jueves, 21 de mayo de 2020

La racionalidad del encierro

Los seres humanos son seres racionales, y por lo tanto se les supone racionalidad en todas sus decisiones y en todos sus actos. Cuando uno de esos actos es un acto absoluto, como el encerrar a toda la población durante un período indeterminado de tiempo, eliminando sus derechos más básicos, no solo civiles, sino incluso humanos, se supone que la racionalidad que guía ese acto debe ser también absoluta. Analicemos, pues, la racionalidad de un acontecimiento como el citado y veamos si es realmente racional. Vamos a realizar este análisis desde tres aspectos que cubren, si no en su totalidad si en su gran mayoría, eso que se lama racionalidad. Estos tres aspectos son la racionalidad de las acciones según deseos y creencias, la racionalidad como cálculo coste-beneficio y la racionalidad moral.

            Todos los teóricos coinciden en asegurar que la base de la racionalidad humana es actuar de acuerdo con las creencias y los deseos que se poseen. Si alguien actúa en contra de sus creencias y deseos, en principio, podemos asegurar que se comporta irracionalmente. Es decir, si alguien desea curarse de un cáncer de pulmón y se pasa el día fumando, parece que nos encontramos ante una acción irracional. Ahora bien, también puede ocurrir que la acción conforme a deseos y creencias resulte irracional, si las creencias que guían esa acción son en sí mismas irracionales. Ese es el supuesto en el que hay que situar el encierro de la ciudadanía. Pues ese encierro, que en principio podría parecer racional, se torna irracional cuando se fundamenta en el miedo, un sentimiento irracional, o en una proyección al futuro que no puede ser conocida en el presente. Mantener el encierro por miedo a un rebrote de los contagios, es irracional, pues no es posible saber si se va a dar o no ese rebrote. Solo podemos saber aquello de lo que se tienen evidencias empíricas y en este caso esas evidencias no se dan. Tampoco es posible hacer una generalización inductiva pues el número de casos a observar -en este caso China- es demasiado pequeño y por tanto irrelevante. Desde este punto de vista, por lo tanto, la creencia en el rebrote es irracional.

            Si nos paramos ahora a observar el cálculo de coste-beneficio del encierro veremos que este es el criterio que se ha seguido para mantenerlo, aunque en realidad el beneficio sea para los gobernantes y el coste para el resto de la población. Así, se nos dijo en su momento que el encierro había salvado 16.000 vidas -ahora hablan de 300.000; no sé muy bien de dónde habrán sacado ese cálculo a todas luces exagerado. Ahora bien, el coste humano no solo se debe calcular en el número de vidas que se puedan salvar en un principio. ¿Es racional, desde este punto de vista, matar a una persona para salvar a 100? Parece que sí. Pero el encierro funciona al revés, por salvar 16.000 vidas se van a perder muchas más. Muchas más porque las consecuencias del encierro son, ya empiezan a ser, terribles: terribles a nivel económico y, por lo tanto, terribles a nivel humano. No es cierto que haya que elegir entre la economía y las personas porque la economía son las personas. No tardaremos en empezar a ver -ya lo hemos visto- pobreza y miseria, hambre y todas las enfermedades, patologías y problemas sociales asociados a la falta de trabajo y de expectativas de futuro, cuando no a la falta de las condiciones básicas necesarias para sobrevivir. Veremos muertos por hambre, por enfermedades asociadas la mala alimentación, por suicidios, etc. Muertes que supondrán un coste humano que no superará el beneficio del encierro, puesto que durarán seguramente años.

            Esto nos lleva a tener en cuenta la racionalidad moral. Hay que salvar una vida hoy aunque mañana se pierdan 100, se dice. Ya hemos visto en el apartado anterior que ese cálculo no es racional. Se supone que lo moral es aquello que resulta universalizable. Y resulta universalizable porque es algo que se quiere para toda la especie humana. Esa es la consideración de Kant, y es la que se mantiene hasta ahora. Ahora bien, ¿es deseable, y por lo tanto universalizable, para toda la especie humana una situación en la que se pierde la esencia de la humanidad? Es decir, ¿alguien podría desear una situación en la que todos loe seres humanos, incluso él, dejaran de ser seres humanos? Porque esta es la situación que se da en el encierro, no lo olvidemos. El ser humano son sus relaciones sociales, esto lo han dicho todos los pensadores que en el mundo han sido desde Platón hasta Marx. Si los seres humanos viven encerrados y pierden esas relaciones sociales, dejan ser de ser seres humanos, pierden lo que les hace ser tales. De esta manera, parece que el encierro tampoco es racional desde este punto de vista moral.

            Hay que concluir pues, que el estado de alarma es irracional. Y lo es por inmoral e inhumano.

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