viernes, 14 de junio de 2024

Partidos y políticos

 Un partido político sirve, fundamentalmente y al menos en su origen teórico, para aglutinar las diversas facetas de la voluntad popular. Un partido político, se convierte así, en el instrumento a través del cual los ciudadanos pueden expresar sus opciones políticas y participar en la vida política de la nación. De la misma manera, los dirigentes de un partido político utilizan éste para alcanzar puestos de poder en el Estado través de las correspondientes elecciones. Pero, eso sí, puesto que el partido político es el vehículo de las aspiraciones de los ciudadanos, el que obtiene un cargo en el Estado lo obtiene sólo en tanto en cuando forma parte de un partido político y representa la voluntad de éste, si bien es cierto que, en cuanto gobernante, tiene la obligación de gobernar en beneficio de los intereses de toda la sociedad y no tan solo de los militantes de su partido. En todo caso, lo que quiero decir es que existiría una especie de dialéctica entre el partido y el puesto de poder, de tal forma que el partido se utiliza para alcanzar el puesto pero una vez alcanzado el puesto hay que tener en cuenta al partido, o al menos lo que éste representa.

Si se entiende bien lo anterior, que espero que se entienda, se sacará la conclusión obvia de que no es posible acceder al poder sin partido. Y por supuesto, tampoco es posible mantenerse en él sin partido. No solo es ilógico, sino que resulta una anomalía democrática, que un dirigente político que ha alcanzado el poder por medio de un partido político, abandone el partido y no abandone el puesto de poder, ya que ambos van indisolublemente unidos. A no ser que hablemos, claro está, de un gobierno de concentración nacional por alguna urgencia histórica o de una dictadura.

Como ya se habrán imaginado todo esto viene a cuento de la ocurrencia de la señora Vicepresidenta segunda del gobierno de abandonar su partido político, pero no el cargo que ocupa. Como acabo de repasar la teoría, me voy a centrar en la casuística concreta del caso de la señora Díaz. La señora Díaz ha dimitido de su cargo de presidenta de su formación política. Se entiende que ha sido por sus malos resultados electorales y porque considera que no es la persona adecuada para llevar su proyecto político a buen puerto. Lo que yo me pregunto -y todos deberíamos empezar a preguntarnos ya- es cómo es posible que la señora Díaz no sea competente para dirigir un partido político y sin embargo si lo sea para gobernar un país. Yo creo que ella misma se dio cuenta de tamaña incongruencia y por eso  rectificó y dijo que en realidad no iba a dimitir de sus responsabilidades en su partido. Eso tampoco nos debe sorprender mucho en este gobierno, porque se pasan la vida rectificando o cambiando de opinión, que si bien rectificar es de sabios, rectificar demasiado es más bien propio de incompetentes y estultos. Pero a lo que iba. Lo que a mí me demuestra el caso de la señora Díaz es que a todos estos y estas individuos e individuas que vinieron a regenerar la política española lo único que les preocupa de verdad es el sillón y la moqueta -véase el caso de ínclito Pablo Iglesias y su no menos ínclita señora-. Lo que a mí me demuestra la señora Díaz es que su partido, sus votantes y sus seguidores le importan un rábano, y que una vez conseguido su objetivo, que era el despacho y el sueldo, puede tranquilamente despreocuparse de un proyecto político que, en realidad, solo le causaba problemas. Lo triste de esto, y lo que debería quedar claro para todo el mundo de una santa vez- es que este tipo de comportamientos los llevan a cabo gentes que se dicen de izquierdas que para conseguir sus objetivos se han llevado por delante sin pestañear, entre otras cosas, un proyecto como el de Izquierda Unida. Así que no se extrañen si los que los repudiamos desde siempre no tengamos ya claro dónde estamos


lunes, 10 de junio de 2024

La cabra, la cabra...

 El pasado jueves nos sorprendimos, al menos yo, con la noticia de que un trabajador de la Universidad Complutense, había sido detenido por violar a una cabra. Bien es cierto que últimamente la Universidad Complutense nos tiene acostumbrados a las noticias más bizarras, pero esta de la cabra me resulta de lo más llamativa. Porque claro, al leer la noticia de la violación -fíjense bien que ni siquiera se trata el asunto como presunto- yo me pregunto si la cabra llevaría una falda demasiado corta e iría provocando a todos los trabajadores de la limpieza que se cruzaban con ella, o no dejaría bien claro que no deseaba mantener relaciones sexuales con aquel humano y que prefería a un cabrón con los cuernos bien puestos, y por eso fue violada, pues aunque no dijo explícitamente sí, tampoco dijo que no. De todas formas hay que reconocer que el violador fue muy atrevido, pues la negativa de la cabra podía perfectamente haber consistido en una embestida contra sus atributos masculinos, lo cual hubiera supuesto, en este caso estaremos todos de acuerdo una negativa mucho más rotunda que lo que se supone que hiciera la cabra para considerar que ha sido violada.

De lo que no cabe ninguna duda es que la cabra tenía todo el derecho del mundo a llegar a su casa, o a su corralillo, sola y borracha. Y que el empleado de la limpieza que la violó, vamos a dejarnos ya del “supuesto”, puesto que si la cabra afirma que ha sido violada tenemos que dar crédito a sus palabras, pues las cabras en este caso siempre suelen llevar la arzón, y en todo caso tendría que ser el violador el que demuestre que él no ha violado a la cabra, y no al contrario, decíamos que el empleado que la violó no tiene defensa en afirmar que la cabra se le insinuó, o que las relaciones fueron consentidas o que en ningún momento la cabra le dijo que no. Lo cierto es que la cabra ha sido violada y el peso de la ley deberá caer sobre el agresor sexual de la susodicha cabra que, por cierto ya ha sido detenido y acusado de violación de una cabra

Consideremos, además, la posibilidad de que la cabra se haya quedado embarazada, que no preñada, no utilicemos términos que pueden resultar ofensivos para las cabras, y que, como consecuencia de ese embarazo no deseado da a luz a un sileno, a un fauno mitad cabra mitad humano. Qué sería de ese pobre ser, en un mundo en el que apenas quedan bosques en los que pidiera vivir a sus anchas y desarrollando su plena naturaleza de fauno, sin poder tocar la flauta a cada momento y sin poder perseguir con lujurioso ánimo a las ninfas del bosque. Sería un ser desgraciado que debería su desgracia al violador de la cabra de su madre.

Así que debemos decir categóricamente que la cabra tiene el derecho a que sea respetada su libertad sexual y que su violación no es más que una muestra más de la sociedad cisheteropatriarcal en la que vivimos. Y una prueba de lo que digo es esa canción popular que debe ser censurada inmediatamente ya que gracias a ella se ofende a las cabras y se anima a su violación que dice aquello de “la cabra, la cabra, la puta de la cabra”. Y ya acabo aquí. Próximamente trataré el tema de un sujeto acusado de asesinato por pisar una cucaracha


viernes, 7 de junio de 2024

Estimado Señor

 Estimado señor Sánchez Pérez-Castejón.

Si nace usted más tonto nace botijo. Ya sé que hay un grupo numeroso de compatriotas que le consideran a usted el prototipo de la inteligencia y de la astucia y la habilidad política, entre ellos inúmeros periodistas, intelectuales y políticos. Pero es que esas personas, siento ser yo quien se lo diga, señor Sánchez Pérez-Castejón, son ya directamente botijos. Porque, alma sin tino, ¿cómo se le ocurre escribir la carta que escribió usted a la ciudadanía, sabiendo cómo sabía que su mujer llevaba imputada desde hacía la pila de días, y amenazando con dimitir para luego decir que se quedaba? Vale que le vino muy bien para coger algunos votos en las elecciones catalanas, pero ahora que toda España sabe que su mujer está imputada y vienen unas elecciones europeas, la nueva misiva que ha vuelto a escribir, tan patética como la anterior, ya no se la cree nadie, Bueno, sí, se la creen los botijos citados más arriba.

Y es que si lo que usted pretende con esta nueva epístola es movilizar el voto a su favor en las próximas elecciones, mucho me temo que le va a salir el tiro por la culata, porque los ciudadanos ya se han hartado de tanto amorío adolescente y de tanto pasteleo, y puede que acaben votando en su contra, aunque solo sea para que se calle usted, epistolarmente hablando, de una vez por todas. Obtendría usted algún que otro voto botijero, pero poco más. Claro que a lo mejor lo que usted pretende es tan solo mostrar al mundo el amor incondicional que siente por su señora esposa, cuan Orfeo con su Eurídice, Romeo con su Julieta, Calixto con su Melibea, o Don Quijote con su Dulcinea, parejas famosas a las cuales dentro de poco se añadirá la de Pedro y Begoña, como los amantes de Teruel. En ese caso yo creo que lo que tendría que haber hecho usted era declarar ese amor que le desborda en privado, pues lo único que ha conseguido ha sido poner a su esposa en la picota, si es que no lo estaba ya gracias a sus negocios. En todo caso, si usted ama tanto a su pareja como deja ver en sus escritos, yo le diría que le recomendara que estudiara un grado universitario, más que nada para no poner en un compromiso a las autoridades de la Universidad Complutense que le han regalado la cátedra y que se las están viendo y se las están deseando para explicar cómo es posible que cualquiera que pase por la puerta pueda ser catedrático.

De cualquier manera estas son cuestiones personales en las que ya sé que no debería de meterme pues está muy feo meterse en la vida privada de los demás. Pero, visto que usted las ha hecho públicas, me he permitido el atrevimiento de opinar sobre ellas, pues no otra cosa es lo que creo que usted ha pretendido con sus cartas: que toda España pueda opinar sobre su relación con su esposa.

Por último, y ya que estamos en confianza, me voy a permitir darle a usted un consejo. Por favor, despida a su sastre, o deje de comprarse los trajes en  Zara. O, en su defecto, al menos cómpreselos de su talla, no dos tallas más pequeños, que cualquier día se le va a acabar rompiendo el fondillo del pantalón, por no hablar de lo cortas que le quedan las mangas de las americanas o las perneras del susodicho. Y ya que hablamos de estilo, sáquese usted las manos de los bolsillos y cambie de modelo de camisa de sport, que esa azul tipo vaquero ya está muy vista. Ah, y procure no andar como si fuera John Wayne en Centauros del desierto.