El
ser humano es un animal simbólico. Se alimenta de símbolos y se reconoce en
ellos. Su pensamiento y su lenguaje, aquello que le permite entrar en contacto
con la realidad que le rodea, crearla y transmitirla son símbolos y precisamente
por eso puede convertir en símbolo cualquier hecho, haciendo que trascienda así
su cotidianidad. De ahí que las fechas, meras medidas del paso del tiempo,
se vuelvan también símbolos, símbolos
con los cuales algunos se identifican y otros, porque comprenden el significado
subyacente el simbolismo, no. El 4 de julio, el 14 de julio, el 20 de
noviembre, 1789, octubre de 1917. El título de este escrito es también una
fecha, una fecha que se ha convertido en un símbolo que tiene una significación
precisa para todos aquellos que pasan de los cuarenta. Permítaseme, entonces,
que yo no me identifique con él.
La
estrategia es fundamental en la acción política, porque demuestra la
racionalidad de esa acción. Una buena estrategia tiene que tener en cuenta no
sólo la oportunidad del momento, las condiciones sociales en que las que esa
acción se lleva a cabo, condiciones que son, en términos generales, objetivas,
sino también las condiciones subjetivas, lo que la ciudadanía tiene en su
cabeza, sus pensamientos, sus creencias y su ideología –su falsa conciencia-,
en suma, sus símbolos. Y también, por supuesto, hay que estar muy atento a la utilización
que el adversario político pueda hacer de esa acción. Teniendo en cuenta todo
esto, todavía no me entra en la cabeza quién ha sido el genio de la estrategia
al que se le ha ocurrido convocar una manifestación el 23 de febrero, una
manifestación que, para mayor desdoro del convocante, finaliza a escasos metros
del Congreso de los Diputados. Sólo dos razones se me ocurren para ello:
primera, que el susodicho convocante –o convocantes- sean unos ignorantes que
no saben que el 23 de febrero del año 1981 el teniente coronel de la Guardia
Civil Antonio Tejero Molina, irrumpió pistola en mano en ese mismo Congreso que
ahora todos se empeñan en rodear o en ocupar o en no se sabe muy bien qué,
secuestrando a los diputados y, con ellos, a la soberanía popular y la
democracia. Una fecha muy oportuna por tanto -por mucho que en el cartel figure
en pequeñito, al lado de los caracteres “23-F”, el año 2013- para que el PP y
sus medios afines nos recuerden precisamente ese hecho. Y es que no sé que
tienen en la cabeza estos integrantes de la “nueva izquierda” que lo único que
hacen es darle coartadas a la derecha. Ahora que por fin su corrupción atávica
ha salido a la luz, se las apañan para ofrecerle en bandeja una nueva cortina
de humo. Ya puestos, podían haberse manifestado el 18 de julio.
La
segunda razón que se me pasa por la mente es que, conociendo el simbolismo y la
relevancia de la fecha, quieran utilizarla como pistoletazo de salida para esa
regeneración democrática de la que tanto hablan pero que tan poco explican. He
de reconocer que si esta es la razón no soy capaz de captar la asociación
simbólica, a no ser que crean que Tejero también intentó una regeneración
democrática, o que estén rizando el rizo intentando desligar al 23-F de su
actual simbolismo, porque crean que los tiempos que vivimos son producto de
aquél hecho e intenten darle otro nuevo.. Eso, o la primera razón, porque si
uno se manifiesta con una cruz gigante a la cabeza de la marcha, intentando
simbolizar con ello el sacrificio del proletariado o algo así, les puedo
asegurar que cualquiera que lo vea lo primero que pensará es que es una
procesión En todo caso, pienso que habría sido mucho más oportuno manifestarse
el 22, o el 24, o mejor el 27, cuando millones de españoles salieron a la calle para defender el
sistema democrático y repudiar la asonada militar.
De
todos modos, algo deben saber los convocantes de la protesta de simbolismo
cuando se hacen llamar a sí mismos “Izquierda Anticapitalista”. “Izquierda
Anticapitalista” es una tautología, porque toda la izquierda es anticapitalista
por definición. Y ahí es donde está el simbolismo: supongo que consideran que
hay una izquierda capitalista –la izquierda parlamentaria, imagino- pero que
precisamente por ser capitalista no es izquierda. Así que ellos, con su denominación
pretenden constituirse en la esencia de la izquierda, por eso insisten en lo de
“Anticapitalista”. A mi me parece muy bien que se llamen como quieran, pero si
quieren hacer honor a su nombre quizás deberían empezar por exigir un cambio de
sistema económico –no político- y no reivindicar derechos que tienen más que
ver con el Estado del Bienestar capitalista que con una economía socialista. Ojo,
derechos sociales que todo el mundo tendría que tener, con lo que entraríamos a
discutir que a lo mejor no todo el capitalismo es tan malo. Pero esto se sale
ya del objetivo inicial de este artículo, que, en realidad, no era otro que decir
que yo no me manifiesto un 23-F porque no me da la gana.
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