Suele decirse que la característica
definitoria del ser humano es la racionalidad. El ser humano es un animal
racional, de la misma forma que es un animal político o un bípedo implume. En
este sentido todos los pensadores que se han ocupado de dar una definición de
ser humano han coincidido en destacar la racionalidad del mismo, bien para defenderla,
bien para denostarla. Las diferencias aparecen a la hora de determinar en qué
consiste el adjetivo “racional” que unido al sustantivo “animal” coloca al ser
humano en un plano distinto al de sus congéneres no racionales. De esta manera,
encontramos al menos dos caracterizaciones distintas de “racional”. Racional,
en principio, es aquél que posee razón. Ahora bien, esta razón se puede
entender o bien como la capacidad de tomar decisiones racionales, basadas en el
cálculo del beneficio y la argumentación lógica, o bien como aquella facultad
específicamente humana que, en sus diversas manifestaciones permite al
individuo relacionarse con la realidad, comprenderla, conocerla y darle un
sentido.
La primera caracterización a las que
nos referimos ya se trató en un artículo anterior. Aparece por primera vez en
Aristóteles, para el cual la virtud es un término medio entre el exceso y el
defecto, término medio determinado a su vez por la razón. Siendo así que la
felicidad es la consecuencia de la virtud, la razón se convierte en el
instrumento para alcanzar esa vida feliz. Es la concepción de razón que está
presente en una rama de la Ilustración y que fue heredada, entre otros, por los
utilitaristas y que en el artículo citado calificábamos como criterio amplio de
racionalidad.
En la antigua Grecia, sin embargo, también
surge la concepción de “Razón” como la facultad que relaciona al individuo con
la realidad y que, por tanto, afecta también a ésta. El “Logos” como principio
rector de una explicación racional de la Naturaleza significa que ésta tiene un
orden marcado por las leyes naturales y
que estas leyes son comprensible por la Razón humana, lo que viene a querer
decir que en si mismas son racionales, lo que a su vez convierte a la propia
realidad en racional. Este es el mismo concepto de Razón que encontramos en
Tomás de Aquino.Dios, como creador de la realidad y de la razón que la comprende, es él
mismo racional y puede ser conocido por medio de procedimientos emanados de la
razón –idea que, por cierto, provoca la condena de 219 de sus tesis en 1277-.
Es la misma acepción de la Razón que encontramos en Kant: la razón como
ordenadora del comportamiento, como creadora de la moral a partir de una ley
universal y, por tanto, como determinadota de la realidad ideal que se
manifiesta en el deber ser, en el reino de los fines al que debe tender el
sujeto como individuo autónomo e ilustrado. El mismo concepto de Razón, en fin,
que alcanza su máxima expresión en Hegel, para el que la Razón –la Idea- es la
constructora de la realidad, de tal manera que “todo lo real es racional y todo
lo racional es real”.
Dos son, por tanto, las características
que definen a lo que podemos llamar Razón, más allá de la mera racionalidad
instrumental de la toma de decisiones. La primera, que es un concepto que salta
del individuo a la realidad, que convierte a ésta en racional y, por tanto, que
hace a la realidad dependiente del sujeto. La segunda, y precisamente por lo
anterior, es su universalidad. A no ser que caigamos en el solipsismo subjetivista
de considerar a la realidad de cada uno como propia e intransferible, la razón
es la que permite que todos vivamos en la misma realidad. Y es precisamente esta
universalidad de la razón la que la convierte en la base de todo comportamiento
moral.
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