Es
curioso como la ideología puede ser la más grave causa de ceguera. De ceguera
histórica, social y política, en el caso que nos ocupa y que nos va a seguir
ocupando. Una ceguera que lleva a los analistas políticos y a los expertos de
toda laya a devanarse los sesos acerca de las causas por las que la ultraderecha,
o más bien una remedo de la ultraderecha tradicional –la ideología sigue nublando
la visión de algunos- esté ganando cada vez más terreno en occidente. En EEUU
gobierna, en Italia también gobierna –en coalición con la ultraizquierda, por
si alguien no lo sabe-, en Francia hace tiempo que es una opción política como
cualquier otra y en España acaba de obtener 12 diputados en un parlamento
regional de 109.
El caso es que todo el mundo, sobre
todo la izquierda, se pregunta por las causas de esta situación. Y la niebla
ideológica les impide ver lo que, a mi parecer, es la respuesta más evidente.
Desde hace mucho tiempo el discurso de la izquierda se ha convertido en el discurso
de la élite. El ecofeminismo, el multiculturalismo, el animalismo y algunos
otros “ismos” más configuran un lenguaje político que está especialmente
dirigido a una élite urbana culta –o más bien semiculta- mientras que los
intereses de los trabajadores son dejados de lado en estos nuevos alegatos de
la izquierda. Lo que queda para la clase trabajadora es el paternalismo
populista que les viene a decir que van a hacer todo lo que es mejor para
ellos, teniendo en cuenta que los únicos que saben lo que es mejor para ellos
es la élite política –lo que antes se llamaba, salvando las distancias la
“vanguardia del proletariado”. Así, vemos como lo que prima en los análisis de
las últimas elecciones andaluzas en las formaciones de izquierda es el desprecio
de la élite hacia la chusma trabajadora que ha votado a la extrema derecha,
negándoles no solo el derecho a votar a quien les de la santa gana, faltaría
más, sino también la capacidad intelectual de elegir lo que consideran mejor.
Se les considera un rebaño de retrasados que deben ser dirigidos porque si no,
no saben lo que hacen. Es el totalitarismo en su estado más puro.
Por bajar a las cabañas de los ejemplos
prácticos y no quedarnos en el limbo de las ideas, las medidas que está tomando
el ayuntamiento de Madrid con el objeto de proteger la salud de los habitantes
de la ciudad, -y porque ellos consideran que es lo mejor para todos, porque
esos todos, en realidad, no saben lo que quieren ni lo que les beneficia, y es
necesario que los maestros se lo enseñen- a la única que beneficia es a la
burguesía urbana que vive en el centro de Madrid, mientras que los trabajadores
que viven en la periferia y han de desplazarse para trabajar a la capital y además
en vehículos diésel porque son más baratos de mantener, se ven claramente
perjudicados. De la misma manera, que nadie se engañe, las protestas que
estamos contemplando estos días en París contra la subida de los carburantes y
de los impuestos en general –otra de las preocupaciones de la izquierda- no
están protagonizadas por grupos de marginados, ni de revolucionarios
profesionales, ni de anarquistas, sino por miembros de la clase media que ya están
hartos de una situación que les castiga cada vez más con la aquiescencia de sus
supuestos aliados de clase, y que no es de extrañar que en las próximas elecciones
voten al Frente Nacional
Lo que debería habernos enseñado la
Historia y parece que algunos no han aprendido, es que la clase trabajadora,
cuando ve que la izquierda abandona sus intereses por los de una intelligentsia muy alejada de ella, se
vuelca con la ultraderecha, que sabe aprovecharse de estas situaciones. Pasó en
Alemania, pasó en Italia y pasó en España cuando miembros de la CNT se pasaron
masivamente a las filas de Falange. Tiene razón el señor Errejón cuando dice
que en Andalucía no hay 400.000 fascistas. Por supuesto que no, posiblemente no
haya ni tres –aunque a los intereses del señor Errejón y otros como él les
convenga que los haya, o al menos hacer creer que los hay- Lo que hay son
400.000 trabajadores que se han cansado de que les tomen el pelo y que ven como
sus problemas siguen sin resolverse mientras que sus dirigentes políticos se
dedican a hablar de heteropatriarcado, de alianza de civilizaciones, coquetean
con el nacionalismo burgués, este sí fascista, y les dicen que no coman carne
porque la carne es mala, hay que proteger a los animalitos y los pedos de las
vacas son la causa del cambio climático.
No hay comentarios:
Publicar un comentario