Es sabido que son muchos a los que los árboles no les dejan ver el bosque. Sin embargo, cuando este problema se da entre los que tienen el poder de crear opinión pública, ya no está muy claro si es una simple cuestión de incapacidad forestal o hay algún tipo de interés oculto. Cuando todos los periodistas de este país –los políticos no cuentan- han criticado, por decirlo suavemente, la decisión de la Ministra de Defensa de retirar las tropas de Kosovo, no se sabe muy bien si es porque han sufrido un ataque repentino de pensamiento único o porque esa decisión afecta a los intereses económicos de las grandes corporaciones que les pagan el sueldo.
Los improperios –muchos de ellos con una gran carga de machismo, y esto es verdad guste o no guste- han venido sobre todo referidos a la forma en que se ha producido el anuncio de la citada retirada: no era el momento oportuno, ya sea porque coincidió con la visita a España de una delegación serbia, ya sea porque Francia había decidido volver a formar parte de la estructura militar de la OTAN (de un sujeto como Sarkozy no se puede esperar otra cosa). El caso es que en ningún momento se ha tratado el fondo de la cuestión, y cuando se obvia el fondo de una manera tan patente es porque el rechazo de la forma implícitamente alcanza también a aquél.
Y el fondo es que mantener al Ejército en Kosovo legitima una situación ilegal e ilegítima como es la declaración unilateral de independencia del territorio, efectuada por un gobierno mafioso heredero de los terroristas y genocidas del UÇK. Mal que les pese a muchos un gobierno, al igual que un individuo, ha de ser ante todo coherente. Si el gobierno español no acepta la independencia de Kosovo lo coherente es que retire a sus soldados. Y la coherencia es una de las bases de la racionalidad.
Se da por hecho que la guerra de Irak fue ilegal porque la llevó a cabo George W. Bush, que era malo malísimo, pero no la de Kosovo, que la desencadenó Bill Clinton, que era bueno buenísimo aunque un poco golfo. Y en base a esta simplificación se acusa al gobierno español de ser un socio desleal o diplomáticamente torpe. Dejando aparte que no es precisamente una deslealtad pactar con mister Obama –otro bueno buenísimo- la retirada de los Balcanes a cambio de un aumento de tropas en Afganistán –que será la guerra de Obama, como la de Vietnam fue la guerra de Kennedy. Cada Presidente ha tenido su guerra- la guerra de Kosovo fue tan ilegal como la de Irak. Una guerra llevada a cabo sin autorización de la ONU y desencadenada por los EEUU y sus aliados de la OTAN, principalmente Alemania que posee importantes intereses estratégicos en la zona. Una guerra que comenzó con el bombardeo de los civiles de Belgrado, y que puso al mundo al borde la catástrofe cuando, tras la rendición serbia, los carros rusos que esperaban en la frontera entraron en Pristina y se enfrentaron a las fuerzas de la OTAN. La retirada del Ejército de Kosovo era, por tanto, tan necesaria como la retirada de Irak.
El punto fuerte de las argumentaciones, sin embargo, y donde está el meollo del asunto, es que esta retirada puede afectar a las inversiones económicas españolas en EEUU. El argumento sempiterno de un país acomplejado: hay que tener cuidado, que los americanos se pueden enfadar. No es de extrañar, entonces, que los que disfrutan de esas inversiones hayan dado a sus asalariados la orden de lanzar toda clase de diatribas contra la Ministra de Defensa. Que hayan hecho crecer los árboles hasta que han tapado por completo el bosque y que hayan conseguido que se olvide lo fundamental: la violación del Derecho Internacional por parte del gobierno kosovar y de las tropas de la OTAN que lo apoyan. No es una casualidad que el presidente de Kosovo, Fatmir Sejdin, haya pedido la retirada de la ONU, considerando que después de un año de independencia la situación en la zona está estabilizada, pero no la de la OTAN. Y es que en Kosovo todavía hay muchos árboles que talar.
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