viernes, 3 de noviembre de 2023

Nombres

 Cantaba Bob Dylan que el hombre puso nombre a los animales, y por estos lares solemos decir que aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Ya he dicho alguna vez que eso de la posverdad es muy antiguo, se lo inventaron los sofistas allá por el siglo V a.c. y El nuevo invento de los llamados “relatos” es caso tan antiguo como la posverdad, pues ya los sofistas se fabricaban su propio “relato” sobre la realidad”. Centrándonos en el asunto del título podemos considerar que, si bien el nombre de algo no es más que un signo arbitrario que se pone a ese algo para poder identificarlo entre el resto de los algos, también es cierto que con el tiempo nombre y algo acaban teniendo una relación tan estrecha que puede llegar a pensarse que la esencia de lo nombrado se encuentra en el nombre, es decir, que hay más que una simple relación de significante y significado o que el significado pertenece de forma natural al significante. Estamos ni más ni menos que ante el problema medieval de los Universales, el que sale en  “El nombre de la rosa”, y de hecho, si somos platónicos, podemos llegar a pensar que es la existencia de la esencia lo que permite darle nombre a ésta. Si esencias no hay nombres, diría Platón.

Viene todo esto a cuento, no ya de la famosa amnistía que el señor Pedro Sánchez va a conceder a los condenados catalanes por el 1-O, puesto que de amnistía se trata al fin y al cabo, sino de la expectación que se ha creado en los círculos políticos y mediáticos acerca de cómo se la va a llamar. Como decía al principio, aunque la mona se vista de seda mona se queda y se llame como se llame la amnistía lo que cuenta es la esencia a la que se refiere el nombre, y esa esencia será la de una amnistía. Aun así parece ser que la van a llamar algo así como “Ley por la convivencia política”. Es decir, van a hacer equivaler el hecho de olvidar unos delitos con la convivencia o, como decía antes, sobre este cimiento es sobre el que van a construir su relato. Lo que no nos dice el relato, y a lo mejor por eso es un relato y no una realidad, es de qué manera se puede hacer encajar un delito, es decir la ruptura de la convivencia social, precisamente con aquello que ha roto, que es la convivencia. De la misma manera que al principio decía que los nombres son signos arbitrarios que se asignan a objetos, las leyes son consensos sociales que tienen como objeto mantener el orden y la armonía sociales. Si uno incumple la ley lo que está haciendo, entonces, es romper la convivencia entre los ciudadanos. No se entiende muy bien, así, cómo es posible que una ley que tiene por objeto perdonar a los que han cometido un delito, y por lo tanto han roto la convivencia, sirva para recuperar la convivencia. Es como si nos dijeran que una ley que sacara a todos los asesinos de la cárcel, serviría para devolver la vida a sus víctimas. Y lo más epatante del caso es que todo esto que he dicho es, al fin y al cabo, baladí, al lado de la posverdad verdadera de que se hace por el interés general del país. Como se decía cuando yo era pequeño: claro, y yo soy tonto y me lo creo.


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