miércoles, 2 de febrero de 2022

Turismo I: Las personas

Dos notas caracterizan hoy a las ciudades. Una, son algo que debe ser visitado; dos, son unas cuantas páginas en una guía turística.

            El turismo, como actividad necesaria para conocer otras culturas y otros pueblos, es casi tan antiguo como la humanidad. Los antiguos griegos ya visitaban a las culturas vecinas: persas, fenicios o egipcios, para empaparse de sus costumbres y aprender lo que estas culturas les pudieran enseñar. Y de allí sacaron los conocimientos matemáticos, científicos y filosóficos que luego constituyeron la gran cultura griega. Los romanos, dando un paso más alá, inventaron lo que más tarde se conocería como “veraneo” y construyeron villas en las orillas del Mediterráneo o del Adriático, o en islas paradisíacas, para pasar los estiajes. A partir del siglo XVII el viajar a otros países se convirtió en algo casi obligado para los hijos de las familias acomodadas como elemento fundamental para su formación, actividad que alcanzó su auge en el siglo XIX, cuando los vástagos de la alta burguesía occidental pasaba, al acabar sus estudios y antes de incorporarse a los negocios familiares, recorriendo el mundo y completando su educación.

            Nótese bien que estas originales actividades turísticas se caracterizan por dos cosas: primera, son llevadas a cabo solo por aquellos que económicamente ocupan un lugar elevado en la sociedad y, segundo, tienen como objetivo fundamental la adquisición de unos conocimientos que no podían ser adquiridos de otra forma -aunque Kant ya puso en duda que el viajar pudiera dar algún tipo de conocimiento nuevo al que no pudiera llegar por la razón y la lectura, y de hecho nunca salió de su localidad natal.

            Centremos ahora nuestra vista en el turismo actual. En primer lugar, se ha convertido en una actividad que cualquier miembro de la sociedad puede realizar. Incluso aquellos que disponen de menos recursos económicos como los jóvenes, pueden coger un avión por unos cuantos euros para viajar a cualquier parte del mundo, de tal forma que si uno visita cualquier rincón perdido del Punjab, por ejemplo, probablemente encuentre más estadounidenses, franceses, británicos, alemanes, italianos o españoles que nativos de la zona. En segundo lugar, en un mundo globalizado ya no se viaja para conocer nuevas culturas, porque ya solo existe una cultura, que es la cultura humana que impuso la Ilustración y el capitalismo. No es una cuestión de aculturación: es que ante existían múltiples mundos en este mundo y hoy solo existe uno. De hecho, este mundo se ha quedado ya tan pequeño que se está empezando a implementar el turismo espacial.

            Como decía, hoy en día ya no tiene sentido decir que uno viaja para conocer otros pueblos y el que lo diga es tonto. Las costumbres son las mismas en Zaragoza que en Tombuctú, más allá de unos cuantos caracteres secundarios como la comida o el vestido, que cada vez se van uniformizando más. Porque usted podrá comer Pollo al Chilindrón en Zaragoza y lo que sea que se coma en Tombuctú, pero seguro que en los dos sitios se puede comer una hamburguesa. Hoy en día, gracias a Internet, cualquiera puede hacer una visita virtual por París o por el Hermitage de San Petersburgo sin salir de su casa y, sobre todo, sin montar en un avión atestado de gente que a lo que más se parece es a un vagón de tercera de un ferrocarril de hace un siglo. Hoy, cualquier patán o patana que no sabe hacer la “o” con un canuto puede visitar y de hecho visita Roma, Florencia o Atenas y luego presume de ello delante de sus vecinos, aunque no se haya enterado de nada de lo que ha visto y lo único que pueda decir de ello es que es todo “muy bonito”.

            Viajar, así, se ha convertido, casi más que en una obligación, en una necesidad social, creada por la industria del Turismo que ha descubierto un filón en todos aquellos seres humanos a los que se puede convencer de que deben de hacer turismo, que es una actividad de ricos que ahora está a su alcance. Y así, esta misma industria del turismo ha descubierto que su mejor producto no es lo que venden, sino quien lo compra.

            Ahora bien, ¿qué es lo que visitan los que visitan? Eso, que es la segunda característica de la que hablaba al principio, se tratará en otra ocasión. 

No hay comentarios: