miércoles, 17 de marzo de 2010

Visiones de la realidad

I
Probablemente Kant sea el filósofo más importante de la historia. Y no sólo porque construyó un sistema moral que por primera vez consideraba al ser humano como libre, autónomo y responsable de sus propios actos, sino porque fue el primero que planteó la idea de que la realidad es una construcción del sujeto. Todos aquellos que elaboraron su pensamiento después de él –Hegel, Marx, Nietzsche, Freud, Husserl, Ortega y Gasset, etc., etc.- han asumido de una forma u otra la novedad kantiana.
Hoy en día, sin embargo, se considera a la realidad como una estructura independiente del sujeto, sobre la que éste no tiene ningún control. Se habla así de la crisis, la sociedad, de todo lo real, en suma, como entidades que trascienden a los sujetos y en mayor o menor medida condicionan sus vidas. Así, los individuos se muestran indefensos ante una realidad que los maneja a su antojo. Habría que recuperar a Kant –a la Ilustración de Kant- para reasumir que la realidad es creación de los individuos, que todo lo que ocurre tiene una causa humana y que incluso aquello que parece más sagrado, más intocable, más absoluta y firmemente real, no es sino algo que el sujeto ha puesto frente a él. Quizás de esta forma dejemos ya de lamentarnos y empecemos a cambiar aquello que hemos construido.

II
Una de las primeras cosas que nos enseñan cuando somos niños es que mentir está mal y, por consiguiente, decir la verdad está bien. Aprendemos que la verdad implica una carga moral que está presente ya en la filosofía de Platón, cuando la sitúa como una Idea del mundo inteligible al lado del Bien y de la Belleza –por eso, y dicho sea de paso, los malos son feos-. Es por esto por lo que resulta chocante la identificación cotidiana que se establece entre realidad y verdad. Si la miramos desde un punto de vista puramente científico la realidad no es ni verdadera ni falsa: es lo que es. Serán verdaderas las interpretaciones o las teorías cuando expliquen o se correspondan con un determinado fenómeno, pero el fenómeno en sí no tiene ningún valor de verdad: está ahí y ya está
A nivel social y político, que es donde con más insistencia se da esta identificación, considerar verdadera a la realidad es considerarla buena. Cuando se dice que es verdad que la realidad es como es, o bien se quiere decir que la realidad es la realidad, y entonces no se está diciendo nada, o bien que la realidad debe ser como es, es verdadera y por lo tanto buena. Ahora bien, a poco que uno se fije resulta evidente que la realidad no es buena y si no es buena entonces es falsa. La única forma de cambiar la realidad, para hacerla mejor, es aceptar su falsedad.

III
La Modernidad aparece en el siglo XVII de la mano del descubrimiento del sujeto, como el individuo que toma conciencia de si mismo frente a una realidad que se le opone, en la que ya no se encuentra a gusto, que es su enemiga. Filosofía y arte –las dos formas privilegiadas que tradicionalmente ha utilizado el ser humano para relacionarse con la realidad- han intentado desde entonces superar este desgarramiento, reconciliar al individuo con su entorno.
En el campo del arte esto va a suponer unos siglos más tarde la quiebra del ideal de belleza. Si la realidad no es bella, si resulta hostil, si es en definitiva fea, la obra de arte no puede reflejarla como bella. No es posible la reconciliación desde el ámbito del arte creando una belleza falsa. Lo que constituye la obra artística es entonces la verdad, la denuncia de una realidad que es falsa y por lo tanto ya no bonita, y el intento de reunificación del sujeto con lo real desde el ámbito de la verdad, del deber ser de esa realidad. Esto exige un distanciamiento del artista con la naturaleza –del que ya son pioneros figuras como Velázquez o Goya- y la ruptura de las formas clásicas, la búsqueda de la verdad de la realidad más allá de su apariencia externa. De ahí que se descompongan las figuras, se quiebren las líneas o se oscurezcan los paisajes. Si la realidad es falsa por ser malvada el arte no puede expresarla tal y como aparece. El arte bonito es un arte falso, tan falso como la realidad que no denuncia.

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