miércoles, 30 de marzo de 2022

El yo y los demás

 

Dicen los que entienden que la característica definitoria del pensamiento posmoderno es la fragmentación del yo, signifique esto lo que signifique. Yo no se si será por esa fragmentación del yo, pero sí que me he dado cuenta de que la gente -ese término que tan de moda está últimamente- tiene la tendencia a renunciar a su vida por las de los demás. Tendencia suicida, por otra parte, que supone renunciar a lo que se es o a lo que se puede llegar a ser por lo que los demás dicen que uno es o puede llegar a ser. Renuncia a la individualidad, y por tanto al desarrollo personal y a la propia libertad, en aras del grupo o la opinión ajena.

            Como se acaba de apuntar, uno puede renunciar a su vida por dos razones. Bien por propia cobardía o comodidad, bien por seguir lo que otros consideran que debe ser la vida de uno. Nos encontramos ante dos opciones vitales diferentes, aunque las dos con el mismo resultado: el abandono del propio proyecto vital. Estas dos opciones serían la disolución del yo en el grupo o el seguidismo de aquél que se considera superior. Como digo, las dos suponen los mismo: que uno no tiene vida, que renuncia a ella para vivir la vida de los demás, o para que los demás vivan por uno.

            La primera de las opciones es la predominante en el pensamiento -y el sentimiento- totalitarios. El sujeto solo es lo que su identidad de grupo dice que es. Así, alguien se define por su pertenencia a uno o varios grupos, ya sea el de la nacionalidad, el género o el equipo de fútbol. En todo caso, si lo que define es la pertenencia al grupo, la identidad con el grupo no define la propia individualidad como persona. Esto de la identidad está muy en boga últimamente. De hecho, el totalitarismo y el pensamiento único están muy en boga últimamente. La identificación con el grupo, eso sí, supone una actitud cobarde ante la vida. Significa que uno renuncia a lo que es para refugiarse en la manada, donde se siente seguro y arropado. Y si algo ofende a la manada también le ofende a él, aunque él como individuo esté libre de la ofensa. Así, vemos como cualquier comentario acerca de un grupo determinado automáticamente es contestado por un coro de ofendidos, aunque el comentario no tenga nada que ver con su subjetividad ni vaya dirigido a ellos como particulares. Es el que se identifica con el grupo el que tiene el problema, no el que hace el comentario jocoso o piensa de manera distinta. En todo caso, como decía, el que tiene miedo de vivir su vida, vive la vida del grupo.

            La segunda de las opciones tenía que ver con el hecho de seguir las opiniones de los demás. De vivir lo mismo que otros quieren que se viva. De renunciar al control de la propia vida y dejar que sean los otros los que decidan por uno. Téngase muy en cuenta que uno de los síntomas de multitud de trastornos mentales es la sensación de falta de control sobre la propia vida, con lo cual ya nos podemos imaginar el porqué del aumento de esos trastornos mentales. Antiguamente los individuos seguían las opiniones de algún líder carismático, con lo cual se podía suponer que, en mayor o menor medida, se ponían del lado de alguien al que se le podía suponer al menos cierta inteligencia. Hoy, pro el contrario, la gente sigue las opiniones y consejos de esa nueva profesión que es la de “influencer”, que supongo que se traducirá como “influenciador” o algo así, y que no tengo muy claro en que Universidad se estudia y si existe algún tipo de carnet profesional que habilite para ejercer como tal -más o menos lo mismo que a profesión de famoso-. Sea lo que sea un “influencer” son los que dictan actualmente lo que hay que vestir, que escuchar, que ver, que leer o que comer, de tal manera que mucha gente, con solo seguir al o la “influencer” de turno, tiene ya su vida hecha. No tiene que tomar ninguna decisión, porque ya la toman otros por él y solo tiene que sentarse en el sofá a dejar pasar una vida que no es la suya.

            Como decía al principio, yo no sé lo que es la fragmentación del yo, pero sí que sé que estas reflexiones pueden explicar las miradas muertas de los pasajeros del metro.

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