Lo que
es, es lo que hay. Y lo que hay es lo que existe. Esto es lo que la Filosofía
ha contestado a esta pregunta desde que la formulara Aristóteles. De hecho, en
griego ser y existir se dicen igual. Si algo es, es porque existe, porque tiene
existencia -lo que los griegos de más arriba llamaban “ser”-, y aquí se terminaría
toda la historia y, probablemente, toda la Filosofía. Pero he hecho trampas: me
he saltado el desarrollo. No es tan simple llagar a afirmar que lo que es, es
lo que existe, entre otras cosas porque habría que determinar qué es existir. Y
qué es lo que existe porque, por ejemplo, para Platón no existían las mismas
cosas que para Aristóteles. Y después habría que averiguar de dónde sale la
existencia, y si las cosas existen por sí mismas o no, eso, si previamente no
tenemos que definir qué es una cosa, porque si definimos una cosa como algo que
existe y decimos que las cosas son porque existen estaríamos cayendo en un círculo
vicioso del que parece difícil salir.
Pero no me voy a extender en esto,
al menos hoy. Lo que quiero saber es qué es lo que es, o por qué decimos que
algo es lo que es, y ante esta pregunta la verdad es que la respuesta de la
existencia, aunque la dieran los griegos, se antoja insuficiente. Es lógico,
por otra parte, que los griegos respondieran así: los griegos y todos los que
buscan lo universal por debajo de lo particular. En efecto, si lo que es, es lo
que existe habría algo que unificaría a todas las cosas que son, a saber, la
existencia. Y todo lo particular estaría referido a algo universal que es la
existencia. De esta forma, lo que realmente habría sería la existencia o Ser -o
Dios- y todo lo demás que es lo sería solo en tanto en cuanto participaría,
estaría referido o compartiría -llámeselo como se quiera- esa existencia. Lo particular
no sería nada sin lo universal.
Sin embargo, como he dicho antes, la
respuesta de la existencia es insatisfactoria. Porque lo que es, es algo más
que una mera existencia, aunque en última instancia sea existencia. El propio
juicio exige un predicado a lo que es. No decimos, por ejemplo, la mesa es,
sino la mes es blanca, o es alta, o es grande, o es lisa. Así, lo que es
implica algo más que una mera existencia. Implica un modo de ser. Implica una
determinación de esa existencia. Lo que existe, existe de una manera concreta y
en cierto respecto. Es por ello por lo que podemos hablar de lo que es, y de lo
que no es, aunque todo sea, es decir, aunque todo exista. La mesa que es blanca
no es negra y la mesa que es grande no es pequeña, aunque pueda ser blanca o
negra. Así, nos encontramos con una nueva determinación de lo que es, y es que
lo que es supone también lo que no es o, en términos técnicos de la Filosofía,
el ser supone el no ser. Lo que es, es también negatividad -esto no lo decían
los griegos, lo decían los idealistas alemanes- y esta negatividad, este no
ser, supone una nueva determinación de lo que es.
Así que lo que es, es siempre algo,
y también es no algo, o no es algo -que no es lo mismo-. Podríamos decir,
entonces, que lo que es, es una especie más o menos amplia, un conjunto de
aquello que es y no es una cosa, y en la que coincidiría con otras cosas. Es
decir, las mesas blancas no negras serían lo que son, y formarían un grupo
frente a las mesas negras no blancas. Ahora bien, una mesa blanca no negra
también puede ser una mesa grande, bonita, de madera, alta, etc., con sus respectivas
negatividades, con lo cual el ámbito de lo que es se reduciría aún más. En
última instancia, lo que es, con todas sus determinaciones y particularidades,
sería un esto frente a un aquello. La mesa sería esta mesa y sería, así,
distinta de todas las demás mesas que son. Hemos pasado, entonces, de lo que es
como existencia general a lo que es como entidad particular. Lo que es esto y
no otra cosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario