La
dialéctica, entendida como el movimiento de la realidad y, en tanto en cuanto
esa realidad es realidad humana, de la Historia, ya se considere este
movimiento desde un punto de vista idealista, como una Idea que genera el
movimiento de lo real, o como dialéctica materialista, como un movimiento de lo
real que es aprehendido por el pensamiento solo en tanto es real tiene una
doble vía de significación: a) La consideración dialéctica de la realidad supone
que no existen elementos estáticos en ella. La realidad extramental es dinámica
en sí misma, y es en este dinamismo
constitutivo como debe ser pensada, ya sea, como se decía más arriba, porque
esa dinamicidad venga dada por el propio pensamiento -que seria así también
dinámico- ya sea porque el pensamiento la aprehende como realidad en continuo
movimiento y se ve así obligado a deshacerse de las viejas concepciones que
identificaban el ser estático con un pensamiento que devenía también estático. La
dialéctica implica que el pensamiento, si se quiere corresponder con la
realidad, ha de ser también dialéctico.
Por otro
lado si la realidad está en movimiento continuo no cabe hablar de nada que
permanezca fijo en ella y, sobre todo, no cabe hablar de instituciones o
estados de cosas -que no dejan de ser estados históricos- sagrados, en el
sentido en que lo sagrado seria por definición inamovible. De hecho todas
aquellas instituciones que son o han sido consideradas como sagradas han
alcanzado ese estatus como consecuencia de un proceso de desarrollo continuo y,
de hecho -como ocurre, por ejemplo, con las celebraciones religiosas- han
seguido desarrollándose en su propia sacralidad. Es más, la concepción
dialéctica desestimaría la vieja identificación entre existencia y ser. El ser,
como algo estático, no es identificable sin mas con la existencia, que es
entendida ahora como un proceso de desarrollo continuo, como un continuo
devenir. De esta manera, si el movimiento dialéctico supone la existencia del
no ser, en tanto en cuanto es en la superación de la contradicción entre ser y
no ser donde esta el motor del devenir dialéctico, será el no ser el que se
identificara ahora con la existencia. La existencia, mas que ser, sería no ser,
como veremos a continuación
b). La
superación dialéctica de la contradicción, ya se de ésta en el pensamiento o en
la realidad, supone la reconciliación entre ser y no ser, en última instancia
la reconciliación entre sujeto y objeto y así -y de esta manera lo entendió
Hegel-, la dialéctica supondría la culminación del proyecto de la modernidad
filosófica: la superación del desgajamiento entre el sujeto y la Naturaleza en
un momento o entidad superior. Ahora bien, así entendida la dialéctica caería
en una aporía -la misma aporía en la que cae Hegel- al constituirse la
superación de la contradicción en ser a su vez, anulando así el movimiento. La
solución a este problema está en suponer -como creemos que hizo Marx- un
movimiento continuo, una constante generación de contradicciones que nunca
tendrían un fin. Ahora bien, si se da esa situación de movimiento continuo, y
el motor del movimiento es el no ser, la contradicción, eso significa que la
propia dialéctica se edifica, mas que sobre la superación de las
contradicciones, sobre ese momento negativo, momento que ni es estático puesto
que exige una superación pero que a la vez es la negación de esa superación. La
dialéctica, así, se fundamentaría en la negatividad y seria, en palabras de
Adorno, dialéctica negativa.
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