lunes, 28 de diciembre de 2009

Apuntes filosóficos I

LA PRÁCTICA DE LA FILOSOFÍA.
Aristóteles dijo que la Filosofía era la más inútil de todas las ciencias. Poco imaginaba el viejo Estagirita que con el paso de los siglos su afirmación iba a tener tan plena actualidad. Tanta, que hoy en día hacer Filosofía es no plantearse para que pueda ser útil ésta y planteárselo es no hacer Filosofía. Como toda actividad humana ha de tener algún tipo de reflejo en la vida de las personas, la elucidación de esta cuestión debe ser previa a cualquier otra “profundidad” filosófica.
La Filosofía ha de servir para explicar la realidad, si no, no es Filosofía. Para poder explicar algo son necesarias dos condiciones. La primera, buscar causas o aportar razonamientos sobre ese algo. Y para eso es imprescindible ceñirse a ese algo. No es posible explicar la realidad desde la meta-realidad y la realidad son los objetos sensibles que la componen. Sin estos no tiene sentido hablar de aquélla. Las explicaciones deben partir, entonces, del conocimiento sensible de los objetos o de la realidad. La segunda condición es que las explicaciones deben ser entendibles para que expliquen algo. Un lenguaje incomprensible probablemente sea muy bello, pero explicativamente es inútil. La Filosofía que no se entiende no es Filosofía: o bien es poesía, en el mejor de los casos, o charlatanería en el peor. Comparar la claridad expositiva de un Ortega con la farragosidad de un Heidegger, por poner un ejemplo, sería un paso importante para determinar lo filosóficamente relevante.

LO POSIBLE Y LO REAL.
El pensamiento filosófico lleva a cabo algunas distinciones que pueden resultar de gran utilidad para la práctica cotidiana de los individuos. Tal es el caso de aquella que se da entre posibilidad y realidad. Realidad, en un sentido amplio, es todo lo que existe, la existencia efectiva y actual, a la que los griegos llamaban “Ser”. Posible es aquello que no implica contradicción, que no es contradictorio consigo mismo y por lo tanto puede ser real. Nótese bien que lo posible puede ser real, lo que no supone que lo sea ni que lo vaya a ser. De esta distinción se desprenden dos conclusiones: la primera es que lo imposible jamás podrá ser real. Un círculo cuadrado no puede existir porque es imposible, de la misma forma que es imposible un muerto vivo o, lo que viene a ser lo mismo, un fantasma.
La segunda es que lo posible no es real, aunque pueda serlo y, de la misma manera, no serlo. Esta consideración –que resulta tan evidente- es la que parece que no está tan clara en la mente de algunos. Es posible que a uno le toque la lotería, pero eso no significa que le haya tocado ya o que le vaya a tocar alguna vez. Si el común de los mortales fuera consciente de que el dinero de su tarjeta de crédito es un dinero posible, no real, y que cuando se transforma en real, es decir, cuando hay que pagarlo, es cuando empiezan los problemas, quizás los efectos de la crisis no fueran tan devastadores.

INTELIGENCIA, PASIONES Y DESTRUCCIÓN DEL MEDIO. (POR QUÉ NO SOMOS TAN TONTOS).
Es frecuente escuchar que el ser humano es el menos inteligente de los animales porque es el único que destruye su medio. Esta afirmación es paradójica porque lo que quiere dar a entender es que es la inteligencia la que causa la destrucción y contiene un profundo error. Lo que distingue a la especie humana del resto de las especies es su pensamiento racional, que es lo que los humanos han dejado de lado. Lutero marca el inicio de este desprecio de la razón cuando la califica de “ramera”, Pascal ahonda en esta fractura enfrentándose a los racionalistas del siglo XVII y situando a las pasiones y los sentimientos por encima de ella y el mismo Kant se ve obligado a realizar una crítica de la razón ilustrada al considerar que ni es razón, ni es ilustrada. No es casualidad que los países pioneros del capitalismo y de la destrucción del medio -Gran Bretaña, Alemania y Estados Unidos- tengan unas arraigadas bases protestantes.
Intentar solucionar el problema despreciando a la inteligencia y apelando a los sentimientos constituye una equivocación de fondo. Lo que distingue al ser humano del resto de los animales en su relación con la naturaleza es que busca en ésta un beneficio económico. Y éste se sustenta sobre sentimientos y pasiones como la avaricia, la ambición y el afán de poder. Desde este punto de vista, las posturas irracionalistas que afirman que sólo los sentimientos pueden salvar el entorno demuestran ser erróneas. Habría que volver a la posición de Spinoza acerca de que la inteligencia es capaz de controlar a las pasiones. Sólo desde una postura racional de este tipo se puede poner fin a la destrucción.

BARBARIE Y MAL
Una de las preguntas tradicionales de la filosofía: la pregunta por el mal, ha sido sustituida por la pregunta por la barbarie. El mal como concepto metafísico-moral ha perdido protagonismo. Si exceptuamos las posturas religiosas hoy en día ya nadie se plantea la existencia de una personificación del mal, un sujeto con cuernos y rabo que se complace en hacernos sufrir, de un principio metafísico que se opone al bien y nadie, como Voltaire, intenta demostrar la existencia del mal considerando un fenómeno natural como moralmente malo. El mal ha sido sustituido por la barbarie como idea antropológico-moral.
Barbarie es lo opuesto a la cultura entendida como aquello que permite el desarrollo del ser humano como ser humano, lo que lo humaniza –de manera que sólo hay una cultura-. Barbarie sería entonces todo aquello que deshumaniza. Para los griegos el bárbaro era el que no entendía su lengua, el que no compartía su cultura, el extranjero. Pero no era necesariamente malo. Por qué en una sociedad altamente tecnificada y culta se producen actos de barbarie como el exterminio de una raza o la práctica sistemática de la tortura es lo que la filosofía se debe plantear. Y ya no sirve la respuesta fácil de que el torturador, el asesino que después de su trabajo vuelve a casa con su mujer y sus hijos es malo. Hay algo más. Cien mil personas gritando como posesos en un estadio contra un árbitro indefenso o bañándose en una fuente pública son bárbaros pero seguramente no todos serán malas personas. Quizás lo que llamamos “cultura” no sea más que otro nombre para la barbarie.

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