viernes, 7 de agosto de 2009

Justicia valenciana

El Tribunal Superior de Justicia de Valencia es Tribunal, porque lo forman unos jueces que actúan de forma colegiada, es Superior, porque es la máxima instancia judicial de la Comunidad y es de Valencia porque está en Valencia. Lo de “Justicia” es más bien una broma de mal gusto.
Este Tribunal Superior de Valencia ha decidido archivar el caso por corrupción contra Francisco Camps, presidente de la susodicha Comunidad y otros tres altos cargos de su gobierno. Uno podría pensar que han descubierto que son inocentes como corderillos y que todos los cargos que les imputó el juez instructor eran falsos. Pero como seguramente esto hubiera constituido un insulto para éste –al fin y al cabo le estarían llamando inútil- han tomado una decisión salomónica para contentar a todo el mundo, honrados y justos que son ellos, y han sentenciado que, si bien los cargos están probados, éstos no constituyen ningún delito. Yo no soy jurista ni abogado, no se que es el “cohecho impropio”, qué dice el Artículo 426 del Código Penal o qué significa que haya o no haya una relación causal entre la dádiva recibida y el cargo que se ocupa. Lo que si que se, porque me lo dice el sentido común, es que si un señor constructor o promotor de lo que sea le regala a un político un reloj de oro, o un traje, es por algo. Y también se que si un político recibe de un señor constructor o promotor al que no conoce de nada un reloj de oro o un traje debe devolverlos. Eso en el caso de que el regalito en cuestión no sea el pago de algún favor. Entonces, diga lo que diga el Tribunal Superior de Valencia, el político ha cometido un delito y debe ser castigado por ello, aunque tenga millones de votantes. El hecho de que todo el mundo admire a un chorizo no es óbice para que siga siendo un chorizo, más bien es que los demás son tan chorizos como él. Y si el partido político al que pertenece le apoya sin fisuras y no le exige responsabilidades entonces es que es un partido de chorizos.
Los jueces que han fallado a favor del señor Camps han adoptado la “doctrina Rita Barberá” según la cual todos los políticos reciben regalos y puesto que todos reciben regalos entonces el hecho de que los políticos reciban regalos debe dejar de ser delito. Puesto que en román paladino “recibir regalos” equivale a “soborno”, lo que la ilustre señora Barberá propone es que, puesto que todos sobornan y son sobornados, el soborno no puede ser un delito. No es cuestión de pedir a esta señora que lea a Kant, que escribió que aunque todos los seres humanos mintieran seguiría siendo verdad que no se debe de mentir, pero sí que podría ver “Arsénico por compasión” donde Cary Grant explica a sus encantadoras tías que envenenar vagabundos no sólo es un delito, es que además está mal.
Hay dos cuestiones, con todo, que resultan todavía más graves. La primera es que el señor Camps aseguró, tanto en las Cortes Valencianas como ante el juez instructor que, “sus trajes se los pagaba él” y que nadie le había regalado nada. Si ahora el Tribunal Superior de Valencia afirma que si recibió esos regalos –aunque no sea punible- eso significa que el señor Camps mintió, tanto en el parlamento como ante el juez. Que los miembros del PP mientan en las Cortes –e incluso al pueblo cuando se trata de esconder 192 muertos- es algo a lo que ya estamos acostumbrados. Pero mentir ante un juez es perjurio, y eso también es un delito. Esto parece que se les ha pasado a los honrados jueces valencianos. En todo caso, por una cosa o por otra, el señor Camps debería ser condenado. El otro asunto de extraordinaria gravedad es que el señor Rajoy no tuvo reparos en afirmar públicamente que confiaba en la absolución de Camps porque es amigo íntimo del Presidente del Tribunal que lo juzgaba. Sobran los comentarios. Eso si, con actitudes como ésta no creo que España esté capacitada para dar lecciones de democracia a nadie.
La mujer del César no sólo debe de ser honrada, además tiene que parecerlo. La profesión de político no sólo conlleva un componente ético sino también uno, muy importante, estético. El día que explicaron esto en clase de Educación para la Ciudadanía muchos debieron de faltar.

2 comentarios:

Tercera Opinión dijo...

Con respecto a este tema que comentas me gustaría que leyeras el siguiente artículo:

http://www.terceraopinion.net/2009/08/09/diferencias-simpatizante-fanatico/

Un saludo.

Emilio Garoz dijo...

Muy bueno. ¿Por qué será que cosas tan evidentes sólo las vemos cuatro mal contados?