Soy
consciente de que a las conclusiones del último artículo publicado se les
pueden oponer muchas objeciones. Quiero contestar aquí a dos de estas
hipotéticas refutaciones que son, creo, las más evidentes, o al menos las que a
mi me pareen más evidentes y, en todo caso, son las dos que más me preocupan.
En primer lugar, se puede oponer a
la idea de que las facilidades que la técnica ofrece para relacionarse con el
medio provocan, o pueden provocar, la
involución o el regreso de la inteligencia de aquella parte de la especie que
no se hace cuestión de la técnica, sino que simplemente la utiliza, la
concepción de una inteligencia social. De esta forma los avances técnicos
serían producto de una inteligencia colectiva, patrimonio de la especie,
inteligencia que seguiría haciéndose cargo de las dificultades que plantean
tanto la técnica como el medio y que seguiría evolucionando y desarrollándose
aun cuando las inteligencias individuales involucionaran. Esta inteligencia
social, que ha sido de hecho postulada por varios sociólogos y psicólogos,
salvaría de alguna manera la conclusión que se plantea. He de decir que
veo muy difícil concebir una inteligencia de la especie más allá de las
inteligencias particulares de los individuos que la forman, a no ser que se
hable de alguna clase de conexión intermental, más cercana a la mística que a
otra cosa, como la que plantean Erwin Lazslo y otros representantes de la
llamada “New Age”. En todo caso, yo no puedo apreciar ninguna inteligencia
social que vaya más allá del conjunto de conocimientos y técnicas que son
transmitidos de generación en generación y que suele recibir el nombre de
cultura –de una de las acepciones de la “cultura”-. Si es esto o que se quiere
significar por “inteligencia social” entonces es una idea que viene a apoyar
los planteamientos expuestos en el anterior artículo. La cultura, cada vez más
tecnificada, facilita la relación con el medio, de tal forma que aquellos
miembros de la especie que no se plantean los fundamentos de la técnica, sino
que simplemente la utilizan como algo que hace más cómoda su interacción con el
entorno, verían mermada su capacidad de adaptación a éste y, en consecuencia,
su inteligencia.
La segunda de las objeciones de las
que se hablaba al principio consiste en que puede considerarse la idea de que
el desarrollo de la técnica va en detrimento del desarrollo de la inteligencia
como una crítica de la técnica y como un
llamamiento, por tanto, a un retorno a una especie de sociedad primigenia donde el ser humano se relacione directamente
con la Naturaleza prescindiendo de cualquier medio tecnológico. Sin embargo, el
planteamiento que yo hago es precisamente el contrario. La idea que intento
transmitir es que, puesto que la técnica facilita la relación con el medio, de
tal manera que éste ya no resulte problemático –o, al menos resulte menos
problemático- para la especie, lo que debe hacer ésta es cuestionarse
precisamente la técnica. Puesto que es la técnica la que se ha convertido en el
medio humano por excelencia los sujetos deben enfrentarse a los problemas que
ésta plantea y no simplemente utilizarla sin comprenderla. Esto –el utilizarla
sin comprenderla- al final convierte a la técnica en magia –o en religión- de
tal forma que se facilita la creación de una casta privilegiada que conoce sus
secretos, que tiene el conocimiento de los resortes que mueven los medios y,
por lo tanto, el poder sobre éstos y sobre aquella parte de la especie que no
está en posesión de estos conocimientos. Esa parte de la especie que verá disminuida
su inteligencia y se encontrará, por ello, dominada por un medio que ha sido
ideado y es controlado por aquellos que siguen enfrentándose a los problemas
que el medio plantea.
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