jueves, 8 de noviembre de 2018

Ruido


Dicen que decía Schopenhauer que la inteligencia era una facultad del ser humano que aumenta o disminuye de forma inversamente proporcional a su capacidad para soportar el ruido. Vamos, que cuanto más ruido fuese uno capaz de soportar más tonto era y a la inversa. Suponemos que el viejo Schopenhauer se refería en este adagio al ruido sonoro, al ruido que perturba los oídos y rompe el silencio, mas si tomamos como cierto el acontecido según el cual cedió su balcón y sus gemelos de teatro al comandante de las fuerzas que reprimían a las masas revolucionarias en la Prusia de 1848, porque el ruido que éstas hacían le molestaba para pensar.
            Hoy es de tener muy en cuenta la  supuesta frase del filósofo alemán, no tanto porque la alteración de las ondas sonoras nos aturda, que también, sino sobre todo porque el ruido mediático e informativo, el ruido mental que cualquier hecho, por nimio que sea, produce en la sociedad, también nos impide, hasta límites insospechados, pensar con claridad. Al menos, nos lo impide a los que estamos acostumbrados a pensar. Supongo que para aquellos que nunca han pensado y se han dejado siempre llevar por el ruido no existirá diferencia alguna entre esta época de ruido y otras de, quizás, un poco más de silencio.
            Y es que, como decía, cualquier hecho provoca un ruido ensordecedor. Cualquier sentencia judicial, cualquier decisión política, cualquier acontecimiento deportivo o social, cualquier payasada de un payaso, hace que cualquiera –y cuando digo cualquiera digo todos, y cuando digo todos digo todos sin excepción, tanto catedráticos como jueces, como periodistas, como cerrajeros o como encofradores, que para eso estamos en una democracia donde todo el mundo tiene derecho a opinar, faltaría más- se lance a la palestra del ruido para contaminar en la medida de sus posibilidades cualquier posibilidad de debate tranquilo y relajado, cualquier posibilidad de una reflexión pausada, de un análisis minucioso de los acontecimientos que, a lo mejor, no son tan terribles como nos hace creer el ruido. O a lo mejor sí, pero en todo caso es algo imposible de detectar en la vorágine del ruido.
            El caso es que a los que todavía el ruido no ha terminado de embotarnos del todo la inteligencia, y siguiendo con Schopenhauer, sospechamos que detrás de aquél siempre hay algo más, un sonido que no se deja oír y que es el que maneja el ruido. En la mayoría de la masa el ruido no es más que la manifestación de la ignorancia. Porque si bien es cierto que todo el mundo puede opinar lo que quiera, siempre y cuando el que opine sea uno mismo, también lo es que siempre llevamos la razón, y la mejor manera de demostrarlo es hacer más ruido que los demás. Pero por otro lado el ruido es el instrumento que utilizan algunos para esconder lo que no debe ser pensado. Y así, lanzan el ruido sabiendo que la masa ignorante lo amplificará. La propaganda es un instrumento muy potente y, ante cualquier acontecimiento, en seguida los medios de comunicación, a las órdenes de la política, se encargan de abrir sus cajas de truenos, nos amenazan con los males del inferno y magnifican los acontecimientos como si no hubiera nada más importante. Como consecuencia, si uno quiere huir del ruido y pensar con calma será visto –y tratado- como sospechoso, como enemigo, da igual de qué lado venga el ruido, porque viene de todos lados. Así que parece que Schopenhauer tenía razón y aunque no sea mas listo un profesor de filosofía que un cocinero, la verdad es que a mi me gustaría que me dejaran pensar un poco.

No hay comentarios: