Como quedó apuntado en el artículo
anterior, si bien en líneas generales se puede considerar que el conocimiento
científico hace referencia a una realidad objetiva y, por lo tanto, es posible
concederle una cierta objetividad –por mucho que ésta sea objeto de debate- no
ocurre lo mismo en el ámbito de la ciencia social. La realidad propiamente
humana no es la Naturaleza, el ser humano no es un ser natural –al menos no más
allá de lo que le constituye como animal- y todo lo que le define como tal ser humano
es un producto cultural y, por lo tanto, social. Ahora bien, si hay una
realidad poco objetiva esa es la realidad social, ya sea ésta histórica, económica
o política. Y no nos estamos refiriendo tan sólo a que la realidad social es una
construcción humana –aunque, en un sentido estricto, posiblemente esta sola
característica: que la sociedad, o la historia o la política sean obra de un
sujeto o de un grupo de sujetos sería suficiente para negar la objetividad de
la realidad y concederle, a lo sumo, una
cierta intersubjetividad- puesto que no negamos que las construcciones humanas
cobren una importancia independiente de su creador y se transformen así en
objetivas. Nos estamos refiriendo al hecho de que toda realidad social, en
tanto que es social, es conocida de forma diferente por los sujetos. Por ello
el conocimiento de la realidad es subjetivo, o intersubjetivo cuando los
diferentes conocimientos subjetivos interactúan unos con otros, pero no
objetivo. Si el conocimiento de la realidad social fuera objetivo, si todos conociéramos
lo mismo cuando entramos en contacto con ella, hace tiempo que viviríamos en
una sociedad ideal. La objeción fácil a esta afirmación consiste en aducir que
aquéllos que no tienen un determinado conocimiento de la realidad social –aquél
que es conocimiento de una realidad social objetiva- están equivocados. Lo que
debería explicar esta concepción es cómo es posible hablar de una realidad
objetiva, independiente de los sujetos, si el único acceso que tenemos a ella
es el conocimiento o, lo que viene a ser lo mismo, qué fundamentos existen para
que un sujeto o un grupo de sujetos afirmen que la realidad social a la que
ellos acceden -que ellos conocen- es la
realidad objetiva y, por lo tanto, son ellos los que están en lo cierto y los
demás los que están equivocados. Se da por supuesto que su conocimiento es
objetivo y por eso aprehende una realidad objetiva. Pero si esa realidad es
objetiva es precisamente porque también se supone que es conocida por un
conocimiento objetivo o no ideológico.
Si realmente
existieran unas condiciones sociales objetivas, independientes de las
conciencias de los sujetos -que en este sentido siempre son ideológicas, es
decir, siempre están determinadas por una concepción de la realidad-, el
capitalismo no hubiera sobrevivido a esta crisis –ni a ninguna- cosa que va a
hacer y posiblemente reforzado. Es posible pensar que se debe a que los
individuos no tiene un conocimiento objetivo de la realidad, pero también es
posible pensar que esa realidad no es la misma para todos, y cada uno conoce la
realidad que conforma su entorno. El conocimiento es poder. Y lo es, entre
otras cosas, porque puede dar forma a una realidad objetiva o, más bien, puede
hacer pasar por objetiva una realidad que no lo es ni nunca lo será y, en este sentido,
imponerla al grupo social. Un conocimiento que se hace pasar por objetivo puede
descalificar cualquier posición que no coincida con él tachándola de falsa o
ideológica. Y aquí radica el afán de objetividad del mismo.
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