Que el régimen comunista chino es uno de los más sanguinarios del mundo actual no es un secreto para nadie. Como tampoco lo es el hecho de que su respeto por los Derechos Humanos está al nivel de las más refinadas tiranías africanas de los años ochenta. Basta consultar cualquier informe de los que periódicamente elaboran entidades como Amnistía Internacional para saberlo. No es de extrañar, pues, aunque si debe resultarnos execrable, que condene a muerte a un ciudadano británico por tráfico de drogas. Al fin y al cabo muchos ciudadanos chinos son ejecutados casi a diario por crímenes bastante menos (o bastante más, según se mire) graves, como exigir un sistema democrático.
Lo que tampoco es un secreto para nadie que esté mínimamente informado es que China mantiene un estatus privilegiado en sus relaciones con Occidente. Que Europa y los Estados Unidos hacen la vista gorda a las continuas violaciones de los Derechos Humanos que se comenten en el país como un mal menor frente al potencial económico que despliega China dentro de las llamadas “economías emergentes”. Ya se sabía que los tan aclamados Derechos Humanos no significan nada cuando entran en juego cosas más importantes como llenar el bolsillo, y también se sabía que aquellos son los primeros sacrificados a la hora de contentar a sátrapas que, si, serán tiranos, pero pueden proporcionar importantes beneficios económicos a las corporaciones que, nos los creamos o no, dirigen este cotarro que se lama mundo. No hay que extrañarse tampoco, pues, de las tímidas protestas de Londres ante la ejecución de uno de sus ciudadanos, habida cuenta de que una actitud un poquito más enérgica hubiera supuesto una merma importante de ingresos para sus empresas, y eso al fin y al cabo es lo que cuenta. China es el niño mimado de las grandes potencias, empezando por los EEUU y Gran Bretaña, y eso es algo que se sabe, o al menos se debería de saber. Se debería de saber, porque todos los grandes editoriales que en estos días han condenado la actitud china han olvidado mencionar que, si esto ocurre, es al fin y al cabo porque Occidente la protege como a la niña de sus ojos.
Y para terminar, lo que tampoco es un secreto para nadie es que si China es el primer país del mundo en cuanto a ejecuciones, los Estados Unidos es el segundo. Que si China ha ejecutado a un traficante de drogas enfermo mental, en Estados Unidos se ejecuta a niños de dieciocho años por delitos cometidos a los catorce. Y no vale decir que en este país los condenados han tenido un juicio justo. Los mismos informes que condenan el régimen chino exponen de manera bastante convincente cómo en los tribunales norteamericanos se manipulan pruebas o se coacciona a testigos con tal de que la pena capital que exige una parte de la opinión pública y que libera de responsabilidades a sus fuerzas judiciales y policiales se aplique. Y si uno es negro, o pobre, o, peor aún, negro y pobre, sabe que tiene todas las papeletas para servir e chivo expiatorio de las garantías procesales norteamericanas. Si los Derechos Humanos, que deberían constituir una cuestión moral absoluta, o al menos –para no ofender a nadie- relativamente absoluta, se han convertido en una parte más de la ideología, entonces no debería de extrañarnos que cada cal los interprete a su gusto, siempre y cuando sirvan a sus intereses, lógicamente superiores.
1 comentario:
Desde hace años en china intentar suicidarse es motivo cárcel por daños a bienes del Estado, y esto no es algo que yo me esté inventando.
Yo creo que hasta ahora se ha hecho la vista gorda porque ha sido una economía "emergente", en cuanto sea una economía más o menos potente y pueda empezar a hacer pupita se empezará a proteger a su población.
Menudo sueño no?
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