lunes, 4 de mayo de 2020

Miedo y poder / 3

El miedo no se genera solo. Uno no tiene miedo a no ser que le metan miedo, que le asusten. Las historias de fantasmas nos hacer temer a los fantasmas, igual que los cuentos de vampiros nos hacen pensar si nuestro vecino de abajo no será un vampiro. Todos nuestros cuentos infantiles, en realidad, tenían como objetivo meter miedo. Asustar a los niños -los cuentos de viejas- para que cumplieran con lo que estaba prescrito en cada sociedad, la moraleja. Si eres envidioso, te ocurrirá lo que a la madrasta de Blancanieves, si desobedeces, te comerá el lobo como a Caperucita, si te puede el orgullo, te cortarán los pies como a las hermanastras de la Cenicienta. El miedo no se genera solo, aunque si que llega un momento en que se retroalimenta, se crece en el mismo miedo y acaba siendo pánico irracional. E incontrolable.

Las viejas de nuestro tiempo, las que nos meten miedo, son los medios de comunicación. El poder no puede funcionar sin un poderoso aparato de propaganda, y es aparato de propaganda no surge, en las sociedades democráticas contemporáneas, de las informaciones oficiales, sino de todos aquellos medios que controlan la opinión pública. Que este ha sido un virus televisado, que esta enfermedad es, probablemente, la primera enfermedad mediática, es algo que cualquiera puede comprobar con solo mirar más allá de las gafas de la ideología. Y cuando digo medios de comunicación me refiero a todos los medios de comunicación. En esta ocasión si que no ha habido división ideológica entre ellos, más allá de la carga de responsabilidades al gobierno de turno, más acusada en España. Eso sí, porque ya se sabe que España es Diferente. Decíamos que no ha habido división ideológica porque todos y cada uno de los medios de comunicación has seguido la línea de meter miedo a la población. Nos han pintado una pandemia que alcanzaba proporciones apocalípticas, algo nunca visto que iba a cambiar para siempre nuestro modo de vida -y algo de razón tienen- con una falta evidente de sentido histórico. ¿Falta de sentido histórico real? En muchos casos sí, pues hay periodistas que son auténticos analfabetos y es en estas ocasiones en las que se demuestra, pero en otras ocasiones, las más, simplemente  por peleas por audiencias o por llevarse una parte del pastel, tanto social como económico. No es casualidad., por ejemplo, que gobiernos como el español hayan repartido 15 millones de euros a grupos importantes de comunicación. Pero es que, además, en un escenario de derrumbe de los sectores productivos tradicionales por el cierre de la economía, los grupos de comunicación han sido los que han aumentado beneficios. En el escenario que ellos mismos han creado, se han convertido en un negocio seguro. El servicio al poder tiene sus ventajas y ofrece sus réditos.

¿Qué hay de verdad en todo lo que nos cuentan los medios? No lo sabemos. Dicen que la verdad es la primera víctima de la guerra, y aunque esto no es una guerra -a pesar de lo que intentan hacernos creer- si que es cierto que la verdad ha sido su primera víctima. Es difícil, si no imposible, saber lo que está pasando a través de los medios de comunicación. Se ha creado una narración, o una cortina de humo, según se mire, en la cual cualquier enfermedad es producida por el mismo virus. Sólo así se puede entender que este virus tenga hasta 40 síntomas distintos, dicen que dependiendo de quien lo padezca. Se ha creado el mito de una enfermedad poco menos que a la carta. No es de extrañar, entonces, que cualquier ciudadano, ya tenga fiebre, tos, falta de gusto, eczema en los pies, gastroenteritis o, pronto lo veremos, cualquier otro síntoma como alopecia o mal aliento, piense que está contagiado por el virus y, aterrorizado, se encierre en su casa y vigile que nadie se salte las prohibiciones, pues lo que está en riesgo es ya su propia vida. No su salud, su propia vida, pues esta narración creada por los medios tiene su continuación en la idea de que cualquier muerte es producida por el virus. No hay más causas de muerte que el virus, la propia muerte ha sido fagocitada por el discurso del miedo de los medios y el poder: la muerte ha muerto porque la ha matado el virus.

Hablo de “El Virus” así, sustantivizado, porque, si se piensa un poco, el virus no tiene nombre, porque los medios no han sabido dárselo o porque no dándoselo, indeterminándolo, resulta más fácil sembrar el terror que le rodea. Siempre, lo que más miedo ha dado es lo innombrable, lo informe, lo que no se ajusta a nuestro pensamiento racional, y nuestro pensamiento racional lo primero que exige es determinación. Así, se nos hala de “coronavirus” de “Covid-19” de “SARS-Cov-2”, de pandemia etc. Si no hay un nombre para el virus, cualquier cosa puede ser “El Virus”. Pero también los medios tienen solución para eso: el ya archiconocido hastag “Stay at home” -Quédate en casa. Hastag que estaría muy bien si realmente tuviéramos la oportunidad de no quedarnos en casa, es decir, si pudiéramos elegir quedarnos o no en casa. En ese caso, se podría apelar a nuestra responsabilidad de quedarnos en casa. Pero cuando no se puede elegir, cuando nos quedamos en casa no porque lo diga un hastag sino porque si no podemos ser multados o encarcelados, entonces, apelar a la responsabilidad individual no deja de ser un engaño más.

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