jueves, 12 de diciembre de 2019

Universos


Vimos en el escrito anterior como el concepto de tiempo está relacionado con la idea de posibilidad, desde el momento en que el futuro no existe como tal y queda reducido, o más bien ampliado, a un abanico de posibilidades que, en su desarrollo temporal, pueden llegar a ser infinitas. No se si ustedes habrán oído hablar de la teoría del caos. Uno de los postulados fundamentales de dicha teoría es el llamado efecto mariposa, según el cual, si una mariposa bate sus alas en Singapur – o en cualquier otro lugar- puede provocar un huracán en nueva York -o en cualquier otro lugar lo suficientemente alejado del primero-. En realidad, en lo que estoy pensando, y lo que estoy intentando explicar, es la relación que tiene el concepto de tiempo con la idea de libertad, por un lado, pero, sobre todo, con la concepción que cada uno de nosotros tiene de la realidad, de tal manera que no podemos entender la realidad fuera del concepto de tiempo y fuera, consiguientemente, de la consideración de la libertad.
            Si recuerdan ustedes, decíamos en nuestro anterior escrito que el futuro no existe, que  cada paso que damos -literalmente- o cada segundo de nuestra vida es algo que no es hasta que el hecho de llevarlo a cabo lo lleva a ser. No podemos parar el tiempo, sin embargo, de tal manera que aunque decidiéramos quedarnos quietos como estatuas, se estaría formando un futuro en la siguiente fracción del tiempo en el que estaríamos parados como estatuas. Esto significa al menos dos cosas.
            La primera es que, siendo el futuro un abanico de posibilidades, no tenemos más remedio que elegir cuál de esas posibilidades vamos a hacer efectiva. Estamos, como dijo Ortega y más tarde los existencialistas franceses -que le copiaron las ideas- condenados a ser libres. Y ello porque el tiempo no se detiene pero tampoco hay nada hecho en cada uno de sus momentos, y por lo tanto hemos de decidir nosotros lo que vamos a hacer en cada uno de esos momentos. En la siguiente fracción de segundo yo tengo una serie de posibilidades, que pasan por pulsar la siguiente letra, o llamar por teléfono, o quedarme pensando sobre todo esto. Puedo creer que cualquiera de las decisiones que tome en el fondo no es más que la continuación necesaria de lo que he estado haciendo hasta entonces, pero eso no es más que la ilusión de continuidad que me permite vivir. En realidad no existe la continuidad porque cada fragmento del tiempo es independiente del anterior y debe ser elegido en cada momento.
            La segunda de las consideraciones a las que nos referíamos tiene que ver, no ya con la libertad, sino con la realidad. Si no hay una realidad definida y continua en el tiempo, eso quiere decir que somos nosotros los que vamos haciendo la realidad con cada acto que elegimos hacer en cada uno de los momentos sucesivos del tiempo. El futuro no existe, como ya ha quedado claro, y por lo tanto no hay una realidad que vaya más allá de lo que en cada instante estoy haciendo. La realidad subsiguiente -insisto, sea ésta presionar otra tecla o tirarme por la ventana- es algo que yo mismo -que el propio sujeto- fabrica, en el sentido más literal del término fabricar. De hecho, lo único que es real para mi en este momento es lo que estoy haciendo, mientras que lo que esté haciendo el presidente de los Estados Unidos con cada uno de los segundos posteriores a cada una de sus decisiones es su propia realidad. Lo que llamamos objetividad, en el fondo, nos sería más que ese abanico de posibilidades de elección que en el fondo no es real y que no se convierte en real hasta que decidimos realizar una u otra de ellas. Der esta manera, entre las muchas realidades posibles, estamos llevando a cabo una de ellas. Ahora bien, si hay muchas realidades posibles, eso significa que hay muchas maneras de hacerles reales. El que yo haga realidad una de esas posibilidades no significa que no pudiera haber hecho real cualquiera otra, y el hecho de una de ella se convierta en real para mi no significa que las otras dejen de ser posibles. Surge así la idea -avalada por la Física y la Filosofía- de que nuestra realidad es múltiple. Que cualquiera de nuestras elecciones genera una realidad -un Universo- pero que el resto de los Universos son igualmente reales pues, siendo posibles, pueden a su vez haber sido convertidos en reales. Solo no es real lo que es imposible. Existirían, pues, múltiples Universos en los que yo habré pulsado la siguiente tecla de teclado, me habré tirado por la ventana, habré mandado un mensaje de correo electrónico o me habré ido a dormir, que a su vez crean unas nuevas realidades que generan otros abanicos de posibilidades -horizontes de sucesos en terminología cuántica- que dan lugar a otros múltiples Universos. Piénsenlo.

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