viernes, 18 de diciembre de 2009

Guerra justa

  Resulta bastante chocante escuchar a un Premio Nobel de la Paz que en el discurso de recogida del galardón hace una apología de la guerra. Aunque inmediatamente nuestras mentes mal pensantes se deberían de tranquilizar al oír que dicha justificación bélica tan sólo hace referencia a la “guerra justa”. Teniendo en cuenta que todo aquél que emprende una guerra lo hace por causas que, para él, resultan justas, nos encontramos con que toda guerra es “justa” por definición, de tal modo que la expresión “guerra justa” resultaría una tautología y el segundo término podría ser eliminado del enunciado sin pérdida de significado: “guerra justa” entonces, equivaldría a “guerra” a secas, y una defensa de la “guerra justa” sería simplemente una defensa de la guerra.
  Como cuesta mucho trabajo creer que un pacifista convencido como mister Obama se atreva a justificar la guerra en la recogida del Premio Nobel de la Paz, habría que analizar más despacio el término “justicia”, para ver hasta qué punto es posible hablar o no de una “guerra justa”. Hasta donde alcanza mi ignorancia el primero que hace una defensa de la guerra justa es Agustín de Hipona. Agustín lo tenía bastante fácil: puesto que toda justicia emana de Dios, “guerra justa” sería aquella que tiene como objetivo defender los intereses divinos en la tierra. Desde esta concepción de justicia, la yihad de Bin Laden es también una guerra justa, así como el genocidio del pueblo palestino por parte de Israel (aunque más bien éste parece aplicar más el concepto talmúdico de justicia del ojo por ojo). Al fin y al cabo todos parecen defender los intereses divinos. De hecho esta fue la justificación que dio George Bush Junior para emprender la II Guerra del Golfo: a lo que parece Dios le había hablado y se lo había exigido. El problema radica en que como hablamos de distintos dioses con distintos intereses parece complicado establecer quién lleva razón al calificar de “justa” su lucha.
  El señor Obama, a pesar de todo, nos dio un ejemplo muy claro –aunque bastante tópico y manido- de lo que el considera una “guerra justa”: la II Guerra Mundial fue una guerra justa porque la diplomacia no hubiera detenido a los ejércitos de Hitler. Claro, que si a Hitler le hubieran dado el Premio Nobel de la Paz (de hecho estuvo nominado para ello), habría aducido que la injusticia radicaba en las condiciones leoninas del Tratado de Versalles, y que su guerra en realidad lo que pretendía era reparar dicha injusticia, así que era tan justa como la que más. También habría que dilucidar qué es lo que pensarían los habitantes de la ciudades de Hiroshima y Nagasaki acerca de la supuesta “justicia” de la II Guerra Mundial (aprovecho para recordar que los EE.UU. fueron los primeros que utilizaron armas de destrucción masiva contra una población civil, por si a alguien se le había olvidado).
  Como parece que esta concepción de la justicia tampoco nos conduce a nada habrá que buscar otra. Como siempre, lo primero que se nos viene a la cabeza es la concepción de “justicia” de la Grecia clásica. La justicia como lo opuesto a la hybris: la mezcla o el desorden. Justicia sería así dar a cada uno lo que le corresponde y la “guerra justa” sería aquella que tiene como objetivo imponer el orden allí dónde éste se ha perdido. La cuestión, y volvemos al principio, estriba en determinar quién está capacitado para decidir cuál es el orden que se debe de imponer: el de la democracia occidental o el de la Sharia, por ejemplo. Se diría que el orden buscado debe ser el de la razón. Si es así, ninguna de la justificaciones expuestas hasta ahora es válida.
  Visto lo visto, yo me inclino por aceptar un concepto kantiano de justicia según el cual todo ser humano es un fin en sí mismo y la vida humana es un valor universal que no debe ser puesto en entredicho de ninguna de las maneras. Así las cosas toda guerra sería injusta. Aunque me temo que el señor Obama, con la vista puesta en su guerra de Afganistán, tenía en mente más bien la idea de justicia que defiende Trasímaco en La República platónica: la justicia es el interés del más fuerte. Y ahora es cuando entendemos claramente lo que significa “guerra justa”.

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