sábado, 24 de julio de 2010

Abstención y responsabilidad

 Últimamente hemos asistido a varias votaciones parlamentarias que muestran de manera clara la calidad de la clase política que no toca sufrir y padecer –y que en el fondo nosotros mismos nos hemos buscado, porque sigue siendo cierto el adaggio de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece-. Me refiero a las votaciones para convalidar los decretos del Gobierno que ponían en marcha las medidas de ajuste económico y la Reforma Laboral. Como todo el mundo sabe –o no, teniendo en cuenta que estamos inmersos en plena resaca del Mundial de fútbol- estas dos votaciones las ganó el Gobierno gracias a la abstención masiva de la gran mayoría de los Parlamentarios –en el segundo caso- y de un grupo político en el primero. Es decir, que la postura que todos los partidos políticos sin excepción combaten en época de elecciones es la misma que ellos adoptan a la hora de tomar decisiones políticamente difíciles y socialmente incomprensibles. Esto en castellano se puede llamar de dos formas: cobardía o cinismo, pero en ningún caso responsabilidad, que es la rueda de molino que se intenta hacer tragar a la población española entre partido y partido, o al menos a aquellos a los que el fútbol y La Roja nos importan más bien un rábano.
 Si uno no está de acuerdo con algo simplemente se opone. Lo que no hace es tomar una decisión que permite que ese algo salga adelante. Esto es pensar con los pies. Ni siquiera desde el punto de vista de la racionalidad económica la postura de los grupos parlamentarios que se abstuvieron en las votaciones antedichas es racional. Teniendo en cuenta la opinión de la sociedad en su conjunto, lo que en Teoría de Juegos se llama el minimax (aquella decisión que otorga las máximas ganancias con el menor número de pérdidas, o la decisión que constituye la mínima ganancia –el mínimo de los máximos-) hubiera sido votar en contra. Las propuestas no se habrían aprobado, lo que hubiera forzado a un adelanto de las elecciones. En éstas, los partidos que votaron en contra, o bien hubiesen mantenido su nivel de votos, con lo cual no hubieran perdido crédito electoral o bien lo hubieran aumentado a costa del partido en el Gobierno, lo que hubieran significado una ganancia. Como yo no creo que un partido político actúe de forma irracional (más bien disfraza de irracionalidad decisiones perfectamente racionales) no queda más remedio que pensar que en el fondo estaban de acuerdo con los asuntos aprobados, pero mostrar ese apoyo públicamente vía votación parlamentaria les hubiera restado votos. Así que no se hable de una decisión responsable: es una decisión cínica.
 Se supone que en una democracia el Parlamento no es más que la representación de la voluntad popular, que es quien realmente posee el poder soberano. Cuando los parlamentarios hablan de responsabilidad de Estado y esta responsabilidad choca con los intereses del pueblo al que representan algo funciona mal en el sistema. Los intereses del Estado no pueden ser distintos de los intereses de la sociedad que lo forma, así que lo único que cabe pensar es que son los grupos parlamentarios los que deciden cuáles son esos intereses del pueblo. Ellos, que no son más que representantes, se arrogan el derecho de decidir qué es lo que interesa a la sociedad, cuál es el bien común. Sin embargo, esos intereses son los suyos particulares, no los de sus representados, de tal forma que los representantes pierden toda su legitimidad, puesto que ya no se representan más que a sí mismos. Así que, o se engaña a la sociedad hablando de responsabilidad o el sistema revienta.
 De todos modos, como mi único deseo es ser un buen ciudadano voy a tomar ejemplo de la decisión tan moderada que han tomado Sus Señorías y en las próximas elecciones yo también me voy a abstener.

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