Es curioso comprobar cómo a veces las noticias van por detrás de las observaciones que una mente mínimamente atenta puede realizar sobre la realidad que le rodea. Contaban la semana pasada los papeles que unas pruebas de nivel competencial que ha realizado la OCDE, para comprobar lo que, hablando en plata, es la alfabetización de los adultos en los países desarrollados -lo que alguien ha definido como una prueba PISA para adultos- han determinado que los adultos españoles, y más concretamente los universitarios sobre los que se ha realizado la prueba están por debajo de la media tanto en matemáticas como en comprensión lectora. Vamos, que nuestros universitarios, orgullo patrio, apenas saben sumar y malamente saben leer.
He empezado diciendo que a veces las noticias van por detrás de las observaciones personales porque esto, que para algunos ha sido una tremenda novedad, para mí, que cojo todos los días el metro y tengo la mala costumbre de fijarme en la gente cuando paseo por la calle no constituye ninguna novedad. Además, es desde esta perspectiva desde la que se puede entender la actual situación social del país. Resulta que España es el territorio con un mayor número de parados, con los sueldos más bajos y los trabajos más precarios de Europa, y sin embargo es el país donde la gente se declara más feliz. Ya saben aquello del tonto feliz. Pero es que además en España tenemos, en la actualidad, el que probablemente sea el gobierno más totalitario y corrupto de Europa y la gente, no solo está, como decíamos antes feliz, sino que aún siguen votando al mismo gobierno. Y todo porque en vez de pensar con la cabeza, que es lo que suele permitir el saber matemáticas y saber leer, piensan con los pies de la ideología. Y en vez de tener un criterio propio, que es lo que suele permitir saber leer y saber matemáticas, se dejan llevar por una ideología que, como toda ideología, suele ser irracional y sectaria. Y además impuesta.
El caso es que tan cacareada generación mejor preparada de nuestra historia no sabe sumar ni leer. Lo cual no es de extrañar, ni tampoco culpa suya, si tenemos en cuenta que nadie se ha encargado de enseñarles. Total, saber leer y sumar no sirve para nada en el mundo digital que se iban -y que se han- encontrado y es mejor tener habilidades técnicas que les permitan, y de eso se trataba y se trata en el fondo, ser unos buenos y obedientes obreros en el futuro. Cuanto menos sepan, pues menos protestan. Así que en vez de enseñarles a leer, vamos a hablarles de cambio climático y en vez de enseñarles matemáticas vamos a contarles que todo el mundo tiene derecho a sentirse lo que quiera. Lo cual es cierto, faltaría más, uno puede sentirse mujer, hombre o extraterrestre, pero eso no significa que lo que se sienta sea lo que se es -aunque eso también se ha enseñado así nos va- y si un señor nace con pene se podrá sentir lo que quiera, pero el hecho indudable es que tiene pene.
En fin, y para acabar. Si los adultos que mañana tienen que enseñar a los jóvenes, no saben nada, nada podrían enseñar al las nuevas generaciones -excepto lo ya dicho: la obviedad de que cada uno puede sentirse lo que le de la gana-. Ya escribí hace tiempo que si uno sabe enseñar muy bien matemáticas, pero no sabe matemáticas, malamente las podrá enseñar. Lo que hemos conseguido es precisamente eso. Una generación que sabe muy bien cómo enseñar, pero no sabe lo que tiene que enseñar.
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