Hay que reconocer que al señor Sánchez
le ha quedado un gobierno muy mono y muy aparente. Un gobierno de escaparate,
pero no de un escaparate cutre cualquiera sino uno de esos con los que las
grandes galerías comerciales presentan los cambios de estación. Un escaparate
de los que concitan la expectación y hacen que la gente se agrupe a su
alrededor, tanto los que van a comprar como los que solo van a mirar, tanto los
que son socios del comercio en cuestión como los que jamás lo pisarían. Todos
contemplan el escaparate, unos con la ilusión de formar de alguna manera parte
de él, de considerarlo suyo, otros con el escepticismo de que se corresponda
con la realidad. Todos miran los maniquíes, pero ninguno ve los alfileres que
por detrás les sujetan la ropa para que les quede a la perfección, ni advierten
la tramoya de madera y cartón que sustenta lo que se ofrece a sus ojos. Eso si,
el precio de lo que venden sigue siendo el mismo, porque los que ponen los
precios saben que en el fondo, por mucho que cambie el escaparate, la mercancía
no varía, ni puede variar.
Para que el gobierno del señor
Sánchez saliera del escaparate tendría que demostrar al menos dos cosas. Que es
un gobierno con recorrido, que va a durar algo más que la temporada y que los
que lo componen no son maniquíes, sino gente competente que pueden ofrecer algo
más desde su cargo que su cara bonita. Con respecto a lo primero, y a pesar del
que el Señor Sánchez se ha quedado bizco haciendo guiños a diestro y siniestro –
a las feministas, al PP, a Ciudadanos, a los catalanes, a los vascos, a los gais,
al mundo de la cultura, a los que no les gusta el futbol, a los que les gusta
el fútbol, a los que no les gustan los toros, a los que les gustan los toros y
un largo etc.- mucho me temo que con tan solo 84 diputados detrás va ser un gobierno de quita y pon –si no de pin
y pon- por muy bonito que quede en la foto. Claro que ya hay alguna ministra,
como la señora Batet, que ha dado con la solución para enjugar la escasez de
escaños, algo totalmente novedoso y que se convertirá en la panacea de todo
gobierno que se precie: pactar con los nacionalistas. Ah no, esperen, que eso
es algo que se lleva haciendo en España desde el principio de los tiempos
democráticos y es lo que nos ha llevado
a esta situación.
Con respecto a lo segundo yo no
tengo ninguna duda de la valía de todos y cada uno de los ministros y ministras
que el señor Sánchez ha nombrado. Eso si, uno no es un buen Ministro por ser
mujer u hombre, o por ser gay o escritor, o por ser juez o médico. Uno es un
buen ministro porque es una persona competente que sabe desempeñar su cargo
teniendo en cuenta únicamente el bien público. Así que, lamentándolo mucho, un gobierno
no es un buen gobierno porque tenga once ministras. Un gobierno es un buen gobierno
si esas once ministras cumplen con su deber y con los deberes de su cargo. A este
respecto la señora Batet ya está empezando a dar muestras que el hecho de ser
mujer no la convierte en buena ministra. Pero claro, en un gobierno con mayoría
de mujeres que quién se equivoque o resulte incompetente sea una mujer es tan
solo una cuestión de probabilidad.
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