martes, 9 de abril de 2013

Los mitos de la nueva izquierda


A modo de prólogo, el que esto suscribe se considera una persona de izquierdas, que ha militado en organizaciones de izquierda –eso si, tradicional- y que incluso ha estudiado a los grandes clásicos del pensamiento de izquierdas. Así que, en principio, no necesita que un conjunto de barbilampiños, populistas, agoreros o salvapatrias le den lecciones de izquierdismo. Sabe perfectamente que la izquierda debe fundamentarse en la racionalidad, tanto estratégica como moral, porque eso, y no otra cosa, es, no sólo lo que le permite diferenciarse de la derecha, sino estructurar un discurso y una praxis políticas liberalizadoras del ser humano. Todo lo que no se ajuste a estas premisas tan simples –hacer lo que se debe hacer, lo que es moral, y hacer lo adecuado en y para el momento adecuado- será demagogia o romanticismo, pero no es una postura de izquierda. Es mitología, un intento de explicar la realidad desde instancias –subjetivas, psicológicas, metafísicas o políticas- superiores a la propia realidad, considerar que la realidad escapa al orden racional y, por tanto, negar la posibilidad de su transformación. Y el pensamiento de izquierda es transformador por definición.
 Si bien siempre la izquierda que ha pretendido ser radical ha tendido a mitologizar la realidad, sobre todo cuando, a partir de los años setenta y ochenta del pasado siglo cayó en la cuenta de la verdad que se ocultaba detrás de sus referentes maoístas y estalinistas –véase el caso paradigmático del Che Guevara, o de la elevación a los altares del culto a la personalidad de todos aquellos que se han considerado grandes revolucionarios: Castro, Mao, Ho Chi Mihn, Chávez o Kim Jong-un, incluso al pobre José Luis Sampedro ya le están mitificando- la nueva izquierda –al menos la nueva izquierda española, que es de la que me interesa tratar- ha conseguido convertir toda su actividad en un mito, porque todas las ideas que la sustentan no son más que mitos. Para empezar, la propia nueva izquierda es un mito. Es un mito porque sus movilizaciones sociales no se corresponden con una toma de conciencia de clase, con un afán transformador de la realidad –y la realidad no es otra cosa que el sistema económico- o con una asunción de las contradicciones del sistema que salen a la luz. El único motor que anima a esta nueva izquierda, al menos a la mayor parte de aquellos que forman en sus filas, es recuperar el bienestar perdido. Que nadie se llame a engaño: sin crisis económica ahora no estaríamos asistiendo al linchamiento público de la familia real porque uno de sus miembros sea un corrupto -todos lo son y desde hace mucho tiempo- y la mayoría de los que piden a gritos la III República seguirían yendo como borreguitos a aplaudir a la realeza en todas sus apariciones, para demostrar así su patriotismo y lealtad y ver si pillan algunas migajas mediáticas; si a los que participan en los escraches se les regalara un piso, se sentarían tranquilamente en sus sofás a ver el fútbol, y se olvidarían de las hipotecas basura y de los deshaucios; si a los jóvenes que protestan por no tener futuro y por tener que marcharse del país -exiliarse, dicen ellos, como si fueran los primeros que han tenido que salir de su tierra a buscarse los garbanzos- se les ofreciera un trabajo bien renumerado, estarían encantados con el sistema, votarían a la derecha –como de hecho ha pasado- y su único proyecto de futuro sería comprarse un chalé, un coche potente y una televisión de plasma de 50 pulgadas. Eso, si no eran de los criticaban a los inmigrantes extranjeros. Una sociedad no cambia en diez años por muchos acontecimientos traumáticos que la golpeen, y menos la española que lleva siglos anclada en lo que Machado llamó un “país de arrieros, lechuzos, tahúres y logreros”. Así que los movimientos sociales imbricados en la nueva izquierda acaban no siendo más que individualismo burgués o caridad cristiana. Quizás esta izquierda a la que tanto le gustan los mitos –todos los políticos son unos ladrones corruptos, los sindicatos son unos vendidos- lo que debería hacer es escuchar a alguien tan poco mítico, pero tan de izquierda, como Trotski, cuando decía que “la clase obrera sólo puede alcanzar el poder si defiende todos los elementos de la democracia obrera presentes en el Estado”

No hay comentarios: