Los que no somos juristas solemos perdernos entre los vericuetos lingüísticos y legales de la justicia institucionalizada. Claro, que aunque no seamos juristas sabemos leer, y cuando leemos que prevaricar es algo así como dictar una resolución injusta a sabiendas de que es injusta tenemos conciencia del significado de este enunciado. Y es por eso que en el intento del Tribunal Supremo de encausar al juez Garzón por pretender investigar los crímenes del franquismo y en la subsiguiente decisión del Consejo General del Poder Judicial de inhabilitarle de forma inmediata precisamente por prevaricar, hay unas cuantas cosas que, atendiendo a la definición arriba indicada, no alcanzamos a entender.
En primer lugar parece ser que el juez Garzón prevarica porque los crímenes que pretende investigar ya han prescrito. Eso sería cierto si estuviéramos hablando de asesinatos cometidos por elementos incontrolados en la retaguardia, pero cuando hubo una estrategia planificada de terror y exterminio del enemigo político nos encontramos ante un caso de crímenes contra la humanidad. Así lo han entendido la gran mayoría de los historiadores e hispanistas contemporáneos y así lo entiende el juez Garzón en su auto. Lo que habría que hacer, entonces, es determinar en un posible Tribunal que juzgue estos crímenes si realmente son crímenes contra la humanidad (en cuyo caso no habrían prescrito) o no, y no condenar al juez antes de que se celebre dicho juicio.
En segundo lugar se afirma que el juez prevarica porque los delitos que pretende que se juzguen están sujetos a la Ley de Amnistía de 1976. Dejando a un lado que esta Ley, a pesar de su ambigüedad, fue promulgada para amnistiar delitos políticos, y no delitos de sangre –de hecho, ninguno de los miembros de ETA que se encontraban entonces en prisión pudo acogerse a ella- habría que retrotraerse al punto anterior y determinar si estamos o no ante crímenes contra la humanidad porque de ser así, y según el Derecho Internacional, que prevalece sobre los Derechos particulares, estos no pueden ser objeto de amnistía. En todo caso estamos en el mismo supuesto anterior: si los crímenes franquistas pueden ser objeto de la Ley de Amnistía de 1976 es algo que habrá que aclarar cuando se celebre el juicio, de tal forma que, a priori, no es posible determinar si el juez Garzón está prevaricando o no.
Y en tercer lugar, y este quizás sea el punto más claro de todo este asunto, el juez Garzón es tan sólo el instructor del caso. Es decir, es el que investiga y elabora el sumario pero no el que ejerce la presidencia del Tribunal que habría de juzgar los hechos. Para que quede más claro, el juez Garzón no va a juzgar a nadie y por tanto –y teniendo en cuenta que prevaricar es emitir una resolución injusta a sabiendas de que es injusta- no puede prevaricar, simplemente porque no puede emitir ninguna resolución. Esto lo saben mejor que nadie el juez Varela y la juez Robles. Son ellos, entonces, los que están emitiendo una resolución injusta a sabiendas de que es injusta al pretender encausar al juez Garzón y por ello, y aunque no seamos juristas, parece bastante claro que son ellos los que están prevaricando.
Ahora bien, no nos engañemos. Aunque somos unos cuantos los que pensamos que en España no habrá una democracia real hasta que no se purgue definitivamente nuestro pasado, que quizás la Transición fuera impecable polítcamente pero moralmente es insostenible, todo este asunto no tiene nada que ver en realidad con un ajuste de cuentas de nostálgicos del franquismo o de elementos del fascismo internacional. De hecho, en otras circunstancias nadie hubiera aceptado a trámite una querella de organizaciones como Manos Limpias o Falange –aunque también es cierto que en otros países, como Alemania, por ejemplo, este problema no se hubiera dado porque organizaciones como las citadas ni siquiera existirían-. Todo esto tiene que ver con cosas muchas más cercanas, con cosas tan españolas como la envidia, el machacar al que destaca gracias a su trabajo o cosillas tan sin importancia como el caso “Gurtel”. Y quien no se lo crea que lea El Mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario