Andaba
yo ayer buscando algo que decir acerca de la guerra que fuera más allá de las
obviedades y las ñoñerías, cuando acerté a fijarme en un artículo que aparecía
en el que fuera uno de los periódicos progresistas más significativos de esta
país, y que como todo lo progresista en esta época, emite hoy un tufillo más
bien reaccionario. Este artículo, que supongo escrito por alguna analista, o
articulista o periodista -no me fijé bien en el nombre- o simplemente experta en
algunos de los múltiples campos en los que se divide hoy en día la realidad
mediática -o, por qué no, en todos- decía en su entradilla más o menos lo
siguiente. “Esta es una guerra de hombres blancos por sus intereses
patriarcales”. He de reconocer que no leí el resto del artículo, aunque dudo
mucho que contradijera a dicha entradilla y, más bien sería una reafirmación y
justificación de lo dicho.
Vamos a ver. Uno o una puede ser un
imbécil, y no pasa nada por serlo. El problema es que ser un imbécil en determinadas
circunstancias puede ser peligroso, además de inmoral. Está muy bien, y es muy
bonito, y hasta divertido, inventarse palabras o cambiar el lenguaje incluso,
cuando se está calentito y calentita en casa y se tiene el riñón bien cubierto.
A mi todo esto me trae al pairo, porque, total, yo voy a seguir hablando, y
pensando, como me salga de las narices, que es lo que hecho siempre. Ahora
bien, cuando hay gente por medio que está muriendo estas sandeces lo único que
hacen es beneficiar al que los está matando y hacerle el juego al agresor, así
que, como tales sandeces, deberían permanecer escondiditas en el caletre de quien
las piensa o malpiensa.
Sinceramente, no creo yo que a las
mujeres ucranianas -ni a los niños, ni a los ancianos ni a los hombres- que
está huyendo de su país o muriendo en sus ciudades les interesen un carajo los
valores patriarcales. Y mucho menos creo que estén dispuestos a aceptar que
esta en una guerra de hombres blancos. Esta es una agresión de una nación
contra otra y todas las demás consideraciones están muy bien para el café del
domingo, pero poco más. Como decía, andar hablando de valores patriarcales en
estas circunstancias es ocultar lo que está pasando, es hacerle el juego al
agresor, y el imbécil que lo escriba se convierte en un imbécil peligroso.
Dígale usted desde su cómodo sillón a una familia de Kiev que ha perdido todo
lo que tiene que esta es una guerra de hombres blancos, y que por lo tanto
ellos son tan responsables como los rusos y verá lo que le contestan. Lo dicho,
uno tiene todo el derecho de mundo a ser un imbécil, pero cuando hay muertos de
por medio decir determinadas imbecilidades resulta inmoral.
En realidad, esta crítica es
extensible a toda la izquierda, o al menos a aquella parte de la izquierda que
se considera a sí misma más de izquierda y que, como antes decía, es cada vez
más reaccionaria. Está muy bien ser pacifista y cantar por la paz y llevar
flores en el pelo y cosas así. Pero cuando las cosas se ponen serias hay también
que ponerse serio. Y cuando, como es el caso, nos encontramos ante una agresión
directa, ilegal e injustificada de una potencia a una nación más pequeña,
independientemente de las razones, reales o ficticias, que el agresor pueda supuestamente
tener, lo progresista -y lo moral y lo decente- es defender al agredido. El ”No
a la guerra” está muy bien cuando la guerra es una entelequia, pero no cuando es
real. No toda guerra es injusta y cuando se trata de defender a personas inocentes
que están siendo asesinadas en masa, las dudas o las disquisiciones morales
resultan inmorales. A la postura que está tomando determinada izquierda en mi
me pueblo se la llama “cogérsela con papel de fumar”. Y a estos señores y
señoras a los que tanto les gusta la historia -aunque solo sea la suya- yo les
recomendaría que repasaran la historia del último siglo en Europa. A ver si de
una vez se enteran de algo.
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