martes, 19 de mayo de 2020

La izquierda que no es

Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Si esa ceguera es ideológica se provoca, además, la idiotización. Y la idiotización lleva a aceptar posturas que niegan todo aquello que se dice defender. Esto viene a propósito de una nueva manera de entender la izquierda política, que ya se ha convertido en el pensamiento oficial (y único) de la izquierda y que no tiene nada que ver, sino que más bien niega, los fundamentos de lo que siempre hemos entendido por “izquierda” aquellos que somos, y aún seguimos siendo mal que les pese a algunos, de izquierda.

            No me voy a referir aquí a las actitudes de aquellos dirigentes que, diciéndose de izquierda, han ocupado el poder.  El objetivo último de todo político, sea de la tendencia que sea es alcanzar el poder, y si ese o esos políticos tienen un afán de poder tan desmedido como tienen los que ahora nos gobiernan, no es de extrañar que hagan todo lo posible por mantenerlo. Al fin y al cabo ya se dice que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. Me voy a referir, más bien a la gente de izquierda, a la masa de la izquierda que son los que son sus actitudes sostienen a estos dirigentes en el poder.

            La izquierda actual, desde esta perspectiva, es una izquierda que no es. Y no es porque no es nada de lo que tradicionalmente ha sido la izquierda. En concreto, no es ni democrática, ni crítica, ni inteligente. La izquierda (la neoizquierda la llamé alguna vez) no es democrática porque reniega de todos los instrumentos de la democracia conocidos. Así, no solo acepta, sino que aplaude y exige, el secuestro del parlamento, que es la sede de la voluntad popular, e incluso la anulación de los derechos civiles y sociales más básicos recogidos en la Constitución, entre otras cosas porque tampoco parece que acepte mucho la Constitución. Se inventa una democracia nueva, la democracia asamblearia, eso si, siempre y cuando esa asamblea, que debería ser la de toda la humanidad, esté formada tan solo por aquellos que profesan las mismas ideas de uno. Esto, por otra parte, hace que la izquierda pierda su famosa primacía moral, porque esa primacía moral se basaba precisamente en considerar a toda la especie humana parte de una misma clase, toda la raza humana está alienada y toda la raza humana se debe liberar. Si no se considera a toda la humanidad, sino solo a una parte, entonces no hay argumentos morales para sustentar las teorías de la izquierda sobre ninguna otra. Con lo cual la asamblea no es más que un reflejo de las creencias de quienes la constituyen y no un verdadero instrumento democrático.

            Precisamente por lo anterior, la izquierda ha dejado de ser crítica. Ya no existe ese pensamiento crítico, ese debate interno y continuo que podía -y debía- poner en solfa, o al menos someter a la discusión, las decisiones de aquellos que ocupaban los puestos de mando. La izquierda de hoy en día es una izquierda seguidista del poder. Se acepta todo lo que emana del gobierno sin ningún atisbo de duda y son someterlo a la más mínima reflexión ni análisis racional. Estamos, así, en las antípodas de la izquierda, o en todo caso en la izquierda totalitaria de Stalin y Mao. Se dobla la cerviz antes las decisiones del líder, porque se considera que el líder es el que sabe lo que nos conviene y todo aquel que no acepta esas decisiones, todo aquel que no es de los nuestros es el enemigo al que hay que eliminar. La izquierda, así, se convierte en dogmática, sectaria y maniquea. O estás con nosotros estás contra nosotros. Nosotros estamos en el lado de los buenos, luego todos los demás son los malos, y a los malos hay que humillarlos, despreciarlos, insultarlos, en última instancia, eliminarlos.

            Pero esto no es más que un reflejo de que la izquierda ha dejado de ser inteligente. La inteligencia es la capacidad de adaptarse al medio, es decir, la capacidad de leer la realidad y de interactuar con ella del modo más conveniente para nuestro desarrollo, o nuestros intereses. La masa de la izquierda ha perdido esa capacidad de leer la realidad. Vive en el mundo ideal e imaginario que le proyectan sus líderes Así, no se da cuenta de que esto no se trata de verdes o azules, sino de seres humanos. No se da cuenta de que el Gobierno le está enfrentando con otros seres humanos, que le ha lanzado el hueso de los manifestantes de derechas, que previamente han sido calificados como poco menos que genocidas y enemigos de la humanidad, para que lo muerdan y se olviden de lo que realmente está pasando. Para que no se den cuenta de que las consecuencias económicas de un estado de alarma interminable, irracional e innecesario, las van a pagar ellos, y no los que tienen enfrente, que ya tienen el riñón bien cubierto. No se dan cuenta de que los que deberían estar manifestándose tendrían que ser elllos, la gente de izquierdas, porque van a ser los que van a sufrir las consecuencias del afán de poder de sus líderes.

            De esta manera, la izquierda es intercambiable con la derecha. No hay ninguna diferencia entre una y otra. De hecho, si fuera la derecha la que ocupara el poder, la que estarían dando cacerolazos sería la izquierda, la que estaría en contra del estado de alarma sería la izquierda, y la que pediría la dimisión del presidente sería la izquierda. Y una izquierda que actúa así ya no es izquierda.

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