Uno
de los grandes problemas del mundo contemporáneo -no ya solo de nuestro país- es
que somos incapaces de comprender la historia. Ya no digo conocerla, que
tampoco, sino comprenderla. Comprender la historia es no solo conocer las
causas por las que ha ocurrido lo que ha ocurrido, sino ser capaces de enmarcar
esas causas en el tiempo histórico en el que han ocurrido, es decir, ser
capaces de darnos cuenta de que lo que ocurrió hace cien años, por ejemplo, ocurrió
porque se dieron unas circunstancias sociales, políticas, etc. -lo que es lo
mismo, históricas- que permitieron que ese determinado acontecimiento se diera
en ese momento. Y comprender también que esas circunstancias se dieron solo en
ese momento, que la historia es un progreso y que, de la misma manera que las circunstancias
no se van a repetir, loe acontecimientos no se van a repetir, al menos de la
misma manera. Como Marx decía, la historia siempre se repite dos veces, sí,
pero una como tragedia y otra como farsa.
Si se entiende lo dicho más arriba,
se entenderá que comprender la historia significa comprender que los hechos y
los acontecimientos históricos hay que mensurarlos siempre en vistas al tiempo
y las circunstancias históricas en los que se produjeron, y que de ninguna
manera podemos juzgarlos desde nuestra propia perspectiva histórica. Es decir, comprender
la historia significa comprender que existe un relativismo histórico a la hora
de valorar los acontecimientos y que éstos solo pueden ser valorados desde su propio
tiempo histórico, y no desde el nuestro. Otra coas es que podamos situarnos en
ese tiempo histórico, algo que, por ejemplo para Ortega, era imposible, puesto
que cada generación posee su propia sensibilidad vital e histórica. Y es que,
en realidad, para poder juzgar desde el presente acontecimientos pasados, no
solo sería necesario inventar una máquina del tiempo que nos transportara a
bese pasado, sino que deberíamos de empaparnos de las circunstancias vitales de
ese pasado. Es decir, deberíamos vivir allí.
Desde este punto de vista, es fácil
comprender por qué afirmo que la época actual no comprende la historia. Cuando
pretendemos juzgar desde nuestro propio tiempo histórico las obras del Renacimiento,
el pensamiento medieval, la conquista de América o, simplemente, las canciones
de hace cuarenta años, no nos estamos enterando de nada. Es por ello que nos da
por decir que los griegos, ¡los griegos! eran unos inmorales porque tenían
esclavos y marginaban a sus mujeres, lo que nos lleva a quitar estatuas de
Colón porque consideramos que la conquista de América fue inmoral, o lo que nos
pide censurar esas canciones de hace cuarenta años porque atentan contra la
dignidad de la mujer. Esto, ya digo, es no enterarse de nada, porque si no
fuera por los griegos no tendríamos concepto de moral, si no fuera por Colón
los nativos americanos aún andarían comiéndose unos a otros y si no fuera por
las canciones de hace cuarenta años estaríamos todavía cantando jotas. Pero aparte
de este componente de progreso evidente, repito, no podemos juzgar los hechos pasados
desde perspectivas presentes, porque el tiempo histórico no es el mismo. Así de
simple.
Pero lo más curioso del caso, porque
esto no acaba aquí, es que los que niegan la posibilidad del relativismo histórico
aceptan, sin embargo, sin mayor problema el relativismo cultural, el hecho de
que debemos aceptar cualquier costumbre por bárbara que sea, porque desde nuestra
cultura y costumbres no podemos juzgar las de los demás. Así aquellos que
atacan a los griegos por marginar a las mujeres, defienden que las mujeres
musulmanas lleven velo porque es una característica de su cultura. Pero resulta
que la cultura es solo una y depende, como todo, del tiempo histórico. La
cultura es lo que hace progresar al ser humano, y ese progreso, lógicamente,
depende del tiempo histórico en el que nos situemos. Con los cual resulta que
el pensamiento griego es cultura, aunque margine a la mujer, y el velo islámico
no lo es, precisamente porque margina a la mujer.
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