Que Donald Trump iba a ganar las recientes elecciones en EEUU era algo que se veía venir de lejos. Casi, casi desde que los demócratas decidieron poner de candidato a un anciano que debería de estar en un asilo, y, después, sustituirlo por una candidata, mujer, negra y superguay, representante de todo lo que es la izquierda actual. En EEUU, y en Occidente en general, ese es el gran problema de la izquierda: que solo quiere ser guay. El problema es que por ser guay se olvida de los problemas de la población que no es guay -según todos los cánones- y que son normalmente los que les han votado.
Estamos todos de acuerdo en que el marxismo es un resto anacrónico del siglo XIX, y que la clase trabajadora, tal y como era esencialmente al principio de la revolución industrial, ya no tiene lugar en el ámbito productivo. Estamos de acuerdo en que todo el mundo sale de vacaciones y tiene móviles y televisiones gigantes con una multitud de plataformas de pago. Pero eso no quita para que la gente siga ganándose la vida trabajando ocho horas o más, y que tiene que pagar impuestos, y que tiene problemas cotidianos que no son nada guais. Así que, si las posturas que tradicionalmente se han encargado de solucionarles esos problemas, o al menos de interesarse por ellos, que han sido las izquierdas, ahora están compuestas por élite de actores, actrices y cantantes -que han sido los que han acompañado la campaña de Harris, y los que suelen acompañar las campañas de la izquierda en España- una élite a los que los ciudadanos ven como muy lejana de ellos, como una nueva aristocracia que existe solo para ser admirada y envidiada por la plebe, pues entonces es lógico que el votante tradicional de izquierdas cambie el sentido de su voto y se lo dé a aquel que le tiene en cuenta, aunque solo sea para que precisamente le vote.
Y si los problemas que la izquierda guay considera de capital importancia consisten en salvar a las ballenas, o en preocuparse por colectivos que no han trabajado en su vida, o en otorgar derechos a todo el mundo menos al que trabaja y paga impuestos -y que conste que no estoy justificando nada, sino tan solo exponer un hecho-. Si la gran preocupación de la izquierda son las personas que no están contentas con su sexo, o con su raza o con su religión, y se olvidan de los que se parten el lomo a trabajar y ven cómo el Estado se lleva parte de su dinero para subvencionar a todos los colectivos anteriores, pues es normal que acaben votando al que les promete que va a cambiar al situación. La gente se echa las manos a la cabeza porque han sido los latinos o los negros los que han votado a Trump. Los latinos que han entrado en Estados Unidos y han trabajado como cabrones para que ahora la izquierda de Kamala y los suyos pretenda dar los mismos derechos que ellos se han ganado al primero que entra ilegalmente, pues es lógico que voten a Trump. Recuerdo que tan solo expongo hechos, no valoro ni justifico, pero es normal que si la izquierda olvida sus objetivos tradicionales y a la base social que la ha sostenido, si la izquierda se ha convertido en una élite y en la opción política de las élites guais, es normal que las clases populares acaban votando a la derecha. Ni más ni menos.