No hace mucho me llamó la atención un hecho que, pensándolo bien, no debería de sorprender tanto. En un importante periódico de información general la sección de educación ocupaba una triste columna en un rincón perdido de una página interior, mientras que la sección deportiva –con amplios análisis y comentarios de los partidos del fin de semana y la carrera de Fernando Alonso- abarcaba sus buenas veinte páginas. No es de extrañar, a la vista de tal reparto de la información, que vivamos en uno de los territorios más analfabetos del mundo conocido. Porque no se nos olvide que son los medios de comunicación los que deciden qué es y qué no es informativamente relevante: qué es y qué no es noticia. Son los medios, en definitiva, los que crean opinión pública y dicen a los ciudadanos qué deben saber o qué les debe interesar.
Claro está que los medios de comunicación no tienen un interés especial por mantener o crear esta situación, y tampoco lo hacen por capricho o entretenimiento. Lo cierto es que nuestros gobernantes, desde tiempos inmemoriales, no han sido precisamente unas lumbreras. Desde la usurpadora Isabel I, que, eso si, rezar sabía, pero poco más –aunque hay que reconocer que su marido Fernando, si no culto, al menos era astuto- pasando por toda su descendencia austriaca –con la excepción de Felipe II: el tuerto en el país de los ciegos- y los primeros Borbones –salvedad hecha de Carlos III- hasta llegar a los tumultuosos, políticamente hablando, siglos XIX y XX, donde se siguen sin solución de continuidad monarcas rematadamente estultos – Carlos IV, Fernando VII, Isabel II y los Alfonsos- y militarotes tabernarios –salvemos también a los Cánovas, Sagastas, Salmerones o Azañas-, culminado todo ellos con la guinda del ínclito Generalísimo, la preparación intelectual de nuestros dirigentes ha sido un erial baldío
Así que esta es la historia de nuestros gobernantes durante los últimos seis siglos. ¿Y ahora?. Pues más de lo mismo, como no podía ser de otra forma. Llevamos quince años padeciendo gobiernos de analfabetos uno detrás de otro. Presidentes que no saben hablar inglés (bueno, ni castellano), Ministros y Ministras sin estudios superiores, que ni siquiera conocen los datos más básicos de la cultura contemporánea (recuerden aquello de Sara Mago), dirigentes políticos que no tienen ni la más remota idea de la Historia de España y confunden dinastías, padres con hijos, nietos con abuelos y tíos con sobrinos o portavoces parlamentarios y Secretarios Generales con cerebros de mosquito que carecen de la más mínima noción de ciencia política, de historia política, de filosofía política ni de nada de nada.
Estamos gobernados por una caterva de analfabetos y de ignorantes, así que a nadie debe extrañar que la sociedad sea cada vez más analfabeta e ignorante, que por cada página de cultura en un diario de información general haya veinte de deportes. Que la masa social sólo se informe a través de los periódicos deportivos o los panfletuchos que reparten en la entrada del Metro y que los programas más vistos sean, no ya los del corazón, sino los de la trifulca pura y simple. Así que lo mejor es que nos desengañemos. El que nuestros estudiantes sean los más tontos de Europa después de los de Portugal y Malta no es un fracaso: es un auténtico milagro.
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