Faltan sacerdotes en la parroquias católicas españolas. Esta noticia, que debería haber sacudido nuestras conciencias y hacernos correr a la puertas de los seminarios, ofreciendo nuestras almas y nuestros cuerpos para tan noble y sagrada causa, más bien lo que ha hecho ha sido plantearnos una pregunta un tanto insidiosa. ¿Por qué, si resulta que más del noventa por ciento de la población española es católica, según nos recuerdan todos los días los jerarcas eclesiásticos, resulta que nadie quiere ser cura?. A ver si va a ser que lo de la mayoría católica no es tan cierto como nos lo pintan y los católicos tan sólo son mayoría en los libros de bautismo, esos libros donde apuntan a niños de días que prácticamente todavía no han abierto los ojos –en sentido literal, en el figurado hay muchos que se mueren sin abrirlos- y de los que después no te permiten borrarte. Bueno, ahí y en las manifestaciones contra el gobierno, que digo yo que si todos esos que acuden como moscas ante las llamadas de los obispos y de “Intereconomía” cada vez que los gobernantes sacan los pies del tiesto de la ortodoxia integrista se apuntaran al sacerdocio, podríamos exportar clérigos a cualquier país del mundo, ya que no científicos.
De todas formas, lo que más llama la atención de las declaraciones de los monseñores a este respecto es su idea de que esta falta de vocaciones supone una carencia de “hombres rectos” que sepan dirigir la sociedad. Esta expresión contiene dos términos que merecen ser analizados con un poquito de profundidad. El primero es “hombres”. Según se desprende de esto la jerarquía católica no considera que las mujeres puedan ser rectas. Tampoco podemos extrañarnos mucho cuando toda su religión se fundamenta en la idea de que la mujer es engañadora por naturaleza, una inmoral que convenció al pobrecito Adán de que mordiera la manzana y cayera en la tentación de Satanás. Aunque bien mirado también se podría considerar que, mientras que Adán andaba por el paraíso rezando a Dios y haciendo el canelo, Eva fue la única que se atrevió a acercarse al árbol de la ciencia. Decidan ustedes que versión les gusta más.
El segundo término que compone la expresión que sirve de título a este artículo es “rectos”. Como se entiende que cuando los obispos hablan de “hombres rectos” no se refieren a aquellos que deben su rectitud a estar atados al poste de alguna hoguera inquisitorial, es de suponer que esta palabra hace referencia a rectitud moral. A poco que uno lea la Biblia podrá darse cuenta enseguida de cual es la moral que predican estos señores: la de un dios vengativo que ordena a un pobre viejo que asesine a su hijo, que degüella sin piedad a los primogénitos de Egipto, que conmina a su pueblo elegido a que extermine a todos sus enemigos, incluidos mujeres y niños y siembre sus campos de sal, que no tienen reparo, incluso, en permitir que su propio vástago sea torturado hasta la muerte para satisfacer sus ansias de poder sobre la humanidad. Aunque si a uno no le apetece leer la Biblia también puede comprobar la “rectitud” de los sacerdotes católicos leyendo las noticias de los periódicos. “Hombres rectos” son aquellos que abusan sexualmente de niños, que los violan y les traumatizan para toda su vida; y hombres rectos son aquellos dirigentes de la Iglesia que primero niegan estos hechos y después los justifican con razonamientos tan acertados como que los curas católicos mezclados en estos sucesos no pueden ser considerados pederastas, sino “efebófilos”. Según esto cualquier asesino en serie podría ser calificado de “tanatófilo”, por ejemplo, y todos nos quedaríamos tan tranquilos. Lo que me tendría que explicar la Conferencia Episcopal es por qué la moral religiosa es superior a mi moral personal, que se fundamenta en el cumplimiento del deber, la libertad y la responsabilidad. Por qué yo y otros como yo no somos hombres rectos. Aunque pensándolo bien la respuesta es clara: porque no somos unos psicópatas pedófilos.
De todas formas, si lo que quieren los obispos españoles son hombres rectos, no tienen más que girar su vista hacia los miembros (masculinos, por supuesto) del Gobierno, que han decidido hacer oídos sordos al mandato del Congreso y a las sentencias del tribunal de Estrasburgo y no retirar los crucifijos de los colegios. Eso si que es rectitud. Lo que no está tan claro es que sea socialismo.
1 comentario:
Es un socialismo sarcástico hombre por ponerle un poco de humor al asunto del Gobierno (por si ya de por sí no nos da suficiente risa muchas de sus decisiones).
Como no empiecen a reformar un poco la Iglesia inventándose nuevas normas como hizo Lutero en su momento, me parece a mí que se le va un poco a pique a medio-largo plazo.
Yo prefiero, como mujer, que no me metan en ese saco, mejor andar torcida que no saber en qué se cree.
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