Nos
hemos movido estos días pasados entre la dimisión de Zidane y la no dimisión de
Rajoy. En este devenir del ser –el Real Madrid- al no ser –el Parlamento-, he
podido sacar al menos tres conclusiones claras.
La primera de ellas es que estaba
equivocado cuando alguna vez he dicho que lo único que mueve a algunos miembros
de la clase política es el interés electoral. El movimiento –maestro, por otra
parte- del señor Pedro Sánchez me ha demostrado que en este caso ni siquiera es
posible hablar de intereses partidistas, y por supuesto tampoco electorales: se
trata lisa y llanamente de intereses personales. Pero atentos, no tan solo los intereses
personales del nuevo presidente, sino de la gran mayoría de los actores de esta
comedia bufa. Así, al señor Sánchez Castejón le ha importando un ardite que su
recién estrenada presidencia del Gobierno sea un regalo envenenado para su
partido. Que le va a resultar imposible gobernar con un mínimo de garantías y
que más pronto que tarde va a tener que convocar unas elecciones en las que su partido,
ya desgastado de por sí antes de su aventura presidencial, va a perder la poca credibilidad
que aún le queda. Claro, todo esto a nuestro flamante Premier le da lo mismo, pues cuando ocurra ya habrá disfrutado de
una temporada en la cima del poder. Ahora bien, tampoco el señor Rajoy se le
queda a la zaga con su negativa a dimitir. Si así lo hubiera hecho, seguramente
su grupo político habría mantenido el poder, el tiempo suficiente al menos como
para preparar una campaña electoral con garantías. Al final ha salido por la
puerta de atrás, ha dejado al partido en cuadro y se ha debido de gastar un
pastón en una comida de ocho horas como la que se pegó –que no se diga que no sabe manejar los tiempos-. Intereses personales mueven también a los que, por un
lado, empujaron al señor Sánchez a presentar una moción de censura que
seguramente acabe con él o los que, por otro, aconsejaron encarecidamente al señor
Rajoy que no dimitiera para poder quitárselo de en medio sin tanta parafernalia
como a Cistina Cifuentes. Intereses personales, en fin, mueven al señor Torra,
al que se le acaba de abrir la puerta de par en par para dejar a Puigdemont en
Bélgica hasta el fin de los días y presentarse como el héroe nacional que logró
arrancarle al Gobierno español la independencia de la patria catalana y sus
aledaños. El único interés que no acabo de determinar es el que ha movido a los
miembros del PNV, porque en su caso más que de interés habría que hablar de des-interés
o directamente de masoquismo.
La segunda de las cosa que he sacado
en claro es que el señor Sánchez ha elegido muy bien la fecha para alzarse con
la presidencia del gobierno. Justo unas semanas antes del comienzo del mundial
de fútbol. Así, con tal evento, nadie prestará atención a lo que haga o deje de
hacer y, si tiene suerte y España gana tan fasto acontecimiento, tiene asegurada
la legislatura para rato.
Y, por último, la tercera cosa que saco
en claro es que si el señor Sánchez ha podido llegar a residente del Gobierno
como lo ha hecho, cualquiera que pase por la puerta del parlamento en el
momento adecuado puede llegar a serlo también. Así que a partir de ahora me voy
a dedicar a dar paseos por la Carrera de San Jerónimo, a ver si suena la
flauta.
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