miércoles, 20 de noviembre de 2024

Trump y la izquierda guay

 Que Donald Trump iba a ganar las recientes elecciones en EEUU era algo que se veía venir de lejos. Casi, casi desde que los demócratas decidieron poner de candidato a un anciano que debería de estar en un asilo, y, después, sustituirlo por una candidata, mujer, negra y superguay, representante de todo lo que es la izquierda actual. En EEUU, y en Occidente en general, ese es el gran problema de la izquierda: que solo quiere ser guay. El problema es que por ser guay se olvida de los problemas de la población que no es guay -según todos los cánones- y que son normalmente los que les han votado.

Estamos todos de acuerdo en que el marxismo es un resto anacrónico del siglo XIX, y que la clase trabajadora, tal y como era esencialmente al principio de la revolución industrial, ya no tiene lugar en el ámbito productivo. Estamos de acuerdo en que todo el mundo sale de vacaciones y tiene móviles y televisiones gigantes con una multitud de plataformas de pago. Pero eso no quita para que la gente siga ganándose la vida trabajando ocho horas o más, y que tiene que pagar impuestos, y que tiene problemas cotidianos que no son nada guais. Así que, si las posturas que tradicionalmente se han encargado de solucionarles esos problemas, o al menos de interesarse por ellos, que han sido las izquierdas, ahora están compuestas por élite de actores, actrices y cantantes -que han sido los que han acompañado la campaña de Harris, y los que suelen acompañar las campañas de la izquierda en España- una élite a los que los ciudadanos ven como muy lejana de ellos, como una nueva aristocracia que existe solo para ser admirada y envidiada por la plebe, pues entonces es lógico que el votante tradicional de izquierdas cambie el sentido de su voto y se lo dé a aquel que le tiene en cuenta, aunque solo sea para que precisamente le vote.

Y si los problemas que la izquierda guay considera de capital importancia consisten en salvar a las ballenas, o en preocuparse por colectivos que no han trabajado en su vida, o en otorgar derechos a todo el mundo menos al que trabaja y paga impuestos -y que conste que no estoy justificando nada, sino tan solo exponer un hecho-. Si la gran preocupación de la izquierda son las personas que no están contentas con su sexo, o con su raza o con su religión, y se olvidan de los que se parten el lomo a trabajar y ven cómo el Estado se lleva parte de su dinero para subvencionar a todos los colectivos anteriores, pues es normal que acaben votando al que les promete que va a cambiar al situación. La gente se echa las manos a la cabeza porque han sido los latinos o los negros los que han votado a Trump. Los latinos que han entrado en Estados Unidos y han trabajado como cabrones para que ahora la izquierda de Kamala y los suyos pretenda dar los mismos derechos que ellos se han ganado al primero que entra ilegalmente, pues es lógico que voten a Trump. Recuerdo que tan solo expongo hechos, no valoro ni justifico, pero es normal que si la izquierda olvida sus objetivos tradicionales y a la base social que la ha sostenido, si la izquierda se ha convertido en una élite y en la opción política de las élites guais, es normal que las clases populares acaban votando a la derecha. Ni más ni menos.


miércoles, 13 de noviembre de 2024

En el fango con objeciones y respuestas

 Voy a escribir sobre las responsabilidades de lo ocurrido en Valencia. No sobre las responsabilidades de la DANA, porque nadie es responsable de ello, aunque haya quien no se lo crea. Antes de nada quiero hacer dos advertencias, llamémoslas así. La primera es que no seré yo quien defienda a ningún político, ni siquiera al señor Mazón. Pero tengo ojos en la cara y estos días he podido ver a un político en mangas de camisa, desencajado, agotado y lleno de barro y a otro que no se ha manchado ni las botas; la segunda es que no lo voy a hacer a base de memes de las redes sociales sino intentando dar argumentos de lo que digo, que podrán estar equivocados o no, pero que llevo rumiando dos semanas y aún no he encontrado argumentos que se les opongan, más allá, repito, de lemas políticos en las redes.

Empecemos por lo primero que se dijo, que el gobierno valenciano había desactivado la Unidad Valenciana de Emergencias (UVE) y eso había retrasado la respuesta a la catástrofe. La UVE no existía, era una quimera o un ente de razón, que solo tenía realidad en el nombre. No tenía ni un solo bombero adscrito y por no tener no tenía ni oficina. De hecho, los propios bomberos se manifestaron contra su creación porque pensaban que distraía personal de otras ocupaciones. Era, como se dijo cuando se desactivó, un chiringuito, y la prueba de ello es que esa argumentación no se ha vuelto a usar.

En segundo lugar se acusa al gobierno valenciano de no cumplir con la legislación autonómica y no convocar los comités de emergencia y de mando único que esta prevé. Es cierto que estos comités no se convocaron. Pero es difícil convocar un comité cuando no se reciben avisos de las instancias de las que se tienen que recibir, ni se tienen medios ni personal para desarrollar sus órdenes. Pero sobre todo, estamos hablando de una ley autonómica, que tiene un rango jurídicamente inferior a la ley nacional que permite declarar un estado de emergencia, y por lo tanto movilizar todos los recursos del Estado necesarios, cuando una catástrofe de este tipo afecta a al menos dos comunidades autónomas. Y aquí es donde yo creo que radica todo el quid de la cuestión. Porque, aunque lamentablemente todo el peso de la catástrofe ha caído sobre Valencia, no nos debemos de olvidar que ésta también ha afectado a la Comunidad de Castilla-La Mancha, concretamente a la localidad de Letur, en Albacete, donde hay al menos cinco muertos (no lo sabemos porque el gobierno, una vez más, se niega a dar el número oficial de víctimas). Resulta curioso que nadie pida responsabilidades al señor Page por ello. En todo caso, el PSOE ha gobernado durante ocho años en la comunidad valenciana y, aunque eso sea entrar en el juego de los que descargan de responsabilidad al gobierno central, no ha realizado ni una sola de las infraestructuras que ahora se reclaman al actual gobierno. Pero a lo que iba. Era el Gobierno central el que debía de haber declarado el estado de emergencia y no lo hizo.

Y llegamos a la traca final: la AEMET, que es un desastre como la RENFE -a la que por cierto, últimamente no le funciona ni la página web, y si no intenten ustedes cambiar un billete-. Que la AEMET no da ni una lo puede comprobar cualquiera que acuda a sus predicciones diarias. No será la primera vez que está lloviendo a cantaros y la AEMET dice que hace sol, o al contrario. Parece que ya no nos acordamos de Filomena, cuando la AEMET dijo hasta el último momento que iban a caer unos cuantos copos. En este caso sí, dijo que habría lluvias que podían ser puntualmente torrenciales y que podían alcanzar  los 150 litros hasta las seis de la tarde -que era el tiempo que originalmente duraba la alerta roja- cuando a las ocho estaban cayendo 500. Una estupenda predicción. De hecho, cuando la DANA alcanzó Castellón se mantuvo el aviso naranja, que no se cambió a rojo hasta que ya estaba el agua corriendo por las calles, y eso lo vi yo. Por no hablar de la Confederación Hidrográfica del Júcar, que a las 18:45 envió un email, no llamó ni por teléfono, diciendo que el agua en el barranco del Poyo, que parece que fue el epicentro de la inundación, estaba creciendo muy rápido, cuando ya había pueblos inundados o que se estaban empezando a inundar.

De lo que ocurrió después ya no voy a hablar, porque ahí están las declaraciones de militares, policías, y guardias civiles, frustrados porque no recibían órdenes de acudir a las labores de rescate. Así durante cuatro días.

En fin, no voy a seguir, porque cualquiera que tenga ojos en la cara y no esté envenenado por la ideología ha podido ver lo que ha pasado. Y, sinceramente, el que no lo vea, que se lo haga mirar.


martes, 5 de noviembre de 2024

En el fango

 No tenía yo pensado escribir nada sobre la tragedia de Valencia, por una cuestión básica de respeto, hasta pasado algún tiempo. No quería participar en la arraigada costumbre española de tirarnos los muertos a la cabeza unos a otros. Pero visto lo que ocurrió el domingo, y siendo consciente de que en breve se iba a poner en marcha la máquina de propaganda goebbelsiana, como así ha sido, diciéndonos que todo es cosa de intolerantes violentos -en este caso han sido marginales violentos- y que la culpa es del PP -así en general- al final me he decidido por decir algo, más que nada para que no me tomen por tonto. 

Porque si bien nadie es culpable de que llueva torrencialmente, es tan solo un accidente, una circunstancia de la vida como hay muchas- no es una venganza de la tierra, ni un castigo de Dios, ni nada por el estilo- sí que hay cosas que merecen, al menos, ser comentadas. Y si el presidente del gobierno tuvo el domingo un comportamiento que en el siglo XVII le hubiera costado la  cabeza -literalmente, le hubieran cortado la cabeza por abandonar al rey a su suerte-, comportamiento que solo puede ser calificado como cobardía -pues una cosa es una retirada estratégica y otra salir huyendo como un conejo- hay que decirlo antes de que, como ya está pasando, se acuse a la casa real de provocar lo ocurrido porque no era el momento de hacer ninguna visita. El caso es que las piedras no se las tiraron al rey, que yo sepa, sino al presidente del gobierno.

Y de la misma manera, si el gobierno tiene la competencia de declarar el estado de emergencia, de desplegar las fuerzas de seguridad del Estado en las zonas afectadas, de proporcionar ayuda a los damnificados desde el minuto uno, a todos los damnificados y toda la ayuda posible sin espetar que si la necesitan que la pidan, pues es obvio que la necesitan, no mandar quinientos soldados y decir que si hace falta se mandarán los 120.000 -si no hacían falta en ese momento no sé cuándo harán falta- dejar a los vecinos que lo han perdido todo a merced de bandas de saqueadores sin desplegar a policía ni a la guardia civil, afirmar sin que a uno se le mueva un pelo del flequillo -ni se le caiga la cara de vergüenza- que no se recuperarán las infraestructuras ferroviarias hasta dentro de dos semanas, y las carreteras tardarán varios meses, y no se sabe cuánto el restablecimiento del agua potable y la energía eléctrica, como si estuviéramos en Somalia o, más bien, en Venezuela, hay que decirlo. Lo mismo que hay que decir que quien da las alarmas meteorológicas es la Agencia Estatal de Meteorología -que para eso está-, que como todas las agencias del Gobierno, está politizada, y afirmó que caerían unos 150 litros hasta las seis, cuando cayeron 500 a las ocho, antes de que digan, como ya han dicho, que la culpa de todo la tiene el PP, insisto, así en general, lo que incluye a Ayuso a Feijoo y, supongo, a todos los que los votaron

Así que hay que decir algunas cosas, reitero, antes de que empiecen a cambiarnos la realidad, como ya han empezado a hacer.  Porque en unos meses esto no habrá ocurrido, como no ha ocurrido la erupción del volcán de La Palma, donde todavía están esperando las ayudas, las mismas que  el domingo prometió el presidente del gobierno, ya a salvo de los marginales violentos. 

Y es que hay fangos y fangos. Hay fangos que les llegan a las rodillas a unos ciudadanos, al pueblo del que tanto hablan, y en el que los han perdido todo. Y hay fangos que salen de la boca de nuestros gobernantes y los paniaguados que les doran la píldora, y que huelen peor, y dan más asco, que los primeros.


miércoles, 30 de octubre de 2024

Vida neoliberal

 Hoy voy a hablar de Íñigo Errejón, como no podía ser de otra forma, pero tampoco voy a hablar de él. Primero porque me da asco. No el señor Errejón, al que no conozco, sino la situación de corrupción generalizada y de todo tipo que nos ha traído esta izquierda renovadora, que ha conseguido que los que éramos de “izquierdas de toda la vida” ahora seamos fachas, y a mucha honra. Quiero más bien usar al señor Errejón, como supuestamente él usaba a las mujeres de su partido y a todas las demás, para referirme a algo que ha dicho y que, con todo el fárrago mediático, ha pasado desapercibido. Dice esta manifestación sensible del pensamiento dialéctico, yo creo que más hegeliano que marxista, que ha sido la vida neoliberal a la que le ha llevado su estancia en la política la que le ha conducido a una serie de contradicciones que han acabado en el escándalo ya conocido. Es precisamente de eso, de la vida neoliberal a la que el señor Errejón culpa de su carrera de abusos a la que me quiero referir.

En primer lugar, no estaría de más dejarle claro al señor Errejón que el liberalismo no tiene la culpa de que él sea un abusador, maltratador y violador, todo ello supuestamente, claro. A no ser que uno sea rousseauniano y considere que es la sociedad, y en esta caso, la neoliberal, la que corrompe al ser humano, que es bueno por naturaleza.

En segundo lugar, y eso no va solo por el señor Errejón, sino por todos los que han construido un discurso, o un relato como se dice ahora, fantasioso y utópico para justificar su ascenso al poder, y también para todos aquellos que, sin haber alcanzado el poder, parece que están muy contentos de que lo hayan alcanzado los que consideran los suyos, en segundo lugar, digo, todos llevamos una vida neoliberal, señor Errejón. De hecho no existe otra vida que la que llevamos todos los habitantes de la tierra, califíquese ésta de neoliberal, de capitalista, de pequeñoburguesa o de cualquier otro calificativo de la misma familia semántica que a uno se le ocurra. 

Que cualquier habitante de cualquier país de los llamados del Primer Mundo lleva una vida neoliberal, es algo más que evidente, y ello independientemente del salario que cobre. Todos tenemos un móvil y un coche, o una moto, o una bici o un patinete eléctrico, que son todos vehículos que cuestan una cantidad importante de dinero. Todos compramos y consumimos. Incluso compulsivamente, si se quiere. Todos nos cargamos el planeta con nuestros desechos y nuestros pedos. Y todos, en fin y para no alargarme, vivimos en una sociedad capitalista por muy alternativos que nos creamos. Sociedad, por otro lado, que nos ofrece un cierto grado de bienestar y felicidad. Hasta los que viven en los márgenes, los que componen el llamado Cuarto Mundo, tienen teléfonos de última generación o necesitan dinero, aunque solo sea para comprarse los cartones de Don Simón. Pero también viven una vida neoliberal los que viven en territorios que no pertenecen al occidente rico. Africanos, sudamericanos, asiáticos buscan el modo de acceder a las comodidades de la vida neoliberal, por eso migran poniendo en peligro sus vidas, o intentan conseguir dentro de sus países lo que la televisión les muestra. Vaya usted a cualquier aldea africana y seguro que todos saben lo que es el Real Madrid.

Así que, señor Errejón, neoliberales somos todos, pero eso sí, no todos somos violadores, así que su silogismo se cae por la mayor. El poder es muy bonito hasta que te pillan.


miércoles, 23 de octubre de 2024

Lo que de verdad importa

 Al leer el título de este escrito muchos podrían pensar que su contenido va a tratar de aquello que, de verdad, importa. Estamos sumergidos en uno de los escándalos de corrupción política más graves de los últimos tiempos, no solo por las cantidades de dinero de las que se habla, sino por la importancia de los supuestos implicados. La cesta de la compra está por las nubes, lo que recuerda un sketch de Tip y Coll, en pleno agonía del franquismo, por cierto, donde a modo de informativo, los dos geniales cómicos anunciaban: “baja la bolsa”, mientras se veía bajar una bolsa de rafia colgada de una cuerda y, posteriormente “sube el pescao” mientras un pescao seguía el camino opuesto. O incluso, podríamos pensar que lo que de verdad importa es el caos ferroviario de los últimos días, mientras el ministro del ramo se dedica a escribir tuits, porque es el único que tiene claro para qué le han nombrado.

También se podría pensar que el título va más allá de nuestras carpetovetónicas fronteras, y hace referencia a los grandes problemas internacionales, que están empezando a complicar mucho la supervivencia futura, como la guerra entre Israel e Irán, o la ya casi olvidada entre Ucrania y Rusia, guerras ambas en las que según quien gane nos jugamos nada menos que mantener el modo de vida que hemos ha definido a Europa durante dos mil años, siglo arriba, siglo abajo. Por no hablar de las inminentes elecciones norteamericanas, que suelen influir más en el mundo que en Estados Unidos.

Todo esto se podría pensar cuando nos referimos a lo que de verdad importa. Sin embargo, cuando se leen los diarios de tirada nacional, y me refiero a los diarios denominados serios, enseguida nos damos cuenta de que estamos equivocados, Eso que a nosotros tanto nos puede preocupar no le interesa de verdad a nadie, porque lo que de verdad importa es, por ejemplo, y ateniéndonos a las noticias diarias, la pugna entre dos presentadores de televisión, cada uno con sus respectivos programas, cuyas cuotas de audiencia se han convertido en asunto nacional y tema de debate en todas las tertulias. Hasta tal punto se ha llevado la rivalidad de estos dos personajes que ya se asocia a cada uno de ellos con una determinada ideología, así que cuando uno se adelanta en eso que llaman share se alegran aquellos que profesan la ideología con la que se le identifica como si fuera una victoria propia, y lo mismo ocurre con el otro.

Otra de las noticas que han resultado de vital importancia para las portadas de los periódicos de la última semana, al menos, ha sido la expulsión de la cantante de un grupo musical que estuvo de moda hará como treinta años y su sustitución por la que  era cantante del grupo, pues hace treinta años. Como se puede ver, todo un asunto de Estado.

Y por si fuera poco, salen unas fotos del antiguo monarca en actitud cariñosa con una vedette-actriz-empresaria circense, actitud cariñosa que todo el mundo en el país conocía cuando se produjo hace cuarenta años y cuya actualidad, pues, resulta un tanto chocante

Esto es lo que de verdad importa y si a usted le importa más lo que se ha dicho al principio de este escrito, es que está totalmente fuera de onda.


miércoles, 16 de octubre de 2024

Para hacérselo corto

 Para hacérselo corto.

Lo que está ocurriendo en Oriente Medio es un enfrentamiento entre Irán e Israel, que, como suele pasar, ha pillado a los palestinos en medio. Como los pilló en medio en el conflicto entre Israel y Egipto o entre Israel y Siria. Y, como entonces, ahora los palestinos están siendo utilizados como carne de cañón  por Irán, lo mismo que antaño lo fueron por Egipto o por Siria, que, recuerdo, fueron los primeros en expulsar a los palestinos de sus territorios. Cuando nos echamos las manos a la cabeza por el supuesto genocidio israelí sobre los palestinos, -parece que ya no nos acordamos de los genocidios de verdad, y de cómo los jeques árabes, y palestinos, apoyaron a los alemanes- o no nos acordamos de que la primera foto de un muerto que apareció en el conflicto actual fue la del cadáver de una joven israelí medio desnuda subida en la caja de una pick up y rodeada de heroicos combatientes de Hamás, eufóricos por su victoria. Supongo que el concierto que se estaba llevando a cabo en el desierto cuando fue atacado por el ejército de liberación palestino estaba repleto de genocidas israelíes. Seguro.

Para seguir haciéndoselo corro. Si uno le mete la mano en la boca a un perro, y más si es un perro salvaje, corre el peligro serio de que se la muerda. Los atacantes de Hamás sabían perfectamente cómo iba a reaccionar Israel, y aun así atacaron. Atacaron, lógicamente, por orden de Irán, porque a Irán le importa un ardite el pueblo palestino. Y porque Hamás, más que estar al servicio del pueblo palestino al que dice defender, está a sueldo de Irán. Así que, en vez de preguntarnos, como hacen los sesudos y antisemitas analistas internacionales qué interés tiene Israel en esta guerra, tal vez sería mejor preguntarse qué interés tiene Irán, o Rusia que no deja de ser la mano en la sombra que está detrás de Irán. De momento obliga a Estados Unidos a luchar en tres frentes: en Ucrania, en el mar Rojo contra los hutíes de Yemen-que es por donde empezó todo esto- y ahora en Israel.

Y para terminar de hacérselo corto. Cada uno puede tener sus propias preferencias, faltaría más, pero en un enfrentamiento entre Israel e Irán yo, sin dudarlo, me quedo con Israel. La gran diferencia entre ellos es que el señor Netanyahu seguramente sea un asesino de masas, pero tiene que soportar protestas en la calle y puede ser revelado en unas elecciones, mientras que los ayatolás que mandan en Irán castigan a una mujer por no levar velo, tienen una cosa que se llama “policía de la moral” y no toleran ningún tipo de protesta. Y no hay ni dios -o alá- que los quite de donde están. Un enfrentamiento entre Israel e Irán es un enfrentamiento entre la civilización y la barbarie, entre la Ilustración y la Edad Media. Y yo, de verdad, que no entiendo que es lo que tenemos en España en particular y en Europa en general con los árabes, más allá de su petróleo. Recuerdo que cuando ocurrieron los atentados del 11 de marzo, todos los grupos de presión autodenominados progresistas se lanzaron como un solo hombre a decir que la matanza no era obra de los musulmanes como tal y que había que evitar la islamofobia, castigarla incluso. Nadie se acordaba, parece ser, de los 193 muertos. Nadie dice ahora que los responsables de la guerra en Gaza no son todos los judíos. Al contrario volvemos al viejo antisemitismo. El de los pogromos y las deportaciones. Todos sabemos, aunque no nos queramos acordar, como acabó el último de esos pogromos. A lo mejor todavía hay algún ingenuo que desconozca las intenciones de Irán -o que esté a sueldo suyo-, pero el próximo pogromo irá a por nosotros. 


miércoles, 9 de octubre de 2024

Sentido del humor

 Una de las preguntas -retóricas, por supuesto- que más se oyen últimamente es qué nos ha pasado en España y a los españoles para que hayamos llegado a tal extremo de polarización. Y yo el otro día, al leer las declaraciones de la señora Iciar Bollaín -una directora de cine,  que, como todos los que se dedican a eso, se afanan en opinar de cualquier cosa menos de cine, sin caer en la cuenta de que sus opiniones cuentan exactamente lo mismo que las que los demás- afirmando  que el machismo se empezará a terminar cuando nos dejemos de reír de los chistes machistas, pensé que más que un exceso de polarización política lo que nos falta es sentido del humor, aunque también puede ser que esa falta de sentido del humor sea producto de la mencionada polarización, o sea un producto de la nueva inquisición, o puede que no pase nada de eso y la señora Bollaín sea sencillamente una amargada.

Porque si bien es cierto que los españoles no nos hemos distinguido nunca por nuestro sentido del humor -como los ingleses, por ejemplo- de hecho Pérez Reverte dice en alguno de sus textos que allá por el Siglo de Oro a los españoles se nos consideraba en Europa como unos tipos bajitos y con muy mala leche, también es verdad que la obra cumbre de la literatura Universal, El Quijote, fue escrita por un español y es también tremendamente cómica. En todo caso, cuando oigo declaraciones como las de la señora Bollaín, o veo actitudes como la suya en personas a las que yo tengo, o tenía, por inteligentes, no puedo dejar de pensar en Umberto Eco y en su personaje Fray Jorge de Burgos, que tenía encerrado bajo llave el perdido libro de la comedia de Aristóteles, porque consideraba que la risa era el camino más directo hacia el pecado.

Así que parece que últimamente reírse es malo, y sobre todo reírse de ciertas cosas es ya lo peor. Eso sí, siempre que pretendamos reírse de algo que afecta a nuestro grupo identitario, ya sean las mujeres, los negros, los gordos o los gais. Si no se trata de aquello con lo cual nos identificamos entonces podemos reírnos a mandíbula batiente de lo que sea porque, al menos nosotros, no vamos a sentirnos ofendidos. La falta de sentido del humor que nos azota, y que, bromas aparte, considero que es especialmente grave y preocupante, tiene que ver, ya no solo con la dictadura de lo políticamente correcto, con la tiranía de lo que se debe de hacer y lo que no se debe de hacer, sino con el identitarismo que impera en la sociedad actual, que no es más que una muestra de falta de inteligencia y de falta de personalidad. Los individuos se consideran a sí mismos como partes integrantes de un grupo, de tal forma que todo lo que son, su esencia metafísica por ponernos pedantones, se lo da el grupo. Un sujeto no es nada sino lo que el grupo hace de él, ni quiere ser otra cosa. No es de extrañar entonces que cualquier chiste sobre el grupo, el sujeto lo considere como un insulto personal. Sin darse cuenta de que no es más que un chiste.

Y voy a acabar con uno de mis chistes favoritos:

- Papá, Papá, cómprame una bicicleta.

- Anda hijo, además de paralítico, gilipollas