Si existe un concepto masivamente usado por los seres humanos y a la misma vez
mínimamente entendido, es el concepto de tiempo. Y es que el tiempo es muy difícil
y exige una profunda reflexión llegar a su comprensión última -si es que
llegamos-. Y, sin embargo, la idea de tiempo es posiblemente la más usada por
la humanidad en la actualidad. Todo lo hacemos en relación con el tiempo, nos
falta tiempo -no suele sobrarnos tiempo-. El tiempo marca nuestras vidas y es
algo que medimos fácilmente mirando un reloj o la pantalla de cualquier dispositivo.
El tiempo pasa rápido, o pasa muy despacio, y todos, a la larga, estamos
sometidos a la dictadura del tiempo. El tiempo nos hace más viejos, y nos mata
en última instancia, o nos dice cuando hemos de comer, de dormir o de dejar de
trabajar. Todas estas, sin embrago, son consideraciones subjetivas del tiempo.
Lo que es el tiempo en sí mismo, o lo que realmente significa el tiempo es algo
de lo que, en general, no somos conscientes.
El tiempo, para empezar, tiene un principio.
El tiempo no ha existido siempre, sino que hay un comienzo del tiempo -que no
un comienzo en el tiempo-. Ya adoptemos una creencia cristiana y afirmemos que
el tiempo es una creación divina, ya nos inclinemos por una postura más científica
y postulemos que el tiempo surge con el Big Bang y el principio del Universo,
el caso es que el tiempo no ha existido siempre. Y si el tiempo no ha existido
siempre es que antes de que existiera el tiempo no había tiempo. No sabemos lo
que había, tal vez nada si pensamos, como diremos a continuación, que el tiempo
es siempre tiempo de existencia. Pero de lo que estamos seguros es que no había
tiempo.
Pero, por otro lado, ¿qué es el
tiempo? ¿qué entidad tiene el tiempo? Si pensamos un poco estas cuestiones parece
que nos vemos abocados a responder que, en realidad, el tiempo no es nada. El
tiempo no es el pasado, pues el pasado ya no existe. Ha existido y marca y ha
marcado nuestra existencia actual. De hecho, tal y como afirmaban Ortega entre
otros, el ser humano, si es algo, es tiempo, en el sentido en que es pasado. Es
lo que le ha pasado, es decir, es Historia. Pero, como tal, el pasado ya no es.
No existe y por ello no se puede cambiar pues no hay cambio ni devenir en lo
que no existe.
Pero es que algo parecido ocurre con
el futuro. El futuro, que es lo que nos mueve, lo que nos lleva a vivir, a
levantarnos cada mañana e incluso a hacer revoluciones -no hay futuro- tampoco
existe. La vida humana, en este sentido, es un constante hacer el tiempo.
Piensen ustedes en el año que viene. Es evidente que no sabemos lo que pasará
porque es un tiempo aún no llegado, es un tiempo que no es, que no existe.
Ahora bien, piensen ustedes en la siguiente décima de segundo de sus vidas. Es
un tiempo futuro que, como el año que viene, no es, no existe. No existe aún el
momento en que yo vaya a escribir la próxima letra, y cuando la he escrito ya es
pasado. De la misma manera no existe aún el tiempo en el que ustedes vayan a
leer la próxima letra, la próxima palabra. Si lo piensan bien, en realidad el
tiempo se detiene a cada instante. En cualquier momento puede pararse el
tiempo, no haber la siguiente milésima de segundo y quedarme yo con el dedo
levantado a punto de pulsar la “r” que acabo de pulsar. Y sin embargo seguimos
viviendo, porque vivir no es más que ir haciendo constantemente esa siguiente
milésima de segundo que da continuidad a nuestra existencia. El tiempo, así, es
tan solo un instante concreto que deja de ser cuando pasa y aún no es antes de
llegar. No es nada, realmente. Pero vivimos pendientes de él, y no lo podemos
hacer de otra forma. Porque ese tiempo futuro que no existe en el fondo es el
ámbito de nuestra libertad. Lo que aún no existe como tiempo existen sin
embargo como abanico de posibilidad, como potencialidad pura, como todo aquello
que podemos hacer o que podemos decidir hacer. Que el tiempo no exista en ese
sentido lo único que quiere decir es que no está marcado ni determinado y que
si es, es sólo como todo aquello que podemos hacer, como todo aquello que
podemos elegir. Y es al elegir cuando construimos no solo nuestra vida, sino
también el tiempo y el universo. SI al elegir construimos el universo eso
significa que, antes de elegir, existen una infinidad de universos posibles.
Pero de eso hablaremos el próximo día porque quizás ustedes, como yo, ya se
estén mareando.
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