En Lógica, un contrafáctico es un juicio o una afirmación que no representa la realidad pero que podría ser real. Son afirmaciones del tipo “si hubiera pasado X, entonces habría pasado Y”, o “si hubiera hecho Z, entonces habría ocurrido A”. Por ejemplo, si yo afirmo que por ceder el paso a una mujer o invitarla a cenar soy un micromachista, pero por desear que todos los judíos acaben ahogados en el mar -que no otra cosa significa la nueva expresión revolucionaria “desde el río hasta el mar”- no soy un antisemita, entonces no estaría utilizando un contrafáctico. O si digo que los estudiantes acampados en los campus occidentales no saben lo que están haciendo y son un montón de ingenuos, en el mejor de los casos, manipulados por el dinero de Irán y de los países del Golfo, tampoco estaría utilizando un contrafáctico. Eso son hechos
Pero como este escrito se titula “contrafácticos” es de ellos de los que quiero hablar. Supongamos que los países musulmanes ganan la guerra –puesto que en una guerra estamos- contra occidente, o que Israel acaba perdiendo la guerra en la que se ha visto envuelto. Si eso ocurre, y habida cuenta de que para los musulmanes Al Ándalus no es Andalucía, sino toda España, excepto unas cuantas zonas del norte de la península, lo que antiguamente se denominó la “Marca Hispánica”, podemos aventurar que sucedería lo siguiente: para empezar, todos y todas los que están acampados tendrían que irse olvidando de los botellones, las cervecitas los domingos y las relaciones sexuales fuera del matrimonio, bajo pena de ahorcamiento, lapidación, descuartizamiento, decapitación, defenestración o, como mal menor, de azotamiento. Por supuesto, las estudiantes que ahora se manifiestan con tanto fervor por la libertad del “pueblo palestino”, dejarán automáticamente de ser estudiantes, pues las nuevas autoridades musulmanas no se lo permitirán, como tampoco les permitirán conducir un coche o hacer gestiones bancarias sin ir acompañadas por su marido o por su padre. Y, por supuesto, se acabaron los shorts en verano y los biquinis playeros: todas con el hiyab o el burka o lo que sea. Como manda la Sharía, a rezar cinco veces al día todo el mundo, incluido yo, y si no te gusta, pues te jodes y rezas, y si no véanse las penas descritas más arriba. Por supuesto nada de cagarse en Alá, ni de hacer bromitas ni chistes a su costa. Aquí los vascos a lo mejor no tienen problemas pues su territorio es uno de los que no pertenecerían a Al-Ándalus. No se podrá abuchear a la representante israelí en el Festival de Eurovisión porque no habrá Festival de Eurovisión. De hecho, no habrá música de ningún tipo, y al que le pillen escuchando música, no quiero pensar que lo pillen bailando, ya sabe lo que le espera. Olvídese de ir al Museo del Prado, porque lo habrán quemado y por supuesto nada de jamón, de chorizo, de salchichón, ni de panceta. Y esto con una Policía de la Moral para vigilarlo todo.
Esto es España es un contrafáctico, y esperemos que siga siéndolo -no gracias a los acampados en los campus, desde luego-. Pero en los territorios controlados por Hamás y Hizbullá, que es lo que algunos llaman “Palestina” y en los países que los apoyan económica y militarmente, no lo es. Esto ya no es una cuestión del tradicional antisemitismo europeo, es una cuestión de supervivencia.
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