viernes, 12 de junio de 2009

Modernos

El señor Rajoy es un demagogo y un irresponsable que después de las elecciones europeas sigue jugando a dos barajas: por un lado no se atreve a presentar una moción de censura en el Parlamento y por otro sigue permitiendo que los jefes de su partido azucen a la masa para que ésta propicie la caída del Gobierno. A pesar de todo hay veces que tiene razón, y cuando eso ocurre es de justicia dársela.
Tiene razón el señor Rajoy cuando afirma que eso del bautismo civil es un ridículo interplanetario. Más que interplanetario se diría que intergaláctico. Por supuesto que cada cual es muy libre de hacer el ridículo como le parezca conveniente, y puede comportarse como un pijo redomado si ese es su deseo. Pero también es cierto que a un cargo público no se le ha elegido para que lo haga –ni el ridículo ni lo que le pida el cuerpo-. Si la señorita Cayetana Guillén quiere bautizar laicamente a su hijo, o por el rito venusiano, o darle una bienvenida social, o como quiera que esto póngidos albinos de la “super-nueva-ola-progre-guay” quieran llamarlo, pues que lo haga. Está en su perfecto derecho como lo estamos todos los demás de partirnos de risa ante semejante disparate. No debería pues ofenderse por ello, aunque lo que esté buscando sea vender el reportaje a las revistas del corazón para ganarse los garbanzos.
Ahora bien, que el señor Pedro Zerolo, -un cargo electo de PSOE- ejerza de maestro de ceremonias de semejante absurdez demuestra que, o bien ha perdido el seso, o bien que la oposición política al PP en Madrid ya no sabe qué hacer para llamar la atención. Y aún se preguntan por qué pierden unas elecciones, crean comisiones internas y sesudos analistas políticos gastan tinta y papel intentando desentrañar las razones de la abstención de los votantes de izquierda. En todo caso, con semejante oposición –y si lo único que se les ocurre hacer son saraos como éste- tenemos Esperanza Aguirre para rato.
Un bautizo laico es un contrasentido y una contradicción manifiesta como pocas. En tres palabras, el bautismo es católico. Todo lo demás, como muy bien dice el señor Rajoy, es hacer el ridículo. Lo que les pasa a todos estos progres de cartón y de colegio de curas –o monjas- es que echan de menos las ceremonias religiosas de su infancia, en las que se formaron y en las que todavía creen. Pero, como son tan de izquierdas, tienen que inventarse memeces como el bautismo civil o el supuesto interés turístico de las procesiones de Semana Santa para poder disfrutar de ellas sin correr el riesgo de que les confundan con carcas casposos. En este caso el señor Bono es mucho más consecuente cuando pretende homenajear en el Congreso a una monja fundamentalista. Al fin y al cabo él nunca ha ocultado su catolicismo de golpe de pecho y misa diaria.
En realidad esto no es más que otra moda de esa supuesta nueva izquierda que, no se sabe si será nueva –más bien insensata- pero desde luego no es izquierda ni nada que se le parezca y hace ya mucho que ha perdido el norte. Más bien es izquierda folclórica en la línea de los “okupas” superconcienciados con la problemática social que no dejan vivir al vecindario con su música estridente, sus borracheras, sus vómitos y sus meadas, o los nuevos antifascistas niños de papá. Algo más que añadir al multiculturalismo tonto, la cocina deconstructiva, el ecologismo de escaparate, la vida sana por decreto o la Santa Cruzada contra el tabaco. Una trivialización de la vida social que vacía de contenido cualquier pensamiento serio de izquierda y una demonización de la libertad individual.

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