viernes, 1 de diciembre de 2023

Dictadores

 Todos los grandes dictadores de la historia han sido considerados genios o  locos. Alejandro, César o Napoleón fueron grandes hombres, Hitler o Stalin unos locos peligrosos. Franco y Mussolini fueron mediocridades a los que no se les puede llamar grandes en ningún sentido. Lógicamente esto que acabamos de decir es el juicio de la Historia, así que poco podemos decir de los dictadores vivos, que aún no se han enfrentado al tribunal de la posteridad. Aun así, y como ocurre con algunos de los personajes anteriormente citados, no creo que la historia tenga tiempo que perder juzgando a un personaje como el Sr. Sánchez Pérez-Castejón, así que a lo mejor podemos nosotros decir algo sobre su grandiosidad o su locura.

Uno de los rasgos patológicos característicos de un loco es tener una visión distorsionada de la realidad. Más bien, creer que la realidad que él considera como real es la auténtica realidad, de tal forma que se inventa una realidad paralela y, en su mente alucinada, hace pasar a ésta como verdadera. Es lo que le ocurre al personaje de que tratamos, -permítaseme que no repita su nombre continuamente- cuando piensa que ha ganado las elecciones, o cuando cree que dinamitar la separación de poderes es el fundamento de la democracia, o cuando considera a un ultraderechista xenófobo como el pilar del progresismo, o cuando se monta en su cabeza una sociedad en la que la tierra manará leche y miel y se atarán los perros con longanizas, gracias a él y a su gobierno de progreso. Aunque hay que reconocer este último rasgo también puede ser rastreado en su vicepresidenta segunda señora Díaz -a la que por ciento sus antiguos compañeros de partido llaman, vaya a saber usted por qué- Díaz Iscariote. 

Otro de los rasgos que solemos asociar a los locos, en este caso a los locos de atar, es el narcisismo exacerbado y, como consecuencia de éste, el hecho de llegar a creerse que son personajes que realmente no son. De hecho, la figura prototípica del loco de manicomio, que antes salía en los tebeos infantiles y ahora ya no sale porque, como casi todo, es políticamente incorrecto, es la del tipo que se cree Napoleón. No sé si el señor Sánchez Pérez-Castejón se cree Napoleón, pero desde luego sí que se cree, por ejemplo, un gran estadista, y por eso acaba de montar con Israel un lío de mil demonios, y, por extensión con Marruecos y Estados Unidos. También se cree el Rey de España, y de ahí que no acabe de tener claro el protocolo cuando está con el rey de verdad y consiga que éste acaba poniendo cara de mala leche, que es a lo máximo que un rey constitucional puede aspirar sin salirse de su papel institucional. Pero sobre todo, yo creo que lo que este señor se cree es Dios, y que por eso es el Salvador, no ya de la patria, sino del mundo entero y todos, deben rendirle pleitesía y adorarle como una divinidad. Calígula también se creía un dios, al fin y al cabo, aunque Sánchez Pérez-Castejón vaya más allá y se crea, no un dios, sino Dios, el único verdadero.

En fin lo que la Historia nos ha demostrado de los locos es que, en su casa o en una institución mental suelen ser pacíficos, pero cuando se hacen con el poder pueden llegar a ser muy peligrosos.


No hay comentarios: