Me gustaría comentar dos de las medidas con las que nos ha regalado últimamente esta izquierda tan progresista, tan moderna y tan revolucionaria que nos ha tocado en suerte. Medidas que espero demostrar conectan a la perfección con una tradición de pensamiento que comienza en la Ilustración con personajes como Rousseau y que se extiende a lo largo de una línea que pasa por Kant o Marx. O bueno, a lo mejor no.
La primera de estas propuestas es la lanzada por el ministro de Fomento del Gobierno del PSOE José Blanco, según la cual se va a rebajar el sueldo de los controladores aéreos en doscientos mil euros anuales. No seré yo el que defienda el jornal astronómico de estos señores, o el de los pilotos o el de algunos empresarios que después de arruinar su empresa, dejar en la calle a sus trabajadores y estafar a sus clientes continúan siendo presidentes de alguna organización empresarial, con el beneplácito de sus asociados. Ahora bien, no conozco una sola teoría izquierdista seria que proclame que bajar un salario es una medida progresista y revolucionaria. De hecho, no conozco ni una sola teoría izquierdista seria que considere el aumento o disminución de los salarios una piedra angular de la emancipación humana. Como ya dejó dicho Marx el simple hecho de cobrar un salario, sea éste el que sea, supone la alienación del ser humano. La medida anunciada por el señor Blanco es demagógica y populista, y está sospechosamente relacionada con las actuaciones de Hugo Chávez (ese que ha dicho que el terremoto de Haití es consecuencia de los experimentos secretos de la Marina estadounidense), que devalúa la moneda y luego nacionaliza aquellos supermercados que aumentan los precios de sus productos. Quizás quede muy bien de cara a la galería como un intento de luchar contra la crisis desde la izquierda, pero la verdad es que ni es de izquierdas ni sirve absolutamente para nada. Bueno, para nada excepto para irritar a los controladores aéreos, que son los que tienen en sus manos nuestra seguridad cuando cogemos un avión. Yo no se lo que haría el señor ministro, pero desde luego a mí no se ocurriría cabrear al médico que va a operarme del corazón cinco minutos antes de entrar al quirófano.
La otra gran medida revolucionaria ha venido de manos del PCE y consiste en iniciar una recogida de firmas para exigir que la Casa Real de cuenta de en qué se gasta el dinero que recibe de los Presupuestos Generales del Estado. Sinceramente, a mí en qué se gaste el dinero el Rey me importa un auténtico bledo y creo que al PCE debería de importarle lo mismo. Puestos a exigir claridad en las cuentas públicas yo prefiero saber en qué se gasta el dinero mi ayuntamiento, o el Ministerio de Defensa o el Ministerio del Interior. A lo que debería dedicarse el PCE es a aclarar de una vez su proyecto político, en vez de andar defendiendo a individuos como el anteriormente citado tiranuelo venezolano. Y una vez que tengan clara sus ideas a lo mejor no vendría mal que se las explicaran a la ciudadanía, a ver si así consiguen que la gente les vote y puedan plantear en el Congreso una moción (o las que hagan falta) para solicitar la derogación del Artículo 3 de la Constitución. Si no, estamos ante otra propuesta demagógica y populista, y además estratégicamente equivocada, teniendo en cuenta el juancarlismo imperante en el país, que para lo único que va a servir es para que IU pierda los dos escaños que aún le quedan.
Así que este es el discurso de izquierdas español contemporáneo. Un discurso de izquierdas que no resiste la más mínima crítica desde la izquierda. Pero eso sí, ¡qué viva la revolución!.
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