sábado, 8 de marzo de 2008

Debatiendo

Los últimos debates electorales transmitidos en directo por la televisión han permitido comprobar varias cosas, entre ellas la inmadurez de la democracia española, el poco interés que despierta la política entre la población y la inutilidad de los propios debates.
Nos han vendido estos cara a cara -cosa que tampoco se entiende , que sólo debatan dos cuando en la última legislatura había al menos nueve formaciones políticas con representación parlamentaria- como si fueran el marchamo de origen de la democracia, como la prueba palpable de lo sano que está el sistema, como acontecimientos únicos. En un país con una democracia fuerte y asentada, como EE.UU., estos debates están a la orden del día, son algo común a lo que no se le da más importancia de la que tiene: un foro de intercambio de ideas y propuestas entre candidatos. La sobredimensión que se le ha dado a los debates no demuestra la madurez de la democracia española, sino todo lo contrario: su inmadurez.
Los debates se han presentado como un gran espectáculo mediático, donde las cadenas han desplegado todos sus recursos para ganar audiencia. Se han utilizado en su promoción las técnicas de venta de los partidos de fútbol -y esto no es baladí- con el lenguaje bélico de las mismas : victoria, derrota, ganador, perdedor, etc; Zapatero vs. Rajoy: el gran combate. Eso es lo que ha movido a la gente a ver esos debates: no se trataba de un acto político, sino de un espectáculo deportivo. Y se ha conseguido el objetivo: la audiencia ha sido espectacular. Ahora bien, lo que demuestra esto es que a la población la política no le interesa en absoluto, que lo que le interesa es el espectáculo, el participar en un acto de masas que permita poder hablar de algo en el café del día siguiente, como una final de la Copa de Europa. Y por supuesto interesa poder decidir con tu opinión quién ha ganado y quién ha perdido, quién es nominado y quién abandona la casa y que en los rótulos móviles del inferior de la pantalla salga nuestro SMS, nuestros quince segundos de gloria: "rjy cmpn tkm rulas la jessi".
¿Y en el fondo para qué sirve todo esto?. Nunca he entendido que se pueda ganar o perder un debate, excepto en el caso muy improbable de que uno de los contrincantes acepte que su rival lleva razón. La gente escucha lo que quiere escuchar, lo que ya está predispuesta a oír porque coincide con su visión subjetiva de la realidad. No está dispuesta a dejarse convencer por argumentos que subjetivamente no acepta. Es decir, debería de ser así, deberíamos tener la suficiente amplitud de miras y la conciencia lo suficientemente liberada para aceptar que podemos estar equivocados, que podemos aprender cosas nuevas, pero eso no ocurre. Por lo tanto, las encuestas sobre quién ganó o perdió el debate sólo indican una impresión personal, un ambiente generalizado entre los votantes que es el mismo que existía antes del debate y es el que determina el supuesto resultado del mismo. El debate en sí no sirve para nada: la percepción subjetiva anterior determina el resultado objetivo posterior. A lo sumo, sirve para apuntalar los prejuicios. No hay más que ver que casi todos los sondeos coincidían en mayor o menor medida con las encuestas que se iban publicando sobre intención de voto. Y como en unas elecciones al final cada uno de los debatidores consideraba que era él el que había ganado.
Pero nada es porque si. La conversión en espectáculo de lo político tiene como objetivo su trivialización. Se trivializa el debate de ideas, trivializando así las ideas mismas. La política, la democracia misma queda reducida a votar de vez en cuando en medio de un espectáculo de luces y sonido. Se trata, en suma de que la población no piense por sí misma, no decida sobre ideas porque ya no hay ideas, no reflexione sobre las opciones porque éstas no existen y su inexistencia se enmascara en la contienda pseudo-deportiva del debate televisado. La política se convierte en un componente más del pan y circo, en un instrumento más de idiotización y al final gana el que mejor da en pantalla.

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