viernes, 5 de abril de 2024

Grandes Ideas de la Humanidad

 Desde el invento de la rueda hasta el descubrimiento de la Ley de la Relatividad, pasando por la fregona, la humanidad ha progresado apoyada en una colección de ideas realmente grandes. Como ya dijo alguien, unos dicen que Newton, otros que Kant, somos enanos a hombros de gigantes. Cuando yo era pequeño, había un tebeo, que se llamaba precisamente “TBO” que tenía una sección titulada Los grandes inventos de la humanidad por el profesor Franz de Copenhague, conocida popularmente como “los inventos del TBO”. Las grandes ideas de la humanidad a las que me voy a referir hoy, tienen más que ver con los segundos que con las primeras, aunque eso no quite para que, también en nuestra época, haya grandes ideas comparables a las citadas.

Como supongo que todos ustedes habrán comprobado, últimamente los tapones de las botellas de plástico vienen unidos a la propia botella, lo cual, aparte de ir en contra de la hasta ahora reinante teoría sobre el reciclaje del plástico, que postulaba que se debían arrojar las botellas sin tapones al contenedor, pone en riesgo la boca, la nariz e incluso los ojos de aquél que intenta beber a morro de alguna de estas botellas, lo cual me lleva a pensar que el objetivo último de esta gran idea de la humanidad ha sido evitarnos el comportamiento burdo y poco elegante de beber directamente de la botella, en vez de echar su contenido en un vaso como está mandado. No se encuentra otra explicación, si  no, a esta ocurrencia.

A la que sí que no hay manera de encontrarle explicación ninguna es a la idea que voy a describir a continuación. Todos aquellos de ustedes que tomen el Metro en Madrid habitualmente, se habrán dado cuenta de que se han eliminado las papeleras de los andenes, para colocarlas todas juntas en el extremos de los mismos, bajo el nombre de “centro de reciclado” o algo así. No es que se hayan añadido papeleras nuevas, entiéndase, sino que las que ya había se han puesto todas en el mismo sitio. Con lo cual, si de pronto usted se encuentra en el lado opuesto del andén al que se sitúan la papeleras y tiene ganas de estornudar, o de sonarse la nariz, o está ya harto de masticar el chicle que tiene en la boca no le queda más remedio que guardarse en pañuelo o el chicle en el bolsillo hasta llegar a su estación de destino, porque no hay ninguna papelera cerca de usted para arrojar el residuo. Allí solo quedan, como testigos de su impotencia, los agujeros de los tornillos que antaño sujetaban la papelera a la pared. Lo que hará usted, y yo, y cualquiera, es tirar el papel al suelo, como mucho, a las vías. Así que el luces que se ha inventado lo de los “centros de reciclado”, y que habrá cobrado un pastón por ello, lo que ha conseguido es que el Metro esté cada día más sucio.

Ahora que, para gran idea, la de adelantar la hora en verano, que viene a ser lo mismo que quitarnos una hora de vida. Habida cuenta de que en España ya llevamos de por sí una hora de adelanto con respecto al sol, porque al señor Franco solo se le ocurrió imponer en España, en plena Segunda Guerra Mundial, la hora de Berlín -no le iba a fastidiar a él una idea algo tan nimio como el giro de la Tierra- se supone que para recibir en tiempo real las noticias de las victorias del Eje, aunque cuando perdió el Eje, tampoco se le ocurrió volver la hora a su ser, porque él, como buen dictador, no se equivocaba nunca (¿le suena de algo?), el cambio al horario de verano supone que llevamos ya dos horas de adelanto con respecto al sol. Con lo cual, los que durante todo el invierno hemos estado levantándonos de noche, porque, insisto, la Tierra gira, para ir a trabajar y ahora ya empezábamos a levantarnos de día, volvemos a levantarnos de noche, y todo para que anochezca más tarde, que uno no acaba de entender qué ventaja tiene el que anochezca más tarde, más allá de tener más tiempo de luz para tomar cañitas. En suma y para terminar, que la única utilidad que tiene este cambio es que la mitad de España se levante de noche para que la otra mitad pueda estar hasta las diez de la noche tomando vinos en las terrazas y aún tengan luz solar, no vaya a ser que se les pierdan los niños que andan correteando por ahí. 


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