que ya nos hemos encargado de moldear la mente de la sociedad para que se deje engañar una y mil veces.
 Lo que me resulta más sorprendente es que todavía haya gente que se sorprenda de las cosas que dijo el Papa cuando anduvo por aquí la semana pasada. Para empezar, lo que tenía que haber hecho el Gobierno para demostrar de verdad que éste es un estado aconfesional es no haber sufragado la dichosa visita: ni ésta ni ninguna. Si el señor Ratzinger quiere venir a España en visita oficial en calidad de Jefe de Estado, pues se le recibe como tal y ya está. Si quiere venir en calidad de cabeza visible de una entidad particular a dar una misa o dos, pues se lo paga él o sus asociados, y el que quiera verlo que abone una entrada, como hago yo cuando voy a a ver a los Rolling Stones. Pero lo que no se puede hacer es meter a la zorra en el gallinero y luego quejarse de que se ha comido las gallinas.
 Y es que a veces lo que resulta obvio no lo es tanto, y si el señor Zapatero no dice nada cuando dice lo que dice, tampoco hace nada para evitar lo contrario: que la Iglesia católica siga teniendo un peso político en España impensable para los tiempos que corren. Y como resulta que, aunque la careta laica da votos, la Iglesia también los da, de momento se paraliza la Ley de Libertad Religiosa, que tiene bemoles que en pleno siglo XXI todavía haya que estar hablando de ella y además regularla por ley. Alguien debería recordarle a nuestro Presidente del Gobierno que el movimiento se demuestra andando y que lo que hay que hacer es eliminar de una vez los beneficios fiscales de la Iglesia Católica, dejar de subvencionarla de forma directa o indirecta, hacer que sus colegios cumplan con las leyes educativas, hacer desaparecer ese anacronismo que se llama “clase de religión”, no permitir que sus obispos y sacerdotes hagan política desde los púlpitos –que para eso está el Parlamento- y tantas otras cosas que para escribirlas aquí necesitaría mucho más tiempo del que el tema se merece.
 Lo mejor de todo es que, ya se sabe, la iglesia es insaciable y cuanto más se le da más exige. Y por ahí andan ahora sus acólitos criticando que el señor Zapatero no acudiera a la misa papal aunque –como ha dicho el señor Artur Mas- no crea. Así que ya lo saben, dentro de poco la Iglesia empezará a exigir al Gobierno que obligue a toda la población a llenar sus templos, aunque no sea creyente. Y es que no se puede meter a la zorra en el gallinero.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Una cuestión moral

 Si algo ha demostrado el señor Don Felipe González Márquez en sus últimas declaraciones acera de su periodo como Presidente del Gobierno es que su sentido de la moral deja mucho que desear. Porque lo que a mí me preocupa –y creo que debería de preocuparnos a todos- no es tanto la decisión que tomó al respecto de eliminar –asesinar- o no toda la cúpula de ETA cuando se le presentó la ocasión, sino que no sepa si hizo lo correcto. Si el señor González no sabe si es o no correcto quitarle la vida a un ser humano entonces poco se diferencia de los asesinos de ETA.
 Ahora bien, las reacciones que han suscitado estas declaraciones en los partidos de la posición destilan también cierto tufillo a analfabetismo moral. Todos se han volcado en denunciar si el señor González era la X o la Y de los GAL e, insisto, no es esa la cuestión, sino el hecho de que en un momento dado alguien pueda considerar correcto asesinar a una persona. El señalar ahora con el dedo acusador a Felipe González de ser el cerebro en la sombra del terrorismo de Estado en España durante la década de los ochenta no es más que hipocresía y demagogia, porque yo estoy seguro de que cualquiera de los que ahora acusan al ex-presidente del gobierno no hubiera dudado en dar la orden de volar por los aires a los jefes etarras si ello le hubiera rentado algún tipo de beneficio. Ya se hubieran inventado a otros si hubiese sido necesario y es que ayer, como hoy, la moral política está supeditada a los intereses electorales.
 No hay que olvidar que la estructura de los GAL fue algo que el gobierno socialista heredó de sus antecesores de la UCD, que crearon, o al menos consintieron, organizaciones como el Batallón Vasco Español, y que España es un Estado terrorista desde hace más de setenta años; que tan terrorismo de Estado es asesinar a miembros de ETA como mandar al Ejército a matar iraquíes (o afganos) inocentes y que España aparece en todos lo informes de Amnistía Internacional como un país donde se practica la tortura de forma sistemática. Todos los medios que ahora estigmatizan al señor González han sido los primeros en pedir la reinstauración de la pena de muerte, y no han dudado en crear una campaña demagógica para ello, disfrazándola de debate público. Eso sin contar con que jalearían la muerte de cualquiera que ellos consideraran un “rojo”, da igual si se trata de un terrorista de ETA o de José Saramago, y hubieran dado saltos de alegría si la decisión de González hubiese sido favorable al asesinato de la dirección etarra. Y el señor Basagoiti, apoyado por el señor Aznar, considera que en la lucha contra ETA debe haber vencedores y vencidos –yo siempre pensé que esto no era una guerra- con lo cual demuestra su afán de acabar con el problema.
 Esta es la catadura moral de los que nos gobiernan, de los que nos han gobernado y, mucho me temo, de los que nos gobernarán.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Buenos ciudadanos

 El sistema educativo actual, tal y como lo declaran todas las leyes que lo constituyen, busca formar buenos ciudadanos. No se conforma con formar ciudadanos a secas, sino que además se pretende que éstos sean buenos. Esta sutil diferencia que supone añadir un simple adjetivo, y que podría creerse que tiene como objetivo buscar una excelencia mayor que la que supondría ser sólo un ciudadano, es en realidad la raíz de todos los males de los que adolece dicho sistema. Si la educación ha tenido siempre como meta la formación de individuos libres y autónomos, es decir, ciudadanos, hoy en día presupone que esos ciudadanos han de ser también buenos. Y es aquí donde empiezan todos los problemas. Porque lo primero que habría que hacer sería determinar qué es un “buen ciudadano” y después, y fundamentalmente, quién decide lo que es ser un “buen ciudadano”. Puesto que las leyes educativas vienen dadas desde los estamentos de poder es éste el que, al elaborarlas, decide cuáles son los parámetros que han de guiar la formación de los jóvenes, y por tanto, decide en qué consiste la bondad de la ciudadanía. Y puesto que podemos dar por supuesto que a esos estamentos de poder no les interesa rodearse de ciudadanos díscolos o rebeldes, que puedan poner en duda no sólo sus decisiones, sino incluso su legitimidad, parece bastante claro que un “buen ciudadano” ha de ser aquél que se muestre sumiso y obediente ante las instituciones establecidas, que trabaje y calle y no de problemas. En torno a estos objetivos giran todas las leyes educativas. Ser un buen ciudadano, por lo tanto, es todo lo contrario de ser un ciudadano. Es su negación, de hecho. Un individuo libre, autónomo y responsable, no obedecerá fácilmente, someterá a crítica toda actuación del poder y, en última instancia, la necesidad del poder mismo: un individuo libre y autónomo no necesita que le gobiernen, porque se gobierna él mismo.
 De esta manera la educación, la Paideia en su sentido más clásico, ha sido expulsada de los centros educativos para dejar paso a la ignorancia, la obediencia ciega, el dogmatismo y la uniformización. Este proceso es irreversible: el espacio para la educación ya no está dentro de los centros educativos y no queda otro remedio que buscarlo fuera.  Para lograr que los centros educativos ya no eduquen ha sido necesario primero expulsar a los educadores. En una operación de mitologizacón sin precedentes, éstos se han visto sustituidos por pedagogos de toda laya, fieles a los dictados del poder que les ha creado y les ha dado fuerza, mientras que los auténticos educadores han sido sometidos a un mobbing masivo –burocratización de sus tareas, proletarización, exigencia de obediencia a normas y procedimientos absurdos, subestimación de su preparación, etc.-. La idea es muy simple: hay que eliminar todo vestigio de racionalidad en el educador. Éste no debe de ser un intelectual, porque de lo que se trata precisamente es de subvertir todo lo intelectual. No es el esfuerzo intelectual el que hará buenos ciudadanos, sino la educación en valores, sentimientos e impulsos irracionales. Lo que se intenta es que los centros educativos sean cada vez más centros de diversión y no de progreso intelectual, porque sólo así se consiguen buenos ciudadanos. Un educador que inspire en sus alumnos un espíritu crítico con la realidad social es por tanto un mal educador, que debe ser reconvertido o marginado. Pensar por uno mismo y además pretender que los demás lo hagan no deja de ser de mala educación.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Cuestión de importancia

 De nuevo el Gobierno nos sorprende con una de esas medidas destinadas a marcar pautas en el desarrollo de la sociedad futura. Ahora ha decidido, en un arrojo revolucionario sin precedentes, eliminar la primacía del apellido paterno a la hora de registrar a los recién nacidos, supuestamente por una cuestión de igualdad y porque imponer a los niños el apellido de su padre en primer lugar parece ser que es anticonstitucional. ¡Qué visión política la de nuestros próceres, que se han dado cuenta de algo en lo que nadie había reparado en casi treinta años!. ¡Y qué esfuerzo intelectual han debido de hacer para tardar, ellos mismos, seis años en darse cuenta!. Con lo racional que resulta que los apellidos se coloquen por orden alfabético y lo bonito que va a quedar que dentro de unas cuantas generaciones todos nos llamemos igual. Si señor, la igualdad empieza por los apellidos, y no por articular medidas que permitan a las mujeres cobrar el mismo sueldo que los hombres por el mismo trabajo, o hacer algo para evitar la sangría diaria de víctimas de la violencia machista. Tal fundamentación racional hace imposible la duda acerca de la necesidad de la nueva Ley de Registro Civil. Se evita así pensar que esta ley no sirve absolutamente para nada, que es una memez sin sentido que sólo tiene como objetivo ocultar cosas bastantes más importantes. Una cortina de humo que le viene bien a todo el mundo, incluida la oposición, que ha lanzado a sus medios contra el Gobierno, porque seguramente a ellos también les conviene que no se piense en determinados asuntos –o directamente que no se piense-, de tal manera que durante unos cuantos meses el debate sobre el orden de los apellidos esté en la calle, con sus bien razonadas posturas a favor y en contra.
 Hay que ser muy obtuso para opinar, por ejemplo, que el hecho de que dos Ministras del Gobierno hayan realizado declaraciones del tipo de que la creación artística no justifica determinados comportamientos -con lo cual nos acercamos peligrosamente a una sociedad totalitaria, done impere la censura, el pensamiento único y el “crimen mental” de Orwell, aparte de cargarnos de un plumazo a todos los creadores de nuestras historia, desde Cervantes hasta Vargas Llosa, pasando por Dalí o Picasso- es más importante que saber cómo nos tenemos que llamar. O para creer que vetar en el Parlamento un debate sobre la reforma de las pensiones, o elaborar una reforma fiscal que tiene como objetivo intentar vender todos los pisos que se pueda para mejorar supuestamente la economía creando otra burbuja inmobiliaria, o que un día el desempleo baje según la EPA y al siguiente suba según las estadísticas de paro registrado, o que unos jueces nieguen la libertad al señor Otegi afirmando que la justicia no depende de la coyuntura política (esos mismos jueces que absuelven al señor Camps o pretenden juzgar al señor Garzón), o que un abogado diga en un juicio que lo humano no puede estar por encima de la Ley (olvidando que las leyes se hacen para las personas) y no pase nada, o que el Estado se haya gastado una millonada que supuestamente no tiene en sufragar la visita del Papa a España, un señor que sólo viene a insultar al Gobierno y a intentar imponernos su moral, demostrando así que seguimos sujetos a los dictados de la Iglesia Católica, es más importante que el orden de nuestros apellidos.
 Pero claro, hay que tener en cuenta que todos somos tontitos y necesitamos a alguien que nos diga qué hacer y qué pensar –aunque a la hora de votar parece ser que nos convertimos en Sénecas y nuestra opinión, reducida a echar un papelito en una urna, es la más importante del mundo, como muy bien nos muestra el spot publicitario para animar al voto en las próximas elecciones catalanas- y que sólo los que mandan saben qué cuestiones son realmente importantes.

viernes, 29 de octubre de 2010

Realidad y ficción

 Vaya por delante que Fernando Sánchez Dragó no es precisamente santo de mi devoción. Eso no quita para que de vez en cuando nos paremos todos a pensar un poquito. En primer lugar a lo mejor el señor Sánchez Dragó simplemente miente en su obra cuando afirma que mantuvo relaciones sexuales con dos japonesas de trece años y lo único que buscaba era precisamente lo que ha conseguido: provocar un escándalo que suponga un montón de publicidad gratuita para su obra. Sea cierta o no la afirmación de este caballero, si ahora le condenamos a las llamas del infierno por unas cuantas líneas de un libro, ¿qué hacemos con La Celestina, con Romeo y Julieta, con La Regenta o con Lolita, cuyas protagonistas tienen todas entre los doce y los diecisiete años?, ¿los quemamos también?, ¿desenterramos a Shakespeare o a Clarín y los sometemos a un auto de fe?. ¿Y el Banquete de Platón?, ¿lo incluímos en un nuevo Índice de Libros prohibidos?. La Literatura es sólo eso: Literatura. Ficción que aunque intente comprender la realidad no debe confundirse con ella. Ese es uno de los grandes problemas que está funcionando aquí. Llevamos tanto tiempo acostumbrados a creernos todo lo que nos dicen que ahora no somos capaces de separar la realidad de sus representaciones, y confundimos un determinado dibujo de la realidad con la realidad misma. El arte, lo mismo que las noticias que salen por la televisión, son interpretaciones de lo real, no lo real. Por mucho que los intereses del poder se empeñen, “esto no es una pipa” y haríamos mejor en preocuparnos de lo que pasa realmente, como que los sacerdotes católicos son los mayores pederastas de los que hasta ahora se ha tenido noticia, que de lo que dice un escritor en un libro, que en el mejor de los casos es tan sólo su forma de ver la realidad.
 Pero si miramos un poco mas allá de los hechos brutos pronto nos daremos cuenta de que este asunto se enmarca entre dos pilares que están empezando a definir peligrosamente nuestra sociedad. Por un lado, esta ola de puritanismo mojigato que nos invade, que delimita de forma estricta lo que es políticamente correcto y lo que no lo es. Puritanismo progresista que nos ha hecho retroceder de golpe a los peores años de la represión ideológica franquista y que se impone con el mismo dogmatismo con que se impuso aquél. Se nos trata como a niños pequeños a los que hay que enseñarles qué hacer, que comer, qué beber, qué decir o qué pensar hasta que ni siquiera quede un resquicio por dónde sacar la nariz para respirar. El que quiere respirar es un pobre ignorante al que le vamos a enseñar quiera él o no quiera. Y todo esto, paradójicamente, mezclado con la carnaza con la que todos los días nos regalan los programas más vistos de la televisión, esos que al poder le interesa mantener porque son los que crean los individuos ignorantes a los que luego se puede encauzar en el camino de la papanatería. Cualquier cosa para que se piense lo menos posible.
 Por otro lado está el afán desmedido de protección a la infancia, que no digo yo que esté mal, al contrario está muy bien. Lo que pasa es que a la infancia no se la protege anatematizando a un escritor. Se la protege mejorando las condiciones sociales de esos niños de familias desestructuradas que son carne de cañón de una sistema que se nutre de ella. Se la protege favoreciendo horarios de trabajo que permitan conciliar la vida laboral y la familiar y eviten que los niños vivan sin padres, pasando su tiempo en interminables actividades extraescolares, o simplemente solos en casa viendo la televisión o pegados al ordenador o la Play Station. Y sobre todo se la protege con un sistema educativo que los forme para ser ciudadanos libres y autónomos y no una masa obediente y analfabeta que sea fácil de manipular y que no proteste mucho.
 Eso es la realidad, la que no se quiere ver, o no se quiere que se vea, y no la ficción salida de la cabeza de un novelista.

jueves, 28 de octubre de 2010

Chistes

 No se si alguien recordará aquella vieja historia de Gila en la cual se acababa la guerra porque se habían terminado las balas. Se me vino a la cabeza cuando escuché que en el índice de corrupción elaborado por la agencia Transparency International, España se mantenía en los mismos niveles que el año pasado, fundamentalmente porque el pinchazo de la burbuja inmobiliaria ha provocado una escasez de fondos para financiar las corruptelas. No se trata de que no haya intención de corromper, ni de que haya menos corruptos, sino de que no hay dinero para pagar los sobornos varios. La guerra se acaba porque se nos terminan las balas. No se si esto a alguien le alegra o no –por lo que se podía escuchar en algunos medios parece que la noticia provocó una euforia moderada, no tanto como cuando la selección ganó el Mundial, pero parecida-. A mi más que euforia lo que me produjo fue risa. Muy mal deben de estar las cosas cuando ni siquiera hay dinero para corromper a los que están dispuestos a dejarse sobornar. Al final va a resultar que la crisis esta no sólo va a producir escasez de empleo, sino también escasez de políticos, porque si no hay tajada que llevarse al bolsillo supongo que muchos se pensarán dos veces lo de presentarse a unas elecciones. Como no hay mal que por bien no venga, eso que le tenemos que agradecer a la crisis antedicha
 Otro gracioso dicho popular que se me ha venido a la mente en los últimos días ha sido el del que denunció a otro porque le había golpeado el puño con el ojo. Algo parecido está sucediendo en el juicio que se sigue contra cinco Guardias Civiles acusados de torturar a dos etarras. Resulta que las lesiones que presentaban éstos no se deben a un maltrato en los calabozos del cuartelillo, sino a que la detención se produjo de forma violenta porque los terroristas se resistieron. Me acuerdo todavía de un miembro de ETA que se suicidó en su celda ahorcándose con las manos atadas a la espalda, y al final todo el mundo acabó convencido de que se las había atado él. En los tiempos de Franco los detenidos se tiraban por las ventanas o se caían por las escaleras. El caso es que España suele figurar normalmente en los informes de Amnistía Internacional como un Estado donde se practica la tortura de forma sistemática y los propios forenses del caso han declarado que las lesiones que sufrían los dos detenidos no eran compatibles con una detención violenta, y si con unos interrogatorios digamos poco ortodoxos. Aún así, la versión oficial no se apea del carro, esperando a ver si España gana algún partido o las noticias sobre la muerte del Pulpo Paul duran aún un tiempo: los detenidos golpearon los puños de los agentes con sus ojos.
 Y para terminar también podemos hacer referencia al viejo chiste del que vendió el coche para comprar gasolina. Más o menos eso es lo que debe estar pensando algún miembro del Gobierno cuando se ha enterado de que el déficit del Estado se ha reducido casi a la mitad gracias a la subida del IVA. La cosa está muy clara: si subiendo el IVA dos puntos hemos reducido la mitad del déficit, pues lo volvemos a subir otros dos y asunto arreglado. Yo no se por qué la gente se complica tanto la vida con lo fácil que es hacer política. El hecho de que esta subida impositiva sumada a la reducción de sueldos que inició el Gobierno con sus funcionaros haya provocado un estancamiento del consumo, lo que se traduce en más paro y por consiguiente en un agravamiento generalizado de la economía no tiene por qué preocupar a nadie: de lo que se trataba era de echar gasolina.
 Después de este pequeño resumen de las últimas noticias de la semana la única conclusión que se puede sacar es que, se mire por donde se mire, este es un país de chiste. Lo que ya no resulta tan chistoso es que, tal y como están las cosas, lo va a seguir siendo durante mucho tiempo.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Paul

 O el mundo está definitivamente loco o es mucho más rematadamente idiota de lo que se podía pensar. Resulta que se ha muerto Paul. Una noticia luctuosa si el tal Paul hubiera sido algún individuo del género Homo. Pero resulta que no es así. Paul es un cefalópodo, vamos, un pulpo: el pulpo Paul, por más señas. Un pulpo que se hizo famoso porque resulta que era capaz de adivinar qué equipo iba a ganar en los diferentes enfrentamientos de mundial de fútbol. Que un pulpo se haga famoso demuestra la capacidad intelectual de la raza humana. Pero que encima lo haga por unas supuestas dotes adivinatorias ya es algo que cae directamente en la categoría del absurdo, por no decir en el más espantoso de los ridículos.
 Sin embargo el desatino mayúsculo en toda esta cuestión ya no es que el dichoso pupo haya alcanzado la gloria por ser una especie de vidente con tentáculos. Lo que resulta ya casi dadaísta es que la muerte de Paul haya sido noticia en todos los medios de comunicación. Y, más aún, algunos  incluso le hayan dedicado obituarios. De hecho, ya se está hablando de incinerarle y erigir un monumento en su honor, mientas que en Carballino quieren momificarle y ponerle en un museo. Llegados a este punto uno ya no es capaz de entender nada de lo que pasa por la cabeza de los habitantes de este planeta. Quizás alguno piense que todo este asunto no es más que una gran broma o un toque de comicidad en nuestros habitualmente serios medios de comunicación. Pero no. Si se leen atentamente las columnas y los artículos que se han dedicado al fallecimiento del pulpo, resulta que la gran mayoría de ellas están escritas en un tono circunspecto, incluso trágico en algunos casos. Y yo estoy seguro que incluso habrá habido gente que habrá llorado al conocer la noticia, que realmente creerían que el dichoso animalito era capaz de adivinar el futuro y que ahora la selección española de fútbol no va a volver a ganar un partido hasta que la ranas críen pelo. El problema es que todo esto es bastante más serio de lo que parece porque mientras se dan noticias sobre la muerte de un pulpo no se informa de otras cuestiones más importantes, se siguen ocultando a la población aquellas cosas que no interesa que se sepan y se la sume más todavía en un pozo de ignorancia del que cada vez resulta más difícil salir. Ya se consiguió que creyeran en que un sujeto es capaz de adivinar lo que el futuro depara a la vida de cada uno. Ahora se ha dado un giro más de tuerca al asunto y se les ha hecho creer que es un pulpo el que tienes dotes de vidente. Y esperamos con ansiedad cuál será la próxima estupidez que la gente se tragará como si fuera una verdad científica. Pero vamos, cuando ves que personas aparentemente normales defienden a capa y espada la inocencia de una señora que se ha hecho rica robando todo lo que se le ponía por delante sólo porque es una tonadillera famosa (que por cierto, hasta donde yo se el juez le impuso una libertad provisional con fianza, y ni ha pagado la fianza no ha ingresado en la cárcel) ya poco puede sorprender
 El caso es que yo, por si acaso, la próxima vez que me encuentre con una cucaracha procuraré no pisarla y la trataré a cuerpo de rey, no vaya a ser que sea capaz de predecir el resultado de las próximas elecciones, por ejemplo, y me haga de oro gracias a mi cucaracha vidente. Y mientras tanto me permito sugerir a los que no saben qué hacer con el cadáver de Paul que organicen un banquete totémico y lo preparen “a feira”, que seguro que está muy rico.



martes, 26 de octubre de 2010

De lo que no se puede hablar

 Hace unos días el Pentágono amenazó a los medios de comunicación estadounidenses para que no publicaran la última hornada de documentos secretos sobre la guerra de Irak que Wikileaks anunció que iba a hacer públicos. Alguien podrá decir que en realidad el Pentágono no amenazó a nadie, sino que tan sólo recomendó no publicar dichos documentos, pero no se me negará que una recomendación del Pentágono no es algo como para tomárselo a broma. De lo que se trata aquí no es tanto la amenaza o recomendación del Ejército norteamericano, sino del hecho de que en la democracia supuestamente más avanzada del mundo una institución del Estado se atreva a intentar censurar una información. La cuestión a plantear es cómo el Pentágono puede recomendar una autocensura a sus medios sin que se resquebrajen los cimientos mismos del sistema democrático. Y la única respuesta que se me ocurre es porque esos mismos medios ya se autocensuran ellos solitos, sin necesidad de que nadie les diga lo que tienen qué hacer. Se autocensuraron durante la Guerra de Vietnam, se autocensuraron en los ochenta durante la guerra sucia de los Estados Unidos en Centroamérica, lo hicieron a la hora de tapar el apoyo de los diferentes gobiernos estadounidenses a las dictaduras latinoamericanas y también durante la Primera Guerra del Golfo. No resulta extraño entonces que ahora estén ya acostumbrados y se hayan tomado el anuncio del Pentágono con toda tranquilidad, si es algo que iban a hacer de todas maneras. De todas formas, a todos los que vimos los videos de la cárcel de Abú-Grahib o de esa vergüenza de la humanidad llamada Guantánamo, tampoco nos ha sorprendido mucho que el ejército iraquí, no sólo con la aquiescencia, sino con la colaboración directa de las fuerzas estadounidenses y británicas haya cometido todo tipo de abusos contra la población civil. El régimen impuesto en Irak por los ejércitos de la llamada “coalición”, es un régimen brutal, que no sólo no ha terminado con la represión de los kurdos, por ejemplo, sino que tampoco tiene ningún escrúpulo en ahorcar a un anciano de 74 años que lleva siete en prisión. Ellos le dan al mundo petróleo y el mundo les consiente cualquier barbaridad.
 Una democracia no es posible sin una prensa libre, en eso todo el mundo está de acuerdo. Lo que ocurre es que hay muchas maneras de coartar la libertad de prensa, y no se puede hablar de prensa libre cuando está ha de responder a los intereses de los grandes grupos económicos que la respaldan. Porque editar un periódico cuesta mucho dinero y ese dinero tiene que salir de algún sitio. En estas tesituras los medios de comunicación son muy conscientes de qué noticias pueden publicar y cuáles no, y la censura ya no procede de un gobierno más o menos dictatorial, sino de los propios medios de comunicación. Es una censura económica que cristaliza en autocensura.
 Sólo hay una manera de dar una información, pero existen muchas de no darla. La información ha de ser objetiva, puesto que debe corresponderse con un hecho objetivo, algo que efectivamente ha pasado. Toda aquella información que no sea una descripción objetiva de un hecho, sino que se deslice al campo de la opinión (y eso es lo que ocurre en el noventa por ciento de los casos, no hay más que ver las diferencias existentes en una misma noticia según sea la línea ideológica del medio que las saque a la luz) es desinformación. Y la desinformación es censura: censura de las hechos tal y como ha ocurrido. Censurar una noticia no sólo consiste en no ofrecerla, también en ofrecerla manipulada, sesgada o mutilada. Y, teniendo en cuenta que es la prensa la que crea opinión, quizás esta forma de censura quizás sea mucho más grave que ocultar directamente la información. En todo caso todos los medios de comunicación tienen muy claro de lo que no se puede hablar

lunes, 25 de octubre de 2010

Terroristas

 Se ha dicho más de una vez que todo Estado necesita inventarse un enemigo. No sólo para desviar la atención de los problemas verdaderamente importantes, sino porque los ciudadanos obedecen más y mejor cuando tienen miedo. Aunque el pionero de estas técnicas de control es Estados Unidos, a cuyos gobernantes (en la sombra) hay que reconocerles la habilidad de haber sabido cambiar de coco según cambiaban los tiempos o los propios adversarios se autodestruían –primero los comunistas, luego el narcotráfico y últimamente el terrorismo islámico- no es monopolio suyo esto de descubrir enemigos hasta debajo de las piedras. De hecho es una táctica harto utilizada por las tiranías de uno y otro signo y en los últimos tiempos los países del llamado “mundo occidental” (que ya es todo el mundo) la han usado con profusión. España, como no podía ser de otro modo, lleva mucho tiempo inventando enemigos. Desde la “conspiración judeo-masónica” de Franco, hasta aquellos extraños GRAPO de la Transición, que nadie sabía quiénes eran y lo que pretendían, y algunos de cuyos más egregios representantes son ahora adalides de la vieja historia de España y escriben en los más destacados medios ultraderechistas, hasta llegar a ETA como el enemigo tradicional de la democracia.
 Ahora bien, quizás porque los que gobiernan nuestro Estado no son muy duchos en el arte de sacar monstruos de los armarios, quizás porque no tienen tiempo de descubrir uno nuevo ahora que la crisis no nos deja ni respirar, o quizás porque son tan incompetentes que no se dieron cuenta de lo que pasaba, el caso es que ahora que el enemigo tradicional ha entrado en un proceso autodestructivo, no saben cómo hacer para mantener su cadáver atado al caballo. Cuando hace unas semanas el señor Otegi dijo en una entrevista a un importante periódico español que estaba dispuesto a rechazar la violencia etarra si esta volvía a producirse, todos, Gobierno y oposición, sacaron las uñas al unísono diciendo que eso sólo eran palabras y que lo que hacía falta eran hechos. Hoy, que la izquierda abertzale exige a ETA la declaración de una tregua indefinida y verificable, unos, el Gobierno, que ven que la desaparición de la banda puede suponerles un importante rédito electoral cuando las cosas les van peor que nunca, piden prudencia y otros, el PP, que siempre se ha aprovechado del terrorismo de ETA para ganar elecciones –y si ha hecho falta se lo ha inventado- ponen el grito en el cielo exigiendo el abandono de las armas - qué otra cosa es si no una “tregua indefinida y verificable”- y ven con horror cómo la bestia de toda la vida puede irse al garete sin tener una nueva en la recámara. Es de suponer que tarde o temprano acabarán encontrándola, y ya no importará que ETA se autodestruya –algo que, de hecho, hace ya mucho tiempo que hizo-. Entonces todos intentarán ponerse las medallas por haber acabado con el terrorismo etarra y aparecerán como los héroes que nos salvarán del nuevo enemigo en puertas.
 Mientras tanto, también hoy hemos conocido la noticia de que el Estado español va a vender a Arabia Saudí doscientos carros de combate por un valor de tres mil millones de euros. Arabia Saudí, un estado terrorista reconocido como tal por todas las organizaciones internacionales de defensa de los Derechos Humanos. Una satrapía hereditaria dónde éstos son violados sistemáticamente, dónde la pena de muerte se aplica a discreción y una mujer vale menos que un caballo. Un país dónde desde hace mucho gobierna una dinastía de tiranos que viven a lo grande de sus cuentas corrientes en Suiza, Marbella o las Islas Caimán. Un enemigo de la humanidad que sin embargo es amigo de España. Si la colaboración con el terrorismo es un delito, entonces no veo razones para no acusar al Gobierno español del mismo.

jueves, 21 de octubre de 2010

Canta y se feliz

 Hace unos días nos sorprendía la noticia de que, a pesar de la que nos está cayendo encima, España tiene el índice de felicidad más alto de Europa. Hoy, otra información nos hacía saber que cerca del 21% de la población española vive por debajo del umbral de la pobreza. Si unimos las dos noticias, después de frotarnos enérgicamente los ojos para estar seguros de lo que estamos leyendo, la conclusión a la que se llega es, o bien que existe un error en algún lugar, o bien que aquí sigue estando todo atado y bien atado. Con actitudes de este tipo resulta comprensible que el señor Strauss-Khan, a la sazón presidente del FMI, diga que España es el país europeo con mayor potencial de creación de empleo. Cómo no ha de ser así si aquí no nos importa trabajar en un régimen de semiesclavitud, con salarios de hambre y horarios cada vez más dilatados, sin ninguna garantía social ni de ningún otro tipo. El presidente del FMI sabe muy bien lo que dice: la mano de obra española está cerca de ser una de las más baratas del mundo desarrollado y pronto las grandes multinacionales trasladarán aquí las fábricas que tienen en los países del Este o el Norte de África.
 Con este panorama es lógico que la señora Ministra de Economía anuncie más sacrificios para los próximos años –y eso que, según parece no tenían un plan B; a saber lo qué hubiera pasado si lo hubieran tenido-. Sacrificios que recaerán como siempre en la clase trabajadora, por supuesto, no sobre empresarios, banqueros o políticos, que ya se sacrifican bastante los pobrecitos, unos dándonos trabajo para que nos podamos comer un chusco de pan –o quitándonoslo para que nos reciclemos- que uno es feliz cuando se conforma con lo que tiene y ellos sólo velan por nuestra felicidad; y otros diciéndonos lo que tenemos que hacer o qué pensar, pues ya se han encargado de convertirnos en niños sin un pensamiento propio. Pero no pasa nada, porque el Gobierno, los sindicatos y la oposición saben que aquí nadie va a levantar barricadas ni a bloquear los depósitos de combustible. Por algo somos el país más feliz de Europa.
 Y como no podía ser de otra forma los medios de comunicación –esos que dedican casi el noventa por ciento de su espacio y su programación a informarnos de los últimos eventos deportivos y de las andanzas de nuestros famosos- se suben al carro elaborando sesudos análisis sobe una reforma de Gobierno que no pasa de ser una burda tomadura de pelo y cuyo único objetivo es lavarle un poco la cara al Ejecutivo para ver si se pueden recuperar unos cuantos votos. Plantear como poco menos que noticia del año que el señor Rubalcaba se ha convertido en el hombre fuerte del Gobierno, cuando desde hace mucho tiempo es quien maneja los hilos en la sombra, aparte de una obviedad, no es más que un intento de despistar al personal; colocar de Ministro de Trabajo a un simpatizante de UGT sólo tiene como objeto desactivar las tímidas protestas sindicales; instalar a Trinidad Jiménez en Exteriores es la prueba de que hay que pagar los favores, y dar a Leire Pajín el Ministerio de Sanidad es una burla, incluso cruel. Da igual porque aquí seguiremos siendo muy, muy felices, como nuestros príncipes, aunque no comamos perdices porque el sueldo no nos llega. Ya saben lo que dice la canción: canta y se feliz.

miércoles, 20 de octubre de 2010

La erótica del poder

 Hace ya tiempo que Maquiavelo nos instruyó acerca de las tácticas necesarias para conseguir el poder y mantenerse en él y eso es algo que jamás se le reconocerá lo bastante: que mostrara a la gente de su época y a las generaciones venideras cuáles son los instrumentos que utilizan los gobernantes para conservar su posición privilegiada. También Hume dijo que la ética que utilizan los políticos es distinta a la del resto de los mortales, en vista del lugar que ocupan en la sociedad. Desde siempre se ha sabido que el poder tiene algo especial que hace que los que lo poseen hagan cualquier cosa por conservarlo, y quienes no lo poseen no paren en mientes para obtenerlo. Sin las sutilezas de Maquiavelo ni el “common sense” de Hume, hoy nuestros dos grandes partidos nos están dando una lección práctica de eso que se llama “erótica del poder”.
 Por un lado, el Presidente del Gobierno, el señor Rodríguez Zapatero, no tiene ningún reparo en desmontar lo poco que queda del Estado para conseguir que el Parlamento apruebe sus Presupuestos para el año que viene. O más bien los Presupuestos de la UE y los EEUU, que es lo mismo que decir los Presupuestos de las grandes corporaciones y los mercados financieros. Si para ello es necesario romper la Caja Única de la Seguridad Social, que entre otras cosas es el instrumento que mantiene la cohesión del Estado del Bienestar (o de lo que queda de él) y asegura el pago de las pensiones, cediendo parte de su control al Gobierno vasco, pues se hace, si lo que se consigue es que el PNV vote a favor de esos Presupuestos en el Congreso. Pero cuidado, eso no significa ni que esos Presupuestos sean adecuados –porque ya ha quedado demostrado que todo ha sido una componenda del PSOE y del PNV para justificar lo injustificable y sacar adelante unas cuentas regresivas y antisociales- ni que el señor Rodríguez Zapatero sea un hábil político –porque cualquiera puede conseguir lo que quiera a base de sobornos, y el que ha pagado nuestro señor Presidente ha sido muy elevado: cuanto más torpe es uno más tiene que pagar-, ni un ejercicio de responsabilidad por parte de nadie –porque por parte del PSOE agotar una legislatura que ya está perdida lo único que significa es empecinamiento por mantener el poder, cuando ni siquiera los propios militantes del partido quieren a Ministros quemados y desgastados, y por parte del PNV su supuesta responsabilidad no es más que el cinismo del que llevan haciendo gala durante mucho tiempo, el cinismo de decir una cosa en Madrid y otra en Vitoria y de aliarse con el diablo si con ello pueden sacar cuatro perras más, una posición esta en la que CiU no le anda a la zaga, porque si en esta ocasión no van a apoyar los Presupuestos del Estado, no es más que porque las elecciones en Cataluña andan muy cerca y tienen todas las papeletas para ganarlas, así que apoyar al PSOE en esta ocasión sólo les restaría votos-.
 Y qué decir del PP, que critica todas estos tejemanejes pero se niega a modificar la ley electoral que los permite, porque sabe que es una ley que le beneficia a la hora de transformar los votos en escaños. O que a través de sus medios no deja de comparar al PSOE con ETA, pero luego no duda en pactar con ellos una reforma anticonstitucional de la Ley susodicha que permite expulsar a cargos electos si no condenan la violencia (eso, cuando ellos se niegan sistemáticamente a condenar la violencia de la Guerra Civil y la represión franquista) porque saben que así quedarán puestos libres que pueden ser ocupados por miembros de su partido.
 Podríamos seguir así y no acabar nunca, pero lo que queda claro es que en estas circunstancias la obra de Maquiavelo es un manual de buenas prácticas políticas

lunes, 18 de octubre de 2010

Allons enfants de la Patrie

 Todavía no he oído a nadie decir lo que voy a decir, quizás porque resulte políticamente incorrecto, quizás porque últimamente parece ser que hay que ser patriotas y responsables hasta para ir al servicio. Ni sindicatos, ni partidos de izquierdas han dicho una palabra acerca de algo que, pienso yo, debería estar en la mente de todos. Sólo espero que el silencio del lenguaje no sea el reflejo de un vacío en el cerebro y que al no decir nada no se sume el hecho de no pensar nada. Porque yo estoy seguro de que en la cabeza de más de uno tiene que estar rondando la idea que me ronda a mí: cuánto tenemos que aprender de los franceses. O, al menos, esa es mi esperanza.
 Porque resulta que otra vez –y ya van unas cuantas a lo largo de a Historia- el pueblo de Francia nos está volviendo a dar una lección de cómo se hacen las cosas. Y no sólo a España, sino a toda Europa. Después de la Revolución de 1789 y la Comuna de París de 1871, otra vez nos vuelven a demostrar cómo se combate a los poderosos –porque no nos engañemos, la lucha sindical en Francia no es una lucha contra el Gobierno, sino contra los mercados-. Después de mucho tiempo en que estos gobiernos y estos mercados sólo han exigido sacrificios a los trabajadores para salir de una crisis que no provocaron éstos, sino aquéllos, esos mercados que han seguido enriqueciéndose a costa de los de siempre, otra vez vuelen a ser los trabajadores franceses los que nos muestran el camino: paralizar un país, bloquear sus centros neurálgicos, encadenar huelga tras huelga y manifestación tras manifestación hasta echar atrás reformas que más que reformar suponen una vuelta a las condiciones de trabajo del siglo XIX.
 No sé si esta ola de protestas se extenderá o no al resto de Europa. Desde luego los gobiernos listos como el alemán ya están poniendo sus barbas a remojar por lo que pueda venir. Lo que si sé seguro en que en España seguiremos tragando quina sin mover un dedo como hasta ahora. Al fin y al cabo en 1809 ya expulsamos a esos gabachos que querían traernos las ideas revolucionarias de la Ilustración y no vamos a permitir ahora que sus algaradas reivindicativas penetren en nuestro sagrado suelo patrio. Aunque nos tengamos que comer las piedras, trabajando hasta los setenta años y cobrando sueldos de miseria, eso, quien los cobre. Resistiremos hasta la última gota de nuestra sangre la invasión de esas ideas peligrosas y anticapitalistas mientras tengamos una pandereta, un vaso de vino y un toro al que torturar. Por algo siempre hemos sido más papistas que el Papa y la Reserva Espiritual de Occidente. Y si ahora no tenemos a una Catalina de Aragón tenemos a Belén Esteban. Y si no tenemos a una Virgen del Pilar que no quiere ser francesa tenemos a Intereconomía. Y si todo eso falla aún nos queda nuestra arma secreta infalible: la selección española de fútbol. De hecho, este recurso ya se ha puesto en marcha: cuando Francia está a punto de estallar aquí sólo nos preocupa si Casillas va a ir a recibir el Premio Príncipe de Asturias o no. Genio y figura.
 Y su alguien piensa que exagero aquí nos tienen, elaborando finas disquisiciones políticas sobre la necedad que ha soltado el presidente de la patronal acerca de si hay que trabajar más y cobrar menos para salir de la crisis, cuando la única atención que merece este señor y las estupideces que salen por su boca son los barrotes de una celda por estafador. Así que no se preocupe nadie: La Marsellesa no pasará de los pirineos. Aquí seguiremos con nuestro chunda, chunda, chunda, tachunda.

viernes, 15 de octubre de 2010

Educación

 Es curioso como los problemas sólo se convierten en tales cuando salen por televisión o afectan a los que gobiernan. Me refiero, en concreto, a la repentina preocupación que le ha entrado a todo el mundo por el respeto o la educación, o más bien por la falta de respeto y la mala educación, cosas estas que cualquiera que coja el metro todas las mañanas puede comprobar en sus propias carnes.
 Es tal la preocupación que incluso la Comunidad de Madrid ha iniciado una campaña publicitaria pidiendo respeto para los profesores, que son precisamente aquellos que supuestamente tienen la función de educar. Dejando aparte que el respeto no se consigue pegando carteles en las paradas de autobús, que la campaña de marras es una payasada, con una supuesta aula pintadita, nueva y sin goteras –vamos de esas que no existen, al menos en los centros públicos-, donde aparecen unos modelos que se hacen pasar por profesores, como en las series de Antena 3 (y a los que para que parezcan más creíbles les han colocado una bata a la una y un bolígrafo al otro) y que la primera que no respeta a sus profesores es la propia Comunidad de Madrid imponiéndoles unas condiciones de trabajo infames, la filosofía de la campaña es fallida. Porque lo que hay que respetar la Educación en sí misma. Y eso es lo que no hace la Comunidad de Madrid ni el Gobierno español, que en lugar de educar (formar ciudadanos libres y autónomos) sólo se preocupa de crear masas ignorantes que trabajen sin protestar, obedezcan y no molesten.
 De lo que parece que no se dan cuenta es de que así se corre el riesgo de que esas masas incultas, creadas por el Estado, se vuelvan contra él, precisamente gracias a esa ignorancia que tanto celo se ha puesto en inculcarles y en la fiestecita nacional les de por silbar al Presidente de Gobierno y a todo bicho viviente. Si bien es cierto que a todos los silbados, insultados y abucheados les está bien empleado porque este desfile ya hace mucho tiempo que no debería de existir, lo que está pasando es que se están recogiendo los lodos que sembraron los polvos de su política educativa. Un cerebro vacío es un campo abonado para que Intereconomía siembre sus semillas. Y eso no se arregla con protocolos que impongan la buena educación.
 Pero hay otras formas menos llamativas de falta de educación y respeto. Como cuando el señor Díaz Ferrán dice que para salir de la crisis hay que trabajar más y cobrar menos; él, que es un estafador que ha arruinado a sus empresas y ha dejado en la calle a sus empleados y en tierra a sus clientes. Un individuo que debería de estar en la cárcel y no diciendo sandeces en los medios de comunicación. O como cuando Esperanza Aguirre dice que es admiradora del Tea Party, porque propugna“ menos impuestos, menos Estado y más patriotismo” y se olvida de que este movimiento también defiende la segregación racial y el encarcelamiento de los inmigrantes. De todas formas hay algo que parece bastante obvio, pero que parece que nadie ve: y es que la mala educación solo se elimina con la Educación.

martes, 12 de octubre de 2010

Cuando la Fiesta Nacional...

 Yo me quedo en la cama igual. Ahora que andamos todos con las hormonas patrióticas revolucionadas a lo mejor es el momento de calmar los ánimos y aguar la fiesta. Por refrescar un poco la memoria, los orígenes de este evento que hoy celebramos se sitúan en la dictadura franquista –cuando yo era niño recuerdo que se le llamaba “día de la raza”- y quizás para suavizar algo el camino a esa Transición que no supuso ningún tránsito hacia ningún sitio se encumbró a este día con el título de “Fiesta Nacional”. Uno, que siempre ha sido un ingenuo y se ha creído eso de que esto es una democracia, piensa que hubiera sido mucho más acertado declarar la Fiesta Nacional el seis de diciembre, por ejemplo, y conmemorar así la fecha en que salimos de la oscuridad de la tiranía. Pero, o bien por no ofender a los nostálgicos del régimen –que manía con no ofender a quién liquidó a más de media España- o bien porque se sabía que realmente no salíamos de ninguna oscuridad con una Constitución pactada y elaborada por unos señores elegidos a dedo, el caso es que a ninguno de los Padres de la Patria que desde 1978 han sido se le ha ocurrido eliminar esta celebración.
 Dejando esto aparte –que, como tantas cosas en este país es pelearse contra molinos de viento- los fastos de este día concreto -12 de octubre de 2010- resultan especialmente indecentes. Y no porque siempre sea indecente la exhibición de una fuerza militar, sino porque si de lo que se trata es de recortar gastos, ninguna ocasión mejor que ésta para demostrarlo y suspender el paseíto anual de los soldados por el Paseo de la Castellana. Yo no se lo que cuesta el combustible de un avión de caza, de un helicóptero o de un carro de combate que se da un vueltecita por Madrid –despertando, de paso, a los que queremos dormir en este día- sólo para dar gusto al Rey y a los diferentes gobernantes, pero seguro que mucho más de lo que el Gobierno se ha ahorrado recortando el sueldo a los funcionarios. Me parece a mí que si hay que apretarse el cinturón lo tenemos que hacer todos,y no andar presumiendo de austeridad cuando el Estado se gasta una millonada en un desfile anacrónico y una campaña de publicidad engañosa. Porque vamos a dejarnos ya de pamplinas, un Ejército sirve para hacer la guerra y eso de las “misiones de paz” no es más que una perversión del lenguaje y de la realidad.
 Por último, la Fiesta Nacional tiene como objeto exaltar precisamente el espíritu y el orgullo nacionales. Vale que hay personas como yo que de eso tienen muy poco y que en una época como la actual, donde el concepto de Estado-nación ya no existe y nos encontramos inmersos en un mundo global cultural y econonómicamente hablando, estas celebraciones no tienen ningún sentido. Aun así, desde un punto de vista totalmente neutral cabe preguntarse qué clase de espíritu nacional glorificamos hoy. No el que se ensalza en Estados Unidos el 4 de julio o en Francia el 14 del mismo mes, el triunfo de los ideales de la Ilustración, sino más bien todo lo contrario. Para empezar el 12 de octubre es el día de la Virgen de Pilar, aquélla que no quería ser francesa y en cuyo nombre echamos de aquí a pedradas esos mismo ideales que celebran franceses y estadounidenses. El día de la Virgen de Pilar, patrona de España, es decir, una fiesta religiosa –otra caracterización del orgullo patrio español- esa Virgen del Pilar tan tradicional, como tirar a las cabras de los campanarios o torturar a un toro hasta la muerte. Ese es el Espíritu nacional que celebramos en este día y no otro: el de la barbarie y el atraso, el del país de la pandereta, de los “arrieros, lechuzos, tahúres y logreros" de Machado. Bueno, eso, y el espíritu del fútbol, que a larga es lo único que unifica a este país. Así que, como Brassens, “cuando la Fiesta Nacional, yo me quedo en la cama igual, que la música militar, nunca me supo levantar”.

jueves, 7 de octubre de 2010

Malas bestias

 Ayer el Senado, con muy buen criterio –aunque fuera político- en mi opinión, decidió no aceptar la propuesta del PP para declarar la fiesta de los toros bien de interés cultural. Insisto, no creo que los excelentísimos Senadores tengan muy claro lo que significa el término “cultural”, pero al menos, por esta vez y aunque les movieran otros intereses, han acertado: a veces uno atina aunque sea sin querer. Parece ser que el señor Pío García Escudero, a la sazón portavoz del PP en el Senado, para defender su postura, afirmó que si él fuera toro de lidia le gustaría morir en la plaza. Desconozco los atributos cornúpetas que don Pío pueda ostentar para realizar tal manifestación. De todas formas él, como cualquiera, es muy libre de elegir la muerte que más le guste. Quizás en su cabeza estaba la matanza de Badajoz, en cuya plaza de toros el fascista Yagüe asesinó a 4000 personas que no tuvieron oportunidad de elegir. En todo caso lo que prefiera el señor Pío es indiferente. Supongo que nadie ha preguntado a los toros si prefieren morir en la plaza o no, que es de lo que se trata aquí, así que el contrafáctico metafórico de este señor no posee ningún valor argumentativo.
 También ayer se supo que un tribunal había condenado a seis meses de cárcel a un energúmeno que mató a un perro arrastrándole 700 metros atado al parachoques de su coche, no se si porque le parecía gracioso o para demostrar lo macho que era. Los seis meses no han sido por matar al perro, no se confundan, sino por hacerlo de una forma especialmente cruel. Es decir, que si le hubiera envenenado, no habría pasado nada. Es de suponer que el bestia este no entenderá nada de lo que está pasando, y pensará que total, lo único que ha hecho ha sido matar a un perro. Y sus familiares y amigos le describirán como una buena persona, amable y simpática y que es una vergüenza que lo encarcelen porque, al fin y al cabo, lo único que ha hecho ha sido matar a un perro. Que nadie se preocupe, porque de todas formas no cumplirá la pena. Es una lástima que el perro no tuviera también una familia y unos amigos que organizaran una demagógica campaña de firmas para pedir el endurecimiento de las penas para los asesinos de perros, pero ya sabemos lo perra que es la vida. Así que este tipejo, que era de Lérida, en las próximas fiestas tradicionales de su pueblo podrá cogerse una buena tajada y atar unas teas encendidas en las astas de un toro, puesto que esa celebración ha sido blindada por el Parlamento catalán, sin que nadie le pregunte al toro si él se lo pasa bien o si quiere ser protagonista de la fiesta.
 El caso de don Pío y el de la sabandija de Lérida tienen algo en común: la catadura moral de todos aquellos que consideran que no pasa nada por hacer sufrir a un animal hasta la muerte. El que no tiene escrúpulos en arrastrar a un perro con el coche tampoco los tiene para matar a su mujer a golpes. Es una demostración de la España profunda y bárbara que algunos quieren mantener apoyándose en una supuesta tradición, y que es protegida por algunos poderes políticos, a los que no les importa nada con tal de conseguir un voto más. Poderes políticos que lo mismo utilizan el sufrimiento de un animal que el de un ser humano, porque su inexistente código moral les dice que Dios creó el mundo para servirles a ellos, para su beneficio o su diversión. Ese código moral cristiano que tanto se empeñan en imponernos a todos. El caso de don Pío y el de la sabandija de Lérida tienen en común la demostración palpable de que vivimos en un país poblado por malas bestias. Y si la única forma de hacer que las malas bestias dejen de serlo es la educación, y tal y como van las cosas en ese campo, entonces cada vez veremos más.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Conciencia

 La conciencia, hablando en términos generales y sin entrar en vericuetos filosóficos, es aquello que nos convierte en seres humanos, ya se entienda ésta como conciencia moral o como consciencia, conciencia de uno mismo o autoconciencia. La objeción de conciencia, hoy en día tan de moda entre aquellos que la han negado siempre, hace referencia a la conciencia moral, y es desde aspecto desde el que conviene desarrollar un análisis de la última oleada de objetores que se nos ha venido encima.
 Hace unos años, con la introducción en el plan de estudios de la ESO de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, un gran número de familias apelaron a su derecho a la objeción de conciencia para impedir que sus hijos cursaran dicha materia. Nadie se preguntó si los profesores tenían derecho a objetar también para no impartirla: se daba por supuesto que eran, o bien funcionarios públicos o bien trabajadores de empresas privadas que cobraban un sueldo y que por lo tanto tenían la obligación de enseñar la asignatura de marras, más allá de sus creencias religiosas o políticas.
 En la actualidad son los médicos los que reclaman su derecho a la objeción de conciencia para no practicar abortos en la sanidad pública. Incluso gobiernos socialistas como el de Castilla-La Macha, regulan este derecho yendo más allá de lo que la propia ley del aborto considera el máximum que no debe ser sobrepasado para garantizar el derecho que también tienen las mujeres de abortar si así lo desean. En este caso nadie se plantea que los médicos adscritos a la sanidad pública son funcionarios públicos, que como tales tienen una obligación que cumplir y que también reciben un sueldo por ello, como ocurría en el caso anterior. Simplemente se les permite negarse a realizar su función pública por razones de conciencia.
 Estos dos hechos tienen una cosa en común, aparte de la flagrante contradicción de que se reconozca el derecho a la objeción en un caso y no en otro. Y es que en ambos dicha objeción viene determinada por razones religiosas y azuzada, cuando no impuesta directamente, por la Conferencia Episcopal. No es de extrañar entonces que los gobiernos autonómicos de uno u otro signo corran a proteger el derecho de los médicos a no practicar abortos. Por lo que se ve, aquí hay que seguir manteniendo a la Iglesia contenta, liberándola de impuestos y pagando las visitas de su jefe, aunque sepamos más que de sobra que ésta, como un Saturno devorador de sus propios hijos, nunca se dará por satisfecha hasta que no consiga implantar su teocracia fundamentalista, integrista y castradora.
 Lo más preocupante del caso, empero, es que si sólo se admite la objeción de conciencia en función de las creencias religiosas (cristianas) se está dando a entender que cualquiera que no profese la religión cristiana no tiene conciencia, puesto que no tiene derecho a la objeción de conciencia. Esto, por un lado, deja fuera de la dimensión moral humana a todo aquél que no sea creyente, cosa que estamos hartos de escuchar a los curas y obispos todos los días, para quienes sólo los valores morales cristianos son realmente morales. El que no es religioso es un inmoral, no tiene moral, así que hay que llevarle por el camino recto quiera o no quiera. Y por otro lado, si como decíamos al principio la conciencia es lo que nos hace ser seres humanos, y el que no tiene creencias religiosas resulta que no tiene conciencia, entonces tampoco es un ser humano, Y si no es un ser humano no pasa nada si se le tortura, se le quema, se le elimina o se le extermina. La Iglesia se empeña en hacernos creer que un embrión es un ser humano, ahora bien, todo aquél que no comulgue con sus ruedas de molino, según su peculiar ideología, no lo es .

martes, 5 de octubre de 2010

Tontos malos y buenos listos

 Los que veíamos películas de pequeños sabemos que todos los malos son tontos, quizás como una hipostatización de la idea socrática de que el que hace el mal es porque ignora el bien. Cuando nos hicimos mayores aprendimos también que los Estados suelen fabricar cortinas de humo que oculten aquellos problemas que les pueden poner realmente en aprietos. En la película de la crisis que vivimos hoy en día en España se han juntado unos malos muy tontos y un Estado (Gobierno, partidos y medios de comunicación) muy listos que no tiene más que aprovecharse de la estulticia de los primeros. Y entre todos han creado la cortina de humo perfecta.
 Hacía ya tiempo que el terrorismo había dejado de ser una preocupación prioritaria para los españoles. Un vistazo objetivo a la realidad del país bastaba para ver que ETA llevaba mucho sin hacer de la suyas, pero sin embargo el número de parados aumentaba cada vez más, los salarios bajaban y las condiciones laborales empeoraban, mientras que las empresas y los bancos seguían obteniendo beneficios.
 En estas llegaron los malos tontos y se les ocurrió –posiblemente porque ya nadie hablaba ni se preocupaba de ellos- plantear una tregua. Y allá que se lanzaron como lobos todos los poderes del Estado que vieron la oportunidad perfecta de dar la vuelta a los barómetros y las encuestas de opinión y hacer que el terrorismo volviera a ser la preocupación número uno: son las encuestas las que crean la objetividad de la realidad. Todos los regímenes totalitarios saben que la mejor manera de que una nación se aglutine en torno a sus dirigentes y olvide la incompetencia y el mal gobierno de éstos es crear un enemigo. Aquí lo teníamos en la trastienda hasta que él mismo ha decidido salir a la luz.
 El caso es que desde la famosa declaración de alto el fuego de ETA todos los días han ido apareciendo noticias nuevas relacionadas con el asunto: detenciones, registros o sucesos varios que poco a poco han ido arrinconando a los acontecimientos relacionados con la crisis económica. Yo, que soy muy descreído, no creo que sea una casualidad que el mismo día de la huelga general fueran detenidos dos miembros de ETA. Lo mismo que no creo que sea una casualidad que ayer, que se anunció un nuevo aumento del paro a pesar de esa reforma laboral que iba a ser la panacea que solucionara todos nuestros males económicos, los dos detenidos hayan confesado a un juez que fueron entrenados en Venezuela. Aquí tenemos a otro enemigo malo que puede participar de la fiesta. Pero parece ser que ese enemigo malo es un poquito menos tonto que los otros y ha decidido negar las acusaciones de los dos terroristas detenidos. No digo yo que el señor Chávez sea un tipo que ofrezca mucha confianza, pero tampoco me parece a mí que las confesiones de dos asesinos (tontos) sean muy fiables. Siempre será más merecedora de crédito la palabra de un Presidente de un país que la de dos criminales o si no pronto acabaremos dándole la razón a Bin Laden. Y aunque así no sea, lo que no vale es prestar oídos a las palabras de los delincuentes sólo cuando nos interesa. Esto va por todos los medios de comunicación que han reaccionado de forma histérica a la declaración institucional del Presidente de Venezuela (otra forma de espesar la cortina de humo) y a las de su embajador en España, que sugiere que la confesión de los etarras ha sido obtenida bajo tortura, algo que, teniendo en cuenta la tradición de limpieza democrática de nuestra Guardia Civil y nuestras Fuerzas de Seguridad, tampoco resulta excesivamente increíble. Así que, mientras tanto, es esas estamos: entre unos malos muy tontos y unos buenos demasiado listos.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Desinformando

 La labor de los medios de información es desinformar. Incluso engañar y mentir si con ello responden a los intereses de los grupos de presión económicos y políticos que los mantienen. Pero a veces la desinformación es tan burda, tan chabacana, que se hace necesaria una limpieza de conciencia, al menos para que no nos tomen a todos por tontos. Es el caso de la huelga general que tuvo lugar ayer, cuyo tratamiento informativo exige unas cuantas aclaraciones.
 1.-El hecho de que el Gobierno se niegue a dar cifras del seguimiento de la huelga, renunciando a desmentir las del 70% que ofrecen los sindicatos convocantes, demuestra que la huelga fue todo un éxito. No sólo por el viejo adagio de que quien calla otorga, sino porque si poseyeran datos que desmintieran la información sindical no habrían perdido un minuto en darlos, como no lo hicieron para demostrar el fracaso de la huelga de funcionarios, o como no lo han perdido para decir que ayer en la Administración Pública tan sólo pararon el 7% de los trabajadores
 2.- Cualquiera sabe que el éxito de una huelga general se mide por la paralización de los sectores claves de la economía. Si ayer pararon la industria, la construcción y los transportes –en este caso lo que les permitieron los abusivos servicios mínimos impuestos- la huelga general ha triunfado. El hecho de que el pequeño comercio no hiciera huelga no significa nada, entre otras cosas porque es un sector pequeño-burgués, de actividades familiares y empresarios autónomos en su mayoría, y nadie espera que un empresario, por pequeño que sea, secunde una huelga general. De todas maneras, en este caso no les hubiera venido mal hacerla, habida cuenta de que su sector es uno de los más castigados por la crisis.
 3.- Que los funcionarios no hicieran huelga no es de extrañar teniendo en cuenta que no la hicieron cuando les bajaron los sueldos, como tampoco resulta extraño que no la hiciera el sector educativo. Cualquiera que trabaje en educación sabe que es un cuerpo aburguesado, desclasado, desmovilizado, intelectualmente mediocre y que sólo se mueve por sus mezquinos intereses grupales, eso, cuando lo hace.
 4.- Resulta cínico hablar de piquetes cuando hay trabajadores cuyos contratos precarios les impiden hacer una huelga si quieren seguir manteniéndolos, cuando hay empresas como el Corte Inglés que amenazan a sus empleados con el despido si realizan cualquier clase de paro o cuando se saca a la calle un ejército de policías –en número y en armamento- no se sabe muy bien para qué –porque una huelga general no es una guerra civil y esta no era una huelga revolucionaria, aunque tanto El Mundo como El País, se empeñaran, y se empeñen, en hacernos creer lo contrario- si no es para impedir derechos tan básicos como los de información, reunión y huelga. Ante las tácticas mafiosas de empresarios y Gobierno a los trabajadores no les queda otra opción que organizarse en piquetes para defender esos derechos.
 5.- Si exceptuamos a los trabajadores incluidos en el apartado anterior, cualquiera que ayer fuera a trabajar es un esquirol, que nada y guarda la ropa mientras los demás reclaman unos derechos de los que luego ellos se aprovecharán. Que no se hable del derecho al trabajo cuando hay cinco millones de parados o trabajadores que no cobran sus nóminas. Cuando estos esquiroles acaben despedidos de sus empresas por mor de la reforma laboral que se han negado a rechazar, entonces sabrán lo que es reivindicar el derecho al trabajo. Pero entonces, como decía Brecht, será demasiado tarde.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

¿Derecho? al ¿trabajo?

 La verdad es que uno ya está hasta el colodrillo de que intenten tomarle el pelo. Y no ya sólo los que ocupan puestos de poder, que se podría pensar que es su obligación, sino cualquier convecino que se encuentre por la calle. Cada vez que se escucha en lontananza la palabra “huelga” aparecen tirios y troyanos reclamando un supuesto “derecho al trabajo”. En principio, si alguien en este país hubiera leído a Marx y además le hubiera entendido conocería cuáles son las condiciones de trabajo en la sociedad capitalista y no tendría la caradura de calificar como derecho lo que constituye la piedra angular de la deshumanización contemporánea. Pero como esto es demasiado pedir hay que analizar las reclamaciones del susodicho derecho desde una perspectiva más realista, más acorde con la época en la que vivimos.
 El derecho al trabajo, exactamente igual que el derecho a la huelga, está garantizado por la Constitución Española en su Artículo 35. Ahora bien, si se sabe lo que es una Constitución, y además se sabe leer, pronto se llega a la conclusión de que este derecho recogido por la Constitución es un derecho universal, es decir, que debe ser garantizado y tutelado por el Estado. En este sentido hay que preguntarse porqué las fuerzas políticas, el Gobierno y lo medios de comunicación no se preocupan por el derecho al trabajo de los cinco millones de parados que existen en España, que es a los que está dirigida la norma constitucional, y si lo hacen por el de aquellos que un día de huelga deciden ir a trabajar –los esquiroles de toda la vida, aunque ahora sea políticamente incorrecto mencionar esta palabra- . Siguiendo esta argumentación, si es el Estado el que debe garantizar el derecho al trabajo –algo que ya hemos visto que no cumple- es el Estado el que puede coartarlo –como está haciendo al no poner freno a los niveles de desempleo del país- y no un piquete de trabajadores que lo único que pretenden es que no les revienten una huelga, un Derecho que también está garantizado en el Artículo 28.2 de la Constitución.
 Ya que estamos hablando de la Constitución veamos que más cosas dice el punto 1 del Artículo 35, que empieza diciendo que “todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo” y continúa con que todos los españoles tienen el derecho a “una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia”. Curiosamente esta segunda parte del Artículo la olvidan el Gobierno y los empresarios que mantienen en España los sueldos más bajos de Europa en relación con las “necesidades” de los ciudadanos y lo que es más, toleran que haya trabajadores que llevan meses sin cobrar su nómina, como ocurre con los mineros del Bierzo. Así que si a uno de estos mineros se le espeta el derecho al trabajo de los esquiroles, no es de extrañar que se enfade y mucho.
 Resulta muy curioso también que los propios ciudadanos reclamen su derecho a ir a trabajar en un día de huelga siendo España uno de los países con mayor absentismo laboral. Habría que recordarles a algunos que en el susodicho Artículo no sólo se habla del derecho al trabajo, sino también del deber de trabajar y que no vale ir a trabajar un día de huelga para que el jefe vea lo comprometidos que estamos con la empresa y lo bien que hacemos la pelota, sino que el resto del año también hay que ir aunque España gane el Mundial o el Madrid la Copa de Europa.
 Para terminar, y aunque no tenga mucho que ver con el tema, que el Gobierno se niegue a dar cifras del seguimiento de la huelga es un hecho bastante sintomático del éxito de ésta.

martes, 28 de septiembre de 2010

Cómo no gobernar

 Hay muchas formas de gobernar pero sólo una de no gobernar. Consiste ésta en ir por detrás de los acontecimientos, elaborar leyes ad hoc que sólo tienen como objetivo tapar parches coyunturales o satisfacer determinadas demandas puntuales de la sociedad. Lo que hay detrás de esta forma de no-gobernar es siempre un cóctel de populismo y afán de votos a partes iguales que hace que nuestras leyes tengan una vida práctica muy corta. No es una propiedad exclusiva del actual gobierno esta manera de fabricar normas. Recordemos si no la Ley de Partidos –una ley totalmente anacrónica en las actuales circunstancias del país-, la primera ley anti-tabaco -que unos años después de su promulgación ya necesita ser reformada- o esas leyes del Menor que están cambiando constantemente –o al menos se pide su sustitución por otras más duras- cada vez que el adolescente de turno comete alguna barbaridad. Sin embargo, si que corresponde al Gobierno del señor Rodríguez Zapatero el dudoso honor de hacerlo tan descaradamente que hace falta no tener ojos en la cara para no darse cuenta. Tomemos como ejemplo dos de las últimas medidas que ha adoptado, una ya presentada ante el Parlamento –y aprobada por unanimidad, al fin y al cabo los votos nunca le vienen mal a nadie- y otra que aún no ha pasado de la categoría de rumor –y seguramente nunca pase- aunque los rumores también pueden conllevar una buena carga de apoyo populista.
 En el primero de los casos, el que ya está aprobado por el Parlamento para que todos veamos lo concienciados que están los Diputados con los problemas sociales del país, se trata de poner un tope a los sueldos de los futbolistas, se supone que porque resulta inmoral que unos cobren tanto mientras otros cobran tan poco o incluso nada. Dejando aparte el hecho de que los que cobran poco lo hacen porque el propio Parlamento lo ha permitido aprobando la rebaja de los sueldos de los funcionarios, esta medida carece de toda lógica política, y su único objetivo es tener contentos a los ciudadanos como se tiene contento a un niño al que se le ofrece un chupachups. Y es que los futbolistas son empleados privados que trabajan para empresas privadas. Si tanto los jugadores como los clubes han aceptado esta medida absurda sin rechistar es para no echarse encima a los que mantienen vivo el negocio, que son todos los borreguitos que cada día se olvidan de sus problemas viéndoles pegar patadas a una pelota. Y también porque saben que se podrían adoptar medidas más contundentes. Y aquí entramos en ese rumor que de momento sólo es eso, un rumor: la idea de subir la fiscalidad a las rentas más altas. Si se implanta un impuesto progresivo, de tal forma que realmente paguen más los que más tienen –y de paso se persigue el fraude fiscal, se recupera el impuesto sobre el patrimonio, se aumenta la fiscalidad de las Sicav y se eliminan todas esas deducciones por donaciones a la Copa América, a la visita del Papa y demás mandangas (porque el que ofrece graciosamente un millón de euros para que Ratzinger venga a incordiar un poco por aquí es porque los tiene)- da igual lo que cobren los futbolistas, los banqueros o los empresarios. De hecho cuanto más cobren más dinero para el Estado y mayor posibilidad de reducir el déficit sin menoscabar los derechos de las clases medias y bajas que siempre acaban pagando el pato (a la clase media ya se la conoce como la “clase mierda”). Pero claro, eso sería una forma de gobernar, y de lo que se trata precisamente es de no gobernar