miércoles, 12 de enero de 2022

Voltaire

Hace unos días vi en una serie que emite RTVE a la hora de la siesta algo que me dio que pensar. En la susodicha serie, uno de los personajes principales, una jovencita comprometida con todos los problemas sociales habidos y por haber y representante egregia del más actual pensamiento único políticamente correcto, hablando con otro de los personajes, un policía de color -de color negro, se entiende- al que una banda de neonazis había propinado una paliza, soltó las siguientes dos lindezas -no ella, lógicamente, que no es más que un personaje, sino los guionistas que escriben el libreto-. En primer lugar, y para abrir boca, expresó su convencimiento de que el problema no era que un grupo de descerebrados anduvieran propinando palizas, sino las ideas que los llevaban a hacerlo. Cuando me estaba reponiendo de lo que acababa de escuchar, los citados guionistas tuvieron a bien poner en la boca del personaje -o personaja- en cuestión lo que sigue, una vez se le ha comunicado que los responsables de la paliza han sido encarcelados: “eso les hará darse cuenta de que tener determinadas ideologías tiene sus consecuencias”. Nótese bien que lo que tiene consecuencias, según los ínclitos guionistas de la ficción, no son los actos, sino las ideologías. Y que el problema no es que un grupo de vándalos dedique su tiempo libre a dar palizas a los que no son como ellos, sino las ideas que profesan. Si el problema no son los actos, sino las ideas, entonces la policía no tiene que perseguir los primeros, sino las segundas. Lo que viene siendo una policía del pensamiento. Y si tener determinadas ideologías tiene consecuencias eso significa que hay ideologías correctas y otras incorrectas. Lógicamente, la ideología correcta es aquella que profesa el personaje y todos sus amigos -léase los guionistas- y, por extensión, los responsables de la cadena que emite dicha serie. Yo no se si estos guionistas habrán caído en la cuenta de que, si lo que tiene consecuencias son las ideas y no los actos, entonces también habría que exigir responsabilidades a aquel que piensa que hay que matar a todos los negros -o a todos los guionistas- pero no al que de forma efectiva los mata.

            Frente a semejante despropósito me vinieron a la mente las palabras de Voltaire “no estoy de acuerdo con tus ideas, pero daré mi vida para defender tu derecho a expresarlas”. Y es aquí donde está en quid de la cuestión que la nueva inquisición no termina de entender. Cada uno puede tener las ideas que le de la gana, y puede expresarlas cuando le de la gana. Eso es lo que se llama libertad de pensamiento y libertad de expresión. No son las ideas ni las palabras las que golpean o matan, sino los puños y las pistolas. Lo que más me entristeció, aunque ya está uno acostumbrado, es comprobar que la ausencia de Ilustración no es una característica propia y exclusiva de la derecha de este país, sino que también la izquierda es anti-ilustrada. Y es que al fin y al cabo salimos todos de la misma madre. 

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