viernes, 13 de noviembre de 2009

2012

Las profecías tienen una cualidad cuando menos curiosa: siempre son verdaderas. Desde el momento en que toda expresión profética requiere esencialmente de una interpretación, cualquiera puede interpretarla como le parezca más conveniente. De esta forma, si la profecía no se cumple –lo que suele ser lo habitual- siempre se puede acudir al socorrido remedio de que estaba mal interpretada: el fallo, pues, estaría en las interpretaciones y no en la profecía misma. Otro modo de hacer verdadera una profecía es no enunciarla, mantenerla en el secreto y, una vez que se haya producido un acontecimiento lo suficientemente importante como para ser digno de haber sido profetizado, desvelar el misterio y anunciar que dicho hecho ya había sido predicho por alguien en algún sitio. Este es el caso archiconocido de los dos últimos misterios de Fátima, que al parecer predecían la caída de la Unión Soviética y el asesinato de Juan Pablo I. Eso si, sólo se dieron a conocer una vez se hubieron producido dichos acontecimientos –para algo eran misterios –y, voilá, acertaron plenamente.
Viene esto al caso de las predicciones –puestas estos días de moda por haber sido llevadas al cine- acerca del anuncio que al parecer hace el calendario maya sobre la proximidad del fin del mundo: exactamente en el año 2012. Uno ha visto ya tantos fines del mundo –más o menos uno por año- que me permitirán que me muestre un poco escéptico ante dichos avisos. Para empezar, la profecía del fin del mundo de los mayas ya se ha cumplido para ellos. El mundo que los mayas conocieron, que para ellos, como para cualquiera, era el único mundo real –el mejor de los mundos posibles- tocó a su fin con el descubrimiento de América y la posterior colonización española. En este sentido podríamos decir que la profecía maya acerca del fin del mundo ya ha sido realizada, el problema es que ya no quedan mayas que puedan corroborarlo. Pero hay otra cosa que llama poderosamente la atención en este tipo de profecías, y es el hecho de que aquellos que las interpretan caen de forma inconsciente en el etnocentrismo en el que han sido educados. De tal forma que se anuncia el fin del mundo para el año 2012, olvidando que dicho año se fecha a partir del nacimiento de Cristo –es el año 20012 de la era cristiana- y que se cuenta según del calendario gregoriano. Ya es dudoso que los mayas conocieran a Cristo, pero mucho más dudoso es que supieran de la existencia de un emperador romano que decidió de forma arbitraria instaurar un calendario que tiene que ver con conocimientos propios de la cultura occidental, es este caso de la cultura greco-latina.
Es decir, que según la profecía maya, y de cumplirse ésta, el único mundo que desaparecerá será aquel que se rige por el calendario gregoriano: el mundo occidental-crsitiano. Pueden, pues, estar tranquilos los musulmanes, pues ellos viven en el año 1429, más o menos, así que todavía les quedan unos cuantos para llegar al 2012. Mucho más tranquilos pueden estar los chinos, que viven en el año del búfalo –hasta donde yo se no existe el año de los 2012 búfalos-, y mucho más todos aquellos pueblos primitivos que carecen de calendario. Eso sí, cuando en el año 2012 no se acabe ningún mundo, entonces los que de verdad se han creído estas profecías –que seguro que son muchos más de los que ustedes y yo nos podemos imaginar- dirán que el problema es que se han interpretado mal. Así que seguirán siendo verdaderas. ¡Viva la Ilustración!.

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