El fundamento último de un Estado de Derecho es la separación de poderes. Y la base de la separación de poderes es que cualquiera que comete un delito debe ser juzgado y condenado por aquellos que tienen encomendada esta tarea, los magistrados, independientemente de su profesión o de su cargo. De hecho, el propio Estado está sometido a la ley, de ahí precisamente que sea un Estado de Derecho.
Sirva esta introducción como aclaración somera de por qué la defensa a ultranza que hace el PP y sus voceros de Francisco Camps está corrompiendo la esencia de la Democracia y del Estado de Derecho. Atendiendo al principio de separación de poderes, no son las urnas las que juzgan los delitos que cometen los políticos. Por eso, el hecho de ganar unas elecciones, incluso por mayoría absoluta, no les exime de ser unos delincuentes, más bien lo único que demuestra es la ignorancia y la desinformación de los votantes. Afirmar, como ha hecho el señor Rajoy, que las elecciones europeas demostrarán la inocencia de Camps, de las que saldrá puro como un angelito, otorgar a los votantes un poder que no les corresponde en un sistema democrático, es una torsión, una subversión del mismo que hace mucho siglos que tiene nombre: se llama Demagogia, y Aristóteles la calificó como la corrupción de le Democracia. No son los electores los que tienen que demostrar la inocencia o la culpabilidad de un cargo político. Primero, porque es muy peligroso, y segundo porque no es esa su función. Son los Tribunales, un poder del Estado independiente del Legislativo y del Ejecutivo. En esto consiste –y se supone que el señor Rajoy lo sabe, no tanto Pedro Jota o Federico- la división de poderes y el Estado de Derecho
No es este el único desliz demagógico que han tenido los dirigentes del PP estos últimos días. La señora Esperanza Aguirre (como no, la Gran Demagoga) ha querido poner su granito de arena en la deriva democrática de los populares y no ha tenido pelos en la lengua a la hora de afirmar que las elecciones europeas deben ser una moción de censura contar el Presidente del Gobierno. Otra vez se está otorgado a las urnas un poder del que no están revestidas. El sistema político tiene muy claros cuáles son los mecanismos adecuados para establecer una moción de censura contra el Gobierno, algo que sólo puede hacer el Parlamento, el poder legislativo. Si tantas ganas tiene el PP de censurar al señor Rodríguez Zapatero debería seguir los cauces habituales y presentar la moción en el Congreso, no azuzar demagógicamente a las masas para convencerlas de que su voto en unas elecciones en las que no está en juego la formación de gobierno pueden servir para cambiarlo. A lo sumo esto sería un motín, una algarada, demagogia, en suma, pero no Democracia.
Estos arranques demagógicos se combinan con algo mucho más burdo: la propaganda del PP para las elecciones europeas, que resulta un ejemplo paradigmático de desinformación política. Se da por supuesto que, si el PP gana estas elecciones, se van a solucionar el paro, la crisis y todos los problemas del país. Incluso parece que el candidato es el señor Rajoy, y no el señor Mayor Oreja. Para empezar habría que explicar en qué consisten las elecciones: cómo los diputados elegidos se van a integrar en unos grupos políticos multinacionales en el Parlamento de Estrasburgo, lo que significa que una victoria en España, a nivel europeo, que es de lo que se trata, no supone absolutamente nada. Las elecciones son europeas, así que el PSOE seguirá en el poder gane o pierda, y el paro y la crisis seguirán ahí, gane el PP o no gane. Básicamente porque son problemas internos de España que no se solucionan en el Parlamento Europeo. No decir esto, presentar las elecciones como unas elecciones nacionales en las cuales si gana el PP accederá al poder para propiciar un cambio de gobierno es simplemente engañar a los votantes. Y estos irán a votar al PP bajo estas condiciones sin saber qué es lo que están votando. No es de extrañar que al día siguiente muchos electores se pregunten indignados e ignorantes por qué el señor Rodríguez Zapatero sigue siendo Presidente del Gobierno. Y las moscardas pseudoperiodísticas que revolotean alrededor de la corrupción popular exigirán –igual de indignados pero mucho menos ignorantes- su inmediata dimisión obedeciendo al mandato de las urnas. Bazofia, cinismo y demagogia
Sirva esta introducción como aclaración somera de por qué la defensa a ultranza que hace el PP y sus voceros de Francisco Camps está corrompiendo la esencia de la Democracia y del Estado de Derecho. Atendiendo al principio de separación de poderes, no son las urnas las que juzgan los delitos que cometen los políticos. Por eso, el hecho de ganar unas elecciones, incluso por mayoría absoluta, no les exime de ser unos delincuentes, más bien lo único que demuestra es la ignorancia y la desinformación de los votantes. Afirmar, como ha hecho el señor Rajoy, que las elecciones europeas demostrarán la inocencia de Camps, de las que saldrá puro como un angelito, otorgar a los votantes un poder que no les corresponde en un sistema democrático, es una torsión, una subversión del mismo que hace mucho siglos que tiene nombre: se llama Demagogia, y Aristóteles la calificó como la corrupción de le Democracia. No son los electores los que tienen que demostrar la inocencia o la culpabilidad de un cargo político. Primero, porque es muy peligroso, y segundo porque no es esa su función. Son los Tribunales, un poder del Estado independiente del Legislativo y del Ejecutivo. En esto consiste –y se supone que el señor Rajoy lo sabe, no tanto Pedro Jota o Federico- la división de poderes y el Estado de Derecho
No es este el único desliz demagógico que han tenido los dirigentes del PP estos últimos días. La señora Esperanza Aguirre (como no, la Gran Demagoga) ha querido poner su granito de arena en la deriva democrática de los populares y no ha tenido pelos en la lengua a la hora de afirmar que las elecciones europeas deben ser una moción de censura contar el Presidente del Gobierno. Otra vez se está otorgado a las urnas un poder del que no están revestidas. El sistema político tiene muy claros cuáles son los mecanismos adecuados para establecer una moción de censura contra el Gobierno, algo que sólo puede hacer el Parlamento, el poder legislativo. Si tantas ganas tiene el PP de censurar al señor Rodríguez Zapatero debería seguir los cauces habituales y presentar la moción en el Congreso, no azuzar demagógicamente a las masas para convencerlas de que su voto en unas elecciones en las que no está en juego la formación de gobierno pueden servir para cambiarlo. A lo sumo esto sería un motín, una algarada, demagogia, en suma, pero no Democracia.
Estos arranques demagógicos se combinan con algo mucho más burdo: la propaganda del PP para las elecciones europeas, que resulta un ejemplo paradigmático de desinformación política. Se da por supuesto que, si el PP gana estas elecciones, se van a solucionar el paro, la crisis y todos los problemas del país. Incluso parece que el candidato es el señor Rajoy, y no el señor Mayor Oreja. Para empezar habría que explicar en qué consisten las elecciones: cómo los diputados elegidos se van a integrar en unos grupos políticos multinacionales en el Parlamento de Estrasburgo, lo que significa que una victoria en España, a nivel europeo, que es de lo que se trata, no supone absolutamente nada. Las elecciones son europeas, así que el PSOE seguirá en el poder gane o pierda, y el paro y la crisis seguirán ahí, gane el PP o no gane. Básicamente porque son problemas internos de España que no se solucionan en el Parlamento Europeo. No decir esto, presentar las elecciones como unas elecciones nacionales en las cuales si gana el PP accederá al poder para propiciar un cambio de gobierno es simplemente engañar a los votantes. Y estos irán a votar al PP bajo estas condiciones sin saber qué es lo que están votando. No es de extrañar que al día siguiente muchos electores se pregunten indignados e ignorantes por qué el señor Rodríguez Zapatero sigue siendo Presidente del Gobierno. Y las moscardas pseudoperiodísticas que revolotean alrededor de la corrupción popular exigirán –igual de indignados pero mucho menos ignorantes- su inmediata dimisión obedeciendo al mandato de las urnas. Bazofia, cinismo y demagogia
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