martes, 26 de octubre de 2010

De lo que no se puede hablar

 Hace unos días el Pentágono amenazó a los medios de comunicación estadounidenses para que no publicaran la última hornada de documentos secretos sobre la guerra de Irak que Wikileaks anunció que iba a hacer públicos. Alguien podrá decir que en realidad el Pentágono no amenazó a nadie, sino que tan sólo recomendó no publicar dichos documentos, pero no se me negará que una recomendación del Pentágono no es algo como para tomárselo a broma. De lo que se trata aquí no es tanto la amenaza o recomendación del Ejército norteamericano, sino del hecho de que en la democracia supuestamente más avanzada del mundo una institución del Estado se atreva a intentar censurar una información. La cuestión a plantear es cómo el Pentágono puede recomendar una autocensura a sus medios sin que se resquebrajen los cimientos mismos del sistema democrático. Y la única respuesta que se me ocurre es porque esos mismos medios ya se autocensuran ellos solitos, sin necesidad de que nadie les diga lo que tienen qué hacer. Se autocensuraron durante la Guerra de Vietnam, se autocensuraron en los ochenta durante la guerra sucia de los Estados Unidos en Centroamérica, lo hicieron a la hora de tapar el apoyo de los diferentes gobiernos estadounidenses a las dictaduras latinoamericanas y también durante la Primera Guerra del Golfo. No resulta extraño entonces que ahora estén ya acostumbrados y se hayan tomado el anuncio del Pentágono con toda tranquilidad, si es algo que iban a hacer de todas maneras. De todas formas, a todos los que vimos los videos de la cárcel de Abú-Grahib o de esa vergüenza de la humanidad llamada Guantánamo, tampoco nos ha sorprendido mucho que el ejército iraquí, no sólo con la aquiescencia, sino con la colaboración directa de las fuerzas estadounidenses y británicas haya cometido todo tipo de abusos contra la población civil. El régimen impuesto en Irak por los ejércitos de la llamada “coalición”, es un régimen brutal, que no sólo no ha terminado con la represión de los kurdos, por ejemplo, sino que tampoco tiene ningún escrúpulo en ahorcar a un anciano de 74 años que lleva siete en prisión. Ellos le dan al mundo petróleo y el mundo les consiente cualquier barbaridad.
 Una democracia no es posible sin una prensa libre, en eso todo el mundo está de acuerdo. Lo que ocurre es que hay muchas maneras de coartar la libertad de prensa, y no se puede hablar de prensa libre cuando está ha de responder a los intereses de los grandes grupos económicos que la respaldan. Porque editar un periódico cuesta mucho dinero y ese dinero tiene que salir de algún sitio. En estas tesituras los medios de comunicación son muy conscientes de qué noticias pueden publicar y cuáles no, y la censura ya no procede de un gobierno más o menos dictatorial, sino de los propios medios de comunicación. Es una censura económica que cristaliza en autocensura.
 Sólo hay una manera de dar una información, pero existen muchas de no darla. La información ha de ser objetiva, puesto que debe corresponderse con un hecho objetivo, algo que efectivamente ha pasado. Toda aquella información que no sea una descripción objetiva de un hecho, sino que se deslice al campo de la opinión (y eso es lo que ocurre en el noventa por ciento de los casos, no hay más que ver las diferencias existentes en una misma noticia según sea la línea ideológica del medio que las saque a la luz) es desinformación. Y la desinformación es censura: censura de las hechos tal y como ha ocurrido. Censurar una noticia no sólo consiste en no ofrecerla, también en ofrecerla manipulada, sesgada o mutilada. Y, teniendo en cuenta que es la prensa la que crea opinión, quizás esta forma de censura quizás sea mucho más grave que ocultar directamente la información. En todo caso todos los medios de comunicación tienen muy claro de lo que no se puede hablar

No hay comentarios: